Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XLIII)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XLIII)

“La prensa no tiene el objetivo de contarle a la población cómo funciona el poder. Esperar eso sería una locura…Ellos forman parte del sistema de poder, ¿por qué van a dejarlo expuesto? …decirle la verdad en la cara al poder no tiene ningún sentido. No sirve de nada decirle la verdad en la cara a Henry Kissinger, porque el ya la conoce.” (Noam Chomsky)

Lo cierto es que tarde que temprano la alfombra no puede recoger más tierra debajo de su cobijo. Los crecientes déficits gemelos que no le importaban a nadie por más de dos años, de repente empezaron a escandalizar, en un contexto donde los niveles de la deuda eran muy altos, y el gobierno mostraba señales de agotamiento. Las indefectibles reducciones del déficit fiscal (que no tienen por qué ser bajando el gasto público) y déficit externo las acabó asignando la realidad, a un compás mucho más acelerado.

Además, en 2018, la actividad económica caía en mayo más de lo esperado (-1.4% contra abril) y (-5.8% contra igual mes 2017). La inflación en julio 2018 se ubicaba en 31% anual.

La llegada del “Messi de las finanzas” logró apaciguar el incendio cambiario, pero regalando dólares a diestra y siniestra, lo que constituyó una buena noticia para todos los que querían huir con el botín. La confianza no se podía recuperar con el naufragio que habían dispuesto los mismos personajes que la perdieron.

Con el fin de salir del zapateo revolvieron la operación “Salvemos a Willy”, el Gobierno no pensaba en recuperar la confianza, sino el aliento para poder volver a EE.UU. Nadie quería correr la suerte del amigo de Macri, el ex presidente paraguayo Horacio Cartes, quien tiene la entrada prohibida.

El contexto externo seguía incierto y volátil, con menos liquidez. Para recuperar la confianza era imprescindible ayudar a salir a los rezagados y a la vez tener en cuenta el cumplimiento del acuerdo con el FMI, de modo de eliminar las dudas sobre la capacidad de pago y la sustentabilidad de la deuda, reduciendo la tasa de inflación, de la mano de la eliminación de la emisión monetaria para el fisco y el desarme de las Lebac.

En el marco de la “operación Salvemos a Willy” el gobierno enfrentaba riesgos de que volviera a producirse una nueva estampida, que haría imposible tomar un vuelo en American Airlines. Había que esconder las encuestas que aumentaban la incertidumbre respecto al resultado electoral, era difícil que mejorara la imagen de Macri y bajara el riesgo país. Recogían muchas dudas porque Macri se presentaba como un cobarde para quienes tenían expectativas de coraje político para hacer las reformas.

Obviamente no tenía el coraje que exhibe actualmente lejos de la presidencia, pero por lo menos intentaría cumplir con las metas acordadas con el FMI. Para la derecha argentina, era hora de cumplir el acuerdo con el FMI, mostrar convicción y liderazgo político, para recuperar un lugar en el flanco externo.

El Gobierno apuntaba a cumplir con la meta de déficit primario, equivalente a 2.7% del PBI, bajando desde 3.8% en 2017. El ajuste era muy importante; el déficit primario que había acumulado en los últimos doce meses-hasta junio-ascendía a 3% del PBI, exhibiendo una caída de 0.8% del PBI con respecto al registrado en 2017-cuando el ajuste que se debería lograr en todo 2018 era 1.1% del PBI-. El costo de la generación de electricidad y gas habían aumentado con la fuerte devaluación y se esperaba otro ajuste tarifario en octubre, el esfuerzo fiscal en 2018 recaería en la obra pública, transferencias corrientes a provincias y en salarios estatales.

En 2019 el Gobierno tendría que realizar un ajuste fiscal que implicaba una reducción del déficit primario de 1.4% del PBI, desde 2.7% del PBI en 2018 a 1.3% en 2019. Pero como este ajuste se producía al mismo tiempo en que subiría el gasto en jubilaciones y prestaciones sociales 0.4% del PBI indexado por la fórmula previsional, el esfuerzo fiscal no previsional era de 1.8% del PBI. Un esfuerzo fiscal de $ 300 mil millones.

El gobierno pretendía que 30% de este esfuerzo fiscal fuera realizado por las provincias y 70% por la Nación. Esto requeriría espinosas negociaciones con los gobernadores y los legisladores opositores, no pudiendo descartarse que la provincia de Buenos Aires terminara perdiendo parte de los $ 41.000 millones que favorecieron a María Eugenia Vidal, con el Pacto Fiscal.

