Un mar de valijas inunda un pasillo de unos cien metros de largo que conecta las distintas salas de la planta baja del hotel Llao Llao. El foro que junta cada año a empresarios de los más poderosos del país termina y unos 140 hombres y mujeres de negocios emprenden su regreso. Como suele ocurrir en Argentina, el tiempo transcurrió de una manera especial. Entre el lunes y el miércoles la cotización del dólar blue subió más de $20, las proyecciones de inflación volvieron a pegar un nuevo salto y el jefe de asesores del Presidente renunció. Todo en menos de 72 horas. Los principales candidatos a presidente por parte de la oposición desplegaron su agenda de ajuste. Expusieron un cóctel que va desde la poda de quince puntos del gasto, hasta la reforma laboral y un plan de dolarización de la economía ante un círculo rojo que toma nota, pero tiene su propia agenda. El oficialismo brilló por su ausencia.
Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, Gerardo Morales y Javier Milei se acercaron al edificio plagado de madera patagónica que está ubicado frente al lago Nahuel Huapi, para seducir a quienes muchos catalogan como “el poder real”. Allí, dueños de compañías influyentes en distintos sectores de la economía los recibieron con entusiasmo moderado. “Les sirve más a ellos que a nosotros venir, todos los que están acá tienen el teléfono de los candidatos y pueden hablar cuando quieran”, sintetizó un empresario de peso.
Los políticos desplegaron su operativo seducción. Las propuestas amenizaron el ambiente tanto como el piano que reversionó clásicos del pop durante extensas jornadas en el lobby del hotel. Los referentes opositores se despacharon con sus recetas: recorte del gasto público, apertura del cepo cambiario, reforma laboral, baja de impuestos. Música para los oídos de los “140 tiburones”, como definieron en una sala reservada a los asistentes.
La disputa por el aplausómetro llegó a los equipos de campaña de los políticos. En el entorno de Patricia Bullrich difundieron una encuesta que la posiciona como la expositora más elegida con cincuenta votos, seguida por Larreta con veinticinco y Milei con dieciséis. En cambio, los colaboradores de Gerardo Morales aseguraron que el jujeño “fue el más aplaudido”. Todo muy difícil de corroborar.
El lunes, cuando el evento comenzó, el dólar blue cotizaba cerca de los $400 en las cuevas de la Ciudad de Buenos Aires. Para el miércoles la divisa paralela, que también se ofrece al grito de "cambio, cambio" en el centro de Bariloche, ya rozaba los $423. Lejos de la dinámica que se puede observar en los graphs de los canales de televisión, los empresarios lo tomaron con calma.
“Es una cuestión de expectativas, este mercado se mueve por las micro decisiones que toma cada uno y hay un gran componente psicológico”, dijo el titular de una firma que prefirió guardar el anonimato. “La inflación va a seguir subiendo por ende el dólar también”, resumió otro hombre experimentado en el rubro comercial.
Lo cierto es que por esas horas en las tierras patagónicas se expresó más preocupación por la suba de tasas en Estados Unidos y la crisis del sistema financiero, que por los más que habituales saltos en el tipo de cambio paralelo. El Foro Llao Llao se caracteriza por el alto nivel de concurrencia de emprendedores del rubro tecnológico que ante el menor apetito de los inversores por el riesgo ven mucho más complicado el acceso al financiamiento para impulsar sus proyectos.
El martes fue un día de muchas versiones. Algunos hablaron de cambios en el Gobierno, otros de operaciones cruzadas y algunos hasta deslizaron alguna teoría conspirativa sobre la suba del dólar blue. Nada de eso penetró las paredes del Hotel Llao Llao. El clima interno de una especie de retiro espiritual siguió su curso. Apenas un empresario se refirió a las idas y vueltas que terminaron con la salida de Antonio Aracre de la Casa Rosada: “Es un episodio más de estos a los que nos tiene acostumbrado el Gobierno”, dijo.
Luego de una serie de paneles encabezados por profesionales que analizaron temas de intenso debate en todo el mundo, como el avance de la inteligencia artificial, la mesa estaba servida con un clásico asado para dar cierre al encuentro, con un almuerzo que sería deleitado por los comensales mientras el presidente Alberto Fernández daba un discurso por videoconferencia. Hasta hubo un enlace con la Casa Rosada para probar la calidad del sonido. Pero nada de eso ocurrió, el mandatario decidió a último momento no participar “por cuestiones de agenda”.
A pesar de que el propio Fernández dijo días atrás que “hay que terminar con la discusión de empresarios por un lado y Estado por el otro”, en las crónicas de las 72 agitadas horas quedará como conclusión una competencia de candidatos opositores por definir quién está más a la derecha. La ausencia absoluta de voces del oficialismo terminó por opacar el debate político. La falta de músculo del Gobierno para discutir la agenda es una foto más de la resignación que muchos perciben también en la cotidianidad de la gestión.