Ya corrió sangre y hubo muertos. Desde mayo de 2000, cualquier cientista social o analista político medianamente entrenado, podía haber avisado antes de la tragedia. Y, cualquier político responsable debía haberlo advertido. Nadie lo expuso tan directamente en aquel tiempo, aunque no era difícil conjeturar lo que iba a acontecer con un gobierno que proponía “más neoliberalismo de prepo”, y llevaba 19 meses de protesta social creciente.
En diciembre se cumplieron 21 años de la represión ordenada por el gobierno del entonces presidente Fernando De la Rúa, que terminó con 39 muertos y 500 heridos en todo el país. La Argentina del “ajuste a palos” quedó visible durante la sucesión frenética de 5 presidentes en apenas 11 días: De la Rúa, Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y, Eduardo Duhalde.
Principiaba enero de 2002 en total desasosiego, la posibilidad de una “guerra civil” había sido señalada por el presidente Eduardo Duhalde y por el expresidente Provisional Ramón Puerta los primeros días. El Departamento de Estado de los Estados Unidos calificó a la Argentina como “país de riesgo para los turistas norteamericanos”. La alternativa de que la crisis podía derivar en un “golpe militar” fue advertida en un documento de la Unión Europea difundido en la tercera semana de enero 2022.
A ello se sumaron declaraciones de Mohamed Ali Seineldín desde su lugar de detención en Campo de Mayo, denunciando la existencia de un golpe impulsado por la CIA y declaraciones de Elisa Carrió, argumentando que estas afirmaciones tenían visos de credibilidad (Rosendo Fraga, Carteco, marzo, 2002).
Hoy nadie representa la “bronca” de la gente. En primera instancia, la protesta social se va radicalizando y pareciera estar más cerca de la izquierda que de la derecha. Es que aparece un sentimiento anárquico, contrario al orden que es un valor central de las derechas. Pero la evolución de los acontecimientos puede hacer girar el péndulo que hoy parece más cerca de la izquierda, en la dirección contraria. (Ibid)
Fernando De la Rúa asumió el 10 de diciembre del año 1999, a poco de iniciarse el nuevo siglo, y tuvo que abandonar el cargo algo más de dos años después, el 20 de diciembre de 2001.
Ese breve pero acelerado gobierno tuvo un enorme impacto en la historia argentina reciente. De la Rúa abandonó el barco en medio de una crisis inédita, que tuvo un enorme costo social: desde el congelamiento de los depósitos, aumento geométrico de la pobreza y el desempleo, enormes pérdidas de ingreso y transferencias desde los más pobres a los más ricos, mientras ésta sucedía. Los meses que siguieron con millones de damnificados de la devaluación. Una experiencia que no debe repetirse en nuestro país.
En la dinámica de aquel desmoronamiento de un gobierno existía una dimensión que debía ser estudiada más a fondo, que es el rol que jugó la comunidad de expertos en economía. Los economistas habían sido los verdaderos artífices y portadores de la ideología dominante durante aquellos años, ahora vuelven como candidatos políticos. En esa comunidad de expertos existía y sigue existiendo un consenso muy extendido, hegemónico e inamovible sobre las políticas económicas que debe adoptar la Argentina.
La dominancia financiera sobre la política tuvo mucho que ver con estos individuos clave de aquel período. Y no se trató de un fenómeno circunscrito a la Argentina. La década de los años 90, caracterizada por el Consenso de Washington y las reformas económicas neoliberales en varios países del mundo, fue la década de los políticos tecnócratas. O technopols, como los denominó Jorge Domínguez (1997). Y el technopol argentino clave fue Domingo Cavallo, quien hoy regresa disimulado detrás del discipulado y la Fundación que lo catapultó a la fama. Este economista con un doctorado en la Universidad de Harvard y uno de los más conocidos profesionales de las ciencias económicas argentinas, fue fundamental en esa comunidad de expertos, y en los nuevos pregoneros transmutados.
La tecnocracia o “gobierno de los técnicos”, definido por Robert Putnam, se caracterizan por ciertas creencias y convicciones. Los tecnócratas creen que la técnica y la planificación racional deben reemplazar a la política de las negociaciones, los apoyos y las concesiones. Creen que el progreso o el bien buscado se consiguen mediante la despolitización, y desconfían de los valores, las ideologías y las lógicas de la política partidaria. El Estado, en la mentalidad tecnocrática, es un implementador de políticas públicas que debe colocarse “por encima” de los intereses sociales.
El caso argentino (2001) mostró los límites de los políticos tecnócratas y sus archi fracasadas políticas. La ausencia de una base de sustentación política a las decisiones de política económica debilita los gobiernos, y los conduce al colapso. De esta manera, en la Argentina se verificó una tendencia que indicaba que en los países que habían aplicado políticas neoliberales emergentes del Consenso de Washington, e incurrido en crisis financieras, ya al borde de la cesación de pagos, era casi inevitable la caída del gobierno (Ecuador, Indonesia, Malasia, etcétera) ante la imposibilidad de manejar sus consecuencias.
Después de la tragedia 2001, la solución a la crisis, no vino de la tecnocracia sino de la reconstitución de la política y sus instituciones.
La pregunta que hay que responder es: ¿por qué repetidamente, en un contexto de vulnerabilidad económica, alguien puede creer que las mismas ideas de “tecnocracia y palos” pueden construir la salida? - A veintiún años de 2001, regresan “los technopols recargados”. Los resultados y las consecuencias de aquella desdicha con unos mismos actores y otros afines, instituciones y personas.
Son muchos los colegas que temen que en menos de un año de intentos de “neo liberalismo de prepo”, sobrevenga un estallido social de magnitud y caiga el nuevo gobierno. Recuerde, nunca un gobierno argentino se desgastó tanto en tan solo dos años de gestión como el de Fernando de la Rúa. Al momento de renunciar, la imagen positiva de quien había ganado en primera vuelta, y tenía un enorme prestigio previo, era sólo 4%.