Una reunión asentada en la agenda del extitular del OCCOVI Claudio Uberti, hallada en un allanamiento en esa dependencia, fue el eje de la audiencia de testimoniales en el marco del juicio oral por el ingreso del venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson con una valija con casi u$s800 mil descubierta en la madrugada del 4 de agosto de 2007. Con fecha 30 de mayo de 2007 estaba agendado “17.30, Sr. Alejandro Antonini” con la aclaración “vb” a un lado que, según coincidieron todas las secretarias de la privada del exfuncionario, se correspondía con el procedimiento para identificar cuál de sus colaboradoras inscribía la actividad: Victoria Bereziuk, su secretaria privada y “mano derecha”, según declararon las testigos. La mujer ya fue investigada y sobreseída luego de haber sido parte de la comitiva que arribó en el vuelo de Royal Class alquilado por ENARSA donde se halló en un control aduanero los u$s 790.550. Esa inscripción que guió el cuestionario ayer se complementaba con una suerte de libro de actas donde figuraba manuscrito “Antonini Guillermo” en un control de accesos, con el nombre de otra secretaria autorizando y el nombre del chofer personal de Uberti como si esa persona hubiese ingresado a las oficinas del OCCOVI a través del estacionamiento. Esa presunción fue la hoja de ruta de las preguntas.
Una decena de testigos declararon en la audiencia de media jornada, en su mayoría exintegrantes de la secretaría privada de OCCOVI y hasta dos exempleadas del Sofitel, lugar donde el venezolano se alojó y tomaba café. La única certeza que quedó es que fue visto casi a diario durante una semana de estadía en diversas reuniones en el bar con personas sin identificar. El Tribunal Oral en lo Penal Económico N°1 avanza a todo vapor en el despacho de testigos y hasta el fiscal de juicio Marcelo Agüero Vera apunta al hueso en sus interrogatorios que, hasta ahora, se extendieron solo lo imprescindible para evacuar dudas. En muchos casos, el tiempo conspira. Pasaron 16 años de los hechos. En tanto, Uberti aguarda su turno para declarar en el juicio tal como adelantó su defensa.
Bereziuk manejaba la “agenda internacional” de Uberti que tenía compartimentada las funciones de sus colaboradores. Lo que las secretarias pudieron asegurar es que –como ocurre en tantas dependencias ministeriales- existen reuniones que no quedan asentadas en ningún lado y personas que ingresan sin registración. Para el caso del OCCOVI, una de esas vías era la entrada por el estacionamiento, donde solo el conductor debía identificarse. Del mismo modo, hubo otra afirmación coincidente: ninguna de las secretarias vio a Antonini entrar al despacho de Uberti que tenía un único ingreso que debía atravesar la “privada”.
María Sofía Coló –que hoy vive en Italia- relató una excentricidad del exfuncionario: cuando llegaba, su chofer avisaba, y una secretaria debía correr a la entrada para pasar su tarjeta en el momento en el que atravesaba los molinetes. “Había gente que hacían pasar por el costado”, agregó como un uso y costumbre que, vale aclarar, no es para nada exclusivo y se suele practicar al día de hoy. Para mayor complejidad, el OCCOVI estaba ubicado en el tercer piso de uno de los edificios que en realidad estaba interconectado con otros tres contiguos de distintas dependencias oficiales con ingresos separados pero con posibilidad de deambular internamente entre ellos. En líneas generales, las secretarias confirmaron que el despacho de Uberti no era el único lugar donde mantenía reuniones pero no supieron que las mantuviera con venezolanos. Como mucho, una recordó que debieron encargarse de los refrigerios de un evento en ocasión de la visita de Hugo Chávez a la Argentina, pero que por el lugar no era de rango presidencial. La mujer sí deslizó que lo primero que pensó cuando estalló el escándalo del hallazgo de la valija en un vuelo privado arribado a Aeroparque fue en que el funcionario involucrado era Uberti. La defensa del exfuncionario buscó cruzarla para que ratificara si algo de eso le constaba. La testigo mantuvo sus dichos.
Costó que las secretarias reconocieran una “hoja de actas” que forma parte de las pruebas y estaba manuscrita, creen, por Bereziuk. Todavía no hubo precisión respecto a qué representaban esos registros. Félix Martínez que supervisaba los controles de acceso para la época fue interrogado por una declaración que hizo durante la instrucción del caso y un informe que elevó respecto de falencias en la registración de ingresos a las dependencias oficiales de referencia. Le recordaron parte de sus dichos: el 28 de diciembre de 2007 “recibí la visita de una diputada que me solicitó todos los datos de control de acceso y grabación de imágenes”. No solo no recordó quién se lo había pedido, sino que tampoco rememoró haber declarado eso.