NASA: 10 inventos presentes en nuestra vida cotidiana que quizás no conocías su origen

 NASA: 10 inventos presentes en nuestra vida cotidiana que quizás no conocías su origen

Siempre estamos muy pendientes de los grandes avances que promueve la NASA en el espacio, pero pocas veces nos paramos a pensar en todos las aportes que han hecho sus científicos a mejorar la vida en la Tierra, aunque fuera de forma indirecta.

A la NASA muchas veces se le atribuyen unos presupuestos desorbitados en temas del espacio, muy lejos de los problemas del día a día de los habitantes de la Tierra. En este artículo vamos a demostrar que su trabajo también repercute y ayuda a mejorar la vida en nuestro planeta.

En los años 90, los científicos de la NASA se pusieron manos a la obra para desarrollar unos sensores de imagen que permitieran reducir el tamaño de las cámaras que iban a bordo de las naves espaciales, pero manteniendo la calidad de la imagen.

Así surgieron los sensores de imagen de semiconductores complementarios de óxido metálico o CMOS. Su fabricación resultó ser más fácil y rentable que los sensores que se usaban por aquel entonces, animando al resto de la industria tecnológica a usarlos.

Décadas después esta tecnología ha ido mejorando y se encuentra en una de cada tres cámaras, las mismas que hoy usamos en nuestros móviles, ordenadores o tabletas.

Los astronautas deben enfrentarse a situaciones realmente complicadas y, aunque se nos puedan pasar por la cabeza cientos de elementos imprescindibles para una misión espacial, sin duda el traje espacial es uno de los grandes inventos de las agencias espaciales.

Después de inventar un molde de goma para los cascos, lo aplicaron en los zapatos. Esta técnica permitió la creación de amortiguadores en la parte inferior del zapato y que con el tiempo terminó en las deportivas que hoy usamos para hacer deporte o por pura comodidad.

En los años 60, la NASA se puso a trabajar en un material más resistente para los visores de los cascos de los astronautas.

La investigación duró más de diez años pero sirvió más tarde a los fabricantes de anteojos para cumplir con la normativa establecida en 1972 por la Federación de Drogas y Alimentos, que les obligaba a que todas las lentes debían ser a pruebas de golpes para seguridad de los consumidores.

La compañía United Airlines decidió buscar una forma de crear auriculares con micrófono más ligeros para sus pilotos. En el juego entraron Courtney Graham, piloto de la compañía y Keith Larkin, empleado de Plane-Aids especializado en la fabricación de estos dispositivos.

Juntos acabaron creando el modelo MS-50, un auricular con un banda para la cabeza y un tubo acústico conectado a un pequeño transistor para el micrófono. La idea tuvo mucho éxito y acabó llamando la atención de NASA.

Graham y Larkin crearon su propia compañía llamada Pacific Plantronics INC y, colaborando con la agencia espacial, incorporaron su creaciones a los cascos de los astronautas. Con el tiempo emprendieron el camino hacia los dispositivos comerciales para los hogares de medio mundo, como los auriculares con Bluetooth para celulares o mismo ordenadores portátiles e incluso los actuales altavoces inteligentes que controlan nuestras casas.

Bob Taylor, que por aquel momento trabajaba en la NASA, estaba buscando nuevas formas de hacer los ordenadores previos a los años 60, más interactivos y fáciles de usar. Doug Englebart, jefe del proyecto de desarrollo del ratón en el Instituto de investigación de Standford, le propuso sus ideas a Taylor, el cual terminó por financiar el proyecto.

En ese momento, no debieron ser conscientes de que su invento acabaría en todas las casas y oficinas, ya que por esas fechas los ordenadores eran cosa de grandes compañías y no se planteaban para el gran público.

Hay que añadir que, en 1965 Taylor cambió su puesto en la NASA por un trabajo en la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA), desde donde iniciaría el proyecto ARPAnet, conocido por ser el precursor de internet, pero eso es otra historia.

Tal vez decir que la NASA es la creadora de los ordenadores portátiles es un poco exagerado, pero sí son uno de los principales agentes que han contribuido con su desarrollo a lo largo de la historia para que ahora los tengamos en nuestras casas y podamos llevárnoslos a la universidad o al trabajo.

El GRiD Compass es considerado como el primer portátil del mundo. Fue diseñado por Bill Mogride en 1979, que tardó tres años en vender la primera unidad, la cual fue entregada al Gobierno de de los Estados Unidos que después le cedió a la NASA uno de estos modelos para una de sus misiones, pasando de ser el primer ordenador portátil, a ser también el primero en llegar al espacio.

Resulta que los TPA o de aluminio policristalino transparente que se desarrollaron para el trabajo con misiles, acabó usándose para crear aparatos de ortodoncia dental transparente más discretos que los normales.

Las características de la TPA lo convirtieron en la opción perfecta para aquellas personas que querían arreglar su dentadura pero sin llamar la atención al sonreír.

Parece mentira que uno de los alimentos que antes prueban miles de bebes en este mundo no se creara para ellos en un principio, sino para mejorar la alimentación de los astronautas en el espacio.

Los laboratorios Martín Marietta de Maryland empezaron a investigar con el uso de las microalgas en la década de los 80 para suministrar de alimentos más nutritivos las misiones. También se quería usar como fuente de oxígeno y como catalizador para eliminar los desechos de la tripulación.

De estas microalgas se obtuvo un aceite vegetal que es altamente nutritivo y ayuda al desarrollo mental y visual de los bebés. Su valor radica en dos ácidos grasos polisaturados conocidos como DHA y ARA y que se encuentran en la leche materna pero no en muchos de los productos de alimentación infantil, excepto Formulaid, un producto creado por la compañía estadounidense, Martek Biocienses Corporation que debe su alimento más popular a la investigación de la NASA.

Este descubrimiento es más sencillo de imaginar. Al igual que los aviones, los cohetes para llegar al espacio deben sufrir temperaturas realmente bajas.

Los esfuerzos comenzaron en 1944, con la apertura del Túnel de Investigación de Helio. Gracias a este proyecto se desarrolló un sistema de resistencia que combina el anticongelante térmico y el deshielo mecánico, para mantener perfiles aerodinámicos como las alas del avión.

Desde entonces se probaron y desarrollaron nuevos sistemas como el de aire caliente o antihielo electro-térmico, que acabó siendo aprobado por la Administración Federal de Aviación (FAA) de los Estados Unidos.

Los investigadores de la NASA demostraron que cortar surcos finos a través de las pistas creaba canales de drenaje para el exceso de agua y reducía considerablemente el riesgo de planear y resbalar, tanto de aviones como de coches.

Este descubrimiento desembocó en que cientos de aeropuertos comerciales aplicaran esta técnica para disminuir el número de accidentes que se producían hace años en los aterrizajes y despegues.

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