Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LI)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LI)

Para el Gobierno del Frente de Todos era muy peligroso dejarse llevar por las nociones