El FMI señalaba que el ajuste fiscal acordado era ambicioso. Porque sólo el 12% de los países con programas con el FMI en situación similar a la Argentina se habían comprometido con un ajuste tan exigente. El gobierno pretendía que el gasto primario de 2018 cayera 6% real. Para el FMI, el gasto debería caer 8,6% real, año contra 2017 en el segundo semestre 2018, para cumplir con la meta anual. Si se renovaba solo el 60% de los vencimientos de Letes, las necesidades de financiamiento subirían u$s 5.300 millones en 2018 y u$s 6.400 millones en 2019.

Mientras tanto, la política monetaria atravesaba su etapa de transicióndesde las metas de inflación al control de los agregados monetarios. Con el acuerdo con el FMI se eliminó el financiamiento monetario directo e indirecto al fisco y se recomendó el desarme del stock de Lebacs que alteraba el uso de la tasa de interés como instrumento de política económica para bajar la tasa de inflación. Ambos factores impedían que el esquema de metas de inflación previo resultara efectivo a la hora de desinflar la economía.

Pese a los avances que se lograron con el FMI, el Messi de las finanzas se volcó a introducir un nuevo cambio en materia de política monetaria, manteniendo las metas de inflación comprometidas con el FMI, tenía la intención de dejar de controlar la tasa de interés, para pasar a controlar la cantidad de dinero.

En la transición, habría un sistema híbrido, donde explícitamente se proseguiría fijando la tasa de interés de referencia una vez por mes, con un régimen de rastreo más atento a los agregados monetarios. El objetivo del BCRA era poner en marcha un régimen más objetivo y con mejores perspectivas para bajar la tasa de inflación.

Estimaban que desde agosto 2018 en adelante, la tasa de inflación promediaría 2% mensual, para el año 31%, y se acercaría a la altura superior comprometida con el FMI.

Recuerde que si la tasa de inflación superaba el 29% había que consultar políticas con el staff del FMI, y si superaba el 32% acabarían los desembolsos hasta que se acordaran nuevas medidas con el directorio del FMI. Existía el riesgo de sobrepasar la banda superior de 32% anual en septiembre y en diciembre, pero era mayor el riesgo de tener que ir a dar aclaraciones al directorio del FMI en marzo de 2019 si se superaba la inflación de 28%, meta central de 24% + cota superior de 4 puntos.

En el marco del acuerdo se fijó un techo a los activos domésticos netos y un piso a las reservas internacionales netas; reservas brutas menos pasivos de corto plazo del BCRA. Estas metas se establecen sobre conceptos que provienen del balance del BCRA. En un contexto en el que el país debía ganar confianza y volver a colocar deuda en los mercados globales, el nivel del stock de reservas internacionales netas jugaba un papel trascendental. La meta original de reservas netas internacionales era de u$s 28.600 millones al 30 de junio.

Tomando ello en cuenta, la nueva meta de reservas netas al 30 de junio ajustada por las ventas de dólares del Tesoro y los pagos netos de la deuda en divisas fue de u$s 25.300 millones y se cumplió, ya que las observadas resultaron de u$s 25.430 millones. Al 30 de septiembre la meta ajustada con datos hasta fines de julio era u$s 22.450 millones. Como el ajuste de la meta de reservas netas hacia abajo tenía un límite de u$s 7.500 millones correspondiente a lo que recibió el Tesoro del desembolso inicial, sólo quedarían dos semanas a partir del 27 de julio para seguir con las “subastas diarias” de u$s 100 millones.

El FMI y el BCRA querían tirarse encima de la granada de Lebacs, pero iba a depender si análogamente el Tesoro cancelaba deuda con el BCRA en dirección con lo acordado con el FMI. Para 2019 proyectaban un crecimiento del PBI del orden de 1.2%. Pero era alta la incertidumbre con respecto a cuándo se lograría bajar el riesgo país que condicionaba la recuperación económica de 2019.

El 10 de diciembre de 2015, hubo un optimismo exagerado y los inversores financiaron la celebración por dos años, pero luego se alborotaron con la dimensión de los déficits gemelos, y emigraron. En enero 2018 se cortó el financiamiento de los déficits gemelos y no quedaba otra que la corrección de todos los desequilibrios macroeconómicos.

Para que la operación “Salvemos a Willy” tuviera éxito era necesario recobrar la confianza y volver a los mercados. Una fantasía. Para ello a su vez resultaba decisivo cumplir con el FMI. Era difícil, porque un pais no es una planilla de Excel, sino una comunidad social con una organización política común, un territorio y órganos de gobierno propios soberana e independiente políticamente de otras comunidades.

Estaba presente el riesgo de que aumentara la incertidumbre política y la prima de riesgo no exhiba una caída significativa aun retomando la senda de algún crecimiento. No les daba el cuero para recesión prolongada sin incondicionales. A Macri le pedían que mostrara firmeza y liderazgo político quienes le ponían el hombro, pero lo único que desvelaba al presidente era evitar el helicóptero.

(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza, Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani

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