“Venezolano afincado desde joven en la provincia de Santa Fe, Arturo Castro Godoy ya tiene en su haber cuatro obras que podrían definirse como pequeñas pero relevantes. La primera fue “Trombón”, linda pintura de la Trombonanza, un fenómeno que anualmente congrega músicos de todas partes en talleres y conciertos gratuitos a lo largo de la ciudad litoral. Las siguientes, ya ficcionales, son todas historias simples y realistas de personas frágiles. En ese rumbo hizo “El silencio” (próximo a tener un hijo, un muchacho quiere encontrarse con su padre, que formó otra familia), “Aire” (una mujer asmática es llamada de urgencia a la escuela donde está su niño) y “Rinoceronte”, que ahora vemos.

El nivel de producción, los coletazos de la pandemia y el camino tomado por el realizador llevan a que ésta sea su obra más despojada hasta el momento. Tiene muy pocos intérpretes, escasas locaciones, mínimas situaciones. Aun así, logra interesar al espectador y contar lo que quiere. Vemos a un chico preadolescente, abúlico, cerrado en sí mismo, con brotes de violencia. Lo llevan a un hogar de tránsito, con la esperanza de hacerlo más sociable y encontrarle una familia. El asistente social que le toca tiene una paciencia enorme, todos la tienen, pero al final del día cualquiera está cansado. Y el chico quiere volver a su casa porque es su casa, y su padre, aunque desamorado y violento, es su padre. Solo cuando sepa que el asistente tuvo una infancia similar, y ambos le tiren botellazos al graffiti de un rinoceronte, solo ahí empezará a abrirse un poco la cabeza. Quizá pueda empezar una nueva vida. ¿Pero cuánto puede cambiar? “A veces hay cosas que no se superan, pero que no es necesario superar. Forman parte de tus cicatrices, y hay que vivir con ellas”, ha dicho por ahí el propio director.

“Rinoceronte” (Argentina-Italia, 2022). Dir,: A. Castro Godoy. Int.: D. Cremonesi, V. Contini, E. Franco.