“No es que nosotros seamos tan buenos, sino que los demás son peores” (Perón). Habían realizado la mejor campaña posible para restaurar al peronismo en el poder. En solo 2 años, enero de 2018, la Argentina era expulsada de los mercados. En ese momento el estado financiero interno y externo presentaba varios desequilibrios. Anormalidades de magnitud como déficit fiscal de 7% del PBI, déficit de cuenta corriente de 6 puntos; en el balance del BCRA, rubro pasivos remunerados-Lebacs, pases y Leliqs- el capital superaba por lejos la base monetaria, creaba riesgos de mayor presión sobre el mercado de cambios, al debilitar la tasa de interés, como instrumento elegido para bajar la tasa de inflación.
Los fundamentals macro eran tan débiles, que el primer susurro que vino desde fuera acompañó para que se justificara la detención repentina de los flujos de capitales externos (sudden stop, Calvo), cuando en realidad ya nos habíamos caído del mundo al regreso del viaje a EE.UU. del ministro Luis Caputo. Claro que la escasa demanda de bonos domésticos y otros activos locales, se aceleró con las noticias de Turquía. Recuerde fechas, el financiamiento externo para el país se cortó abruptamente en enero de 2018 cuando en el mundo no había ningún ruido.
La falta de financiamiento externo luego de la expulsión de Caputo forzó el ajuste. Tasa de interés más alta, tipo de cambio real más alto y menor nivel de actividad, en un contexto de mayor riesgo país. Cae la oferta de dólares, el tipo de cambio trepa de $ 20.25 el 24 de abril a más de $ 40. Se devaluó casi 90% en tan solo cinco meses a pesar de que el gobierno regaló u$s 24 mil millones en el mercado de cambios, para que los amigos de Caputo pudieran partir. El brinco del tipo de cambio nominal transportó la aceleración de la tasa de inflación. La inflación anualizada en el tercer trimestre arremetió desde 29% en marzo a 66% en septiembre. Mientras que la expectativa de inflación para fin de 2018 aumentó 120%, al pasar de 20.3% en marzo a 44.8% en agosto.
Ante la falta de dólares, el gobierno Macrista tuvo que recurrir y pedir socorro desde “terapia intensiva” al FMI. Un nuevo acuerdo con el FMI, porque no alcanzaba nada. El primer acuerdo con el FMI se cayó a tan sólo dos meses de su firma en el mes de junio 2018. Hubo traspiés simultáneos. El FMI supuso que con un generoso préstamo u$s 50 mil millones, un fuerte desembolso inicial de u$s 15 mil millones y un programa económico, el riesgo país cedería y la Argentina volvería a colocar deuda. Pero no ocurrió. El FMI prestó rápido, mucho y mal.
El riesgo país prosiguió remontando hasta llegar a 783 basis points los primeros días de septiembre 2018. Mientras tanto, surgían todas las dudas sobre el financiamiento del sector público en 2019, y arreciaban los rumores de un eventual default de la deuda. Aumentaba el temor de una espiralización de la inflación en un contexto de creciente nominalidad. Con progresiva incertidumbre y el primer acuerdo con el FMI caído, hubo que salir a emparchar con un conjunto de políticas económicas forzadas que pudieran asegurara el stand-by aprobado el 20 de junio de 2018.
El nuevo acuerdo amplió el préstamo a u$s 57.100 millones. Otorgaron 7.100 millones más, y mejoraron de manera específica el perfil de los desembolsos. Se adelantaban desde ahora a 2018 y 2019, u$s 19 mil millones de los desembolsos originalmente previstos para 2019 y 2020. Metafóricamente, el helicóptero estaba en la terraza y sucedería una Asamblea legislativa, como en 2001. El problema quedaría para el próximo presidente, que fue quien, a solo 3 meses de la pesada herencia, recibiría el golpe de la pandemia mundial.
El nuevo programa económico se basaba en déficit fiscal primario “cero”. “Cero” aumento de la base monetaria y, en un nuevo esquema de libre flotación del tipo de cambio, donde el BCRA solo podría intervenir en caso de fluctuaciones excesivas, para lo cual se establecieron zonas de no intervención del BCRA, donde el Tesoro vendería dólares del FMI con fines presupuestarios. Se trataba de un programa económico de emergencia, para evitar la caída de un gobierno que había alcanzado el límite de su propia incompetencia (Peter).
Principio de Peter: todo empleo en un punto, tiende a ser ocupado por alguien incapaz de desempeñarlo. “En cualquier organización en que la pericia es elegibilidad para la promoción y la incompetencia un impedimento, esas reglas aplican”, Laurence J. Peter, Raymond Hull lanzaron (The Peter Principle, 1969).
No se trataba de un plan macroeconómico integral que perdurará más allá del 10 de diciembre, asistía solo a los fines de sacarle las castañas del fuego a Macri, porque si no, todo se iría por la letrina del excusado. Era un programa con medidas exageradas para atenuar la crisis. El programa tenía como propósito relegar las dudas sobre el default, que al final se produjo en 2019, zanjar la aceleración inflacionaria y la expectativa de creciente nominalidad de la economía argentina.
Querían tranquilizar el mercado cambiario gestionando un dólar más sereno mediante el enérgico estrujón monetario y un Tesoro que seguiría regalando dólares en el mercado de cambios.
El programa “Salvemos a Willy” tendría consecuencias (ceteris paribus) para los próximos 20 años. Lo tremendamente ansiado era obtener el financiamiento 2019, cortar la creciente nominalidad de la economía y apaciguar el mercado de cambios, aunque produjera una profundización de la recesión económica.
Así le fue a Macri en 2019. “Puedes engañar a todas las personas una parte del tiempo y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo” (Lincoln)
El fuerte estrujón monetario impulsó al alza las ya muy elevadas tasas de interés y llevaría a una fuerte disminución del crédito, para agravar el cuadro recesivo. La recesión se profundizaría con inflación creciente, un coctel diabólico.
El gran interrogante instalado por los amigos de Macri era, si lograría detener la tendencia ascendente de la tasa de inflación. Pues No. No lo conseguiría.
Por otra parte, con una recesión más profunda resultaba mucho más difícil cumplir con la meta de “déficit fiscal primario cero” y mantener a rajatabla la estricta “meta de cero” crecimiento de la base monetaria. Aunque en rigor, la meta no era cero, la base crecería 8% hasta junio de 2019 y 1% mensual, en adelante. Todo lo anterior, sabiendo que el esquema propuesto unía juntando todas las puntas del programa fiscal, monetario y cambiario.
En un contexto de ajuste recesivo, la puja distributiva y la conflictividad social iban a crecer. Vendrían tiempos “duros” para los ciudadanos de a pie, presiones y reclamos casi a diario para un gobierno incapacitado para dar respuestas. Macri había dilapidado su capital político con este nuevo programa. Duran Barba se lo había advertido.
Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.