Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXVII)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXVII)

“Durante décadas los pueblos del mundo subdesarrollado se han rebelado cuando los problemas de austeridad impuestos en sus países han sido demasiado severos, pero sus quejas no solían tener eco en Occidente. (Stiglitz, Joseph, “El malestar de la globalización”, Cap. 1, Pág.29, 2002, Taurus, Buenos Aires) …” “El colapso argentino en 2001 es uno de los más recientes fracasos de los últimos años. Dada la alta tasa de desempleo de los últimos años, lo asombroso no es que los ciudadanos se amotinaran, sino que sufrieran en silencio durante tanto tiempo” (Ibid, pag.47). “Aunque casi todas las actividades del FMI y el BM tienen lugar hoy en el mundo subdesarrollado…estos organismos están siempre presididos por representantes de los países industrializados…Las instituciones no son representativas de las naciones a las que sirven”. (Ibid, pag.48)

… “el mejor gobierno es un gobierno pequeño que resigna la mayor cantidad posible de funciones que el Estado no desempeña con éxito merced a su consabida ineficiencia y corrupción, a favor de una supuesta-no siempre probada- mayor eficiencia y ética proveniente del sector privado”. (Joseph Stiglitz, “Caída Libre” Editorial Taurus, Edición 2010, Ciudad de Buenos Aires)

¿Qué decía el FMI sobre la Argentina?

El FMI antes del pedido de apoyo (mensaje en el artículo IV de dic-17): “A pesar de la recuperación económica (N. de la R.: se refería al año 2017), el mix de política económica elegida generó efectos secundarios adversos. El elevado déficit fiscal provocó un aumento de la deuda en moneda extranjera, un creciente déficit de cuenta corriente, altas necesidades de financiamiento externo y una apreciación del peso. A su vez, el financiamiento monetario del déficit fiscal debilitó la credibilidad del esquema de metas de inflación del BCRA y la tasa de inflación no bajó”.

¿Qué medidas aceptaría la administración del ingeniero Macri?

Las prioridades: Eliminación del déficit primario para 2019 mediante una reducción delsector público vía una baja del gasto primario que es alto en términos regionales. Reducción el empleo público, restauración de la sustentabilidad del sistema previsional-suba de la edad de retiro de la mujer, ajuste de haberes por inflación esperada-, racionalización del gasto social-duplicaciones, menores costos administrativos e indexación por inflación esperada-, mejora del proceso de licitaciones, reducción de transferencias a provincias, municipios y empresas públicas. Reducción de asistencia del BCRA al fisco, ya que el financiamiento del fisco y las compras esterilizadas de reservas dificultaron la desinflación y aumentaron la deuda del BCRA. Sistema tributario debería ser menos distorsivo, mercado de trabajo más flexible y más equilibrado en términos de regulaciones, mayor competencia en los mercados nacionales, mayor lucha contra la corrupción y eliminación de barreras al comercio y la inversión extranjera.

La algarada financiera y cambiaria le brindaba al gobierno la gran oportunidad para realizar el ajuste, echarle la culpa al FMI y negarlo al mismo tiempo: “es nuestro plan”. Estaba la ocasión que pregonan en estos días los más crueles technopols de la Argentina. Podían lanzar un plan que cambiara el mamarracho macroeconómico con una política fiscal y monetaria dura, descartando la dominancia fiscal para frenar la absorción de Lebac, bajando la emisión para el fisco y la emisión para la compra de dólares del Tesoro. Reduciendo el déficit fiscal, enfrentarían la imposibilidad de emitir deuda en los mercados voluntarios (se habían caído de su propio mundo) y sería menor el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Felices los niños monetaristas, sin dominancia fiscal, el BCRA recuperaría la tasa de interés como instrumento para bajar la inflación en vez de utilizarla para parar la corrida cambiaria. Supuestamente no se podía reducir el déficit externo que quedaría para 2020. Hacerlo en 2018 involucraba una gran devaluación, con pase a precios, mayor inflación, estallido social y le tenían pavor al helicóptero.

De todos modos, con el nuevo plan del FMI vendrían los tiempos más crueles, era altamente improbable la expresión que nos narraba que llegaría la recuperación desde el segundo semestre de 2019 y que gozaríamos una menor tasa de inflación (había elecciones en ese periodo).

Hasta 1997 (la crisis del arroz), cuando ocurría un shock exógeno que revertía el influjo de capitales (sudden stop, Calvo), los países fuertemente exportadores de industria, impedían un desplome mayor de la actividad económica y una gran devaluación que podría desestabilizar sus economías y aumentar las presiones inflacionarias, para eso recurrían al FMI. Pero el FMI tiene como propósito medular recuperar la confianza perdida de los inversores, impedir la salida de capitales y conseguir que el país vuelva a conseguir crédito en los mercados, mejorando el equilibrio externo.

Como es obvio, existe una disyuntiva en termino de precedencias. La rehabilitación externa para el FMI, contra la restitución del equilibrio en el mercado de bienes con recuperación del nivel de actividad para el pais que solicita asistencia al FMI.

En la Argentina después de 2001, por 17 años a nadie se le ocurrió volver a intentar una política fiscal contractiva para que el nivel de actividad económica se debilite, comiencen los despidos en el sector privado y caiga el salario real. Por esa razón, los ajustes no se debieron comprometer, desde el lado del gasto.

El ajuste fiscal puede venir por un aumento de ingresos que un gobierno promercados como el de Cambiemos, podía haber gestionado con el círculo rojo para ganarse al pueblo y ganar las elecciones. Pero al mejor equipo de los últimos 50 años no se le caía una idea, nada sagaz, ni siquiera para designios ignominiosos. Por eso en todas sus trapisondas quedaban vestigios evidentes como se encuentra en los baños públicos.

En síntesis, con el programa del FMI el nivel de actividad se resentiría y la tasa de inflación sería más elevada, auspiciando un ambiente de agitación social. Si iban a fondo las probabilidades que la economía iniciara en junio 2019 una fase expansiva con reducción de la tasa de inflación era cercana a “cero”. El gobierno había perdido toda credibilidad, y esto impediría por mucho tiempo volver a los mercados de deuda. El relato lo daba por hecho, de la mano de una recuperación de la actividad que era absolutamente quimérica.

Desde el anuncio todo dependería del monto del préstamo del FMI y de cuán convencido estuviera Macri de cumplir el programa acordado. Esta posibilidad también era cercana a “cero”. Nunca tuvo el coraje de enfrentarse a un estallido social como decía antes de bajarse de la candidatura, “incluyendo muertos”. Esa se lo deja a Bullrich y Milei. Ni siquiera en el arranque, en el momento de ejercer el coraje cacareado no se tuvo (2016). Hasta en 2018 Macri titubeo, y solo lo animo el pánico de que se disparara más la inflación y no llegar a la elección de octubre de 2019. A punto estuvo. Cuando se trataba de una tarea desagradable “en el margen”, Macri no se atrevía.

Sin embargo, con el FMI había que hacer sostenible la deuda pública, lo que implicaba un mayor ajuste, eventualmente en muchos años si ganaba (6 años de ajuste) que originalmente no parecía previsto por el gobierno. Deberían establecer metas más exigentes de déficit primario que el presidente no podría sobrellevar.

El recorte de 1% del PBI en 2019 sería más difícil de conseguir que el recorte de 1.3 de 2018. Pero iban a cubrir las necesidades financieras con los desembolsos del FMI y otros organismos multilaterales escrupulosamente, porque los mercados no le iban a refinanciar voluntariamente los vencimientos de deuda que no cubriera la asistencia financiera de los organismos. En lugar de ir por ayuda al FMI-que ni Bolsonaro intento-, podían haber intentado reestructurar la deuda con sus amigos del sector privado. Pero tenían que ir al FMI y justificar un plan de ajuste que involucrara a los próximos 2 o Gobiernos…

Si la austeridad a ultranza de 2001 en la Argentina no fue la respuesta a los supuestos vicios públicos, la recuperación de la economía argentina desde el default tampoco se produjo como consecuencia de esas políticas públicas sino, justamente, porque se aliviaron o interrumpieron.

(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros

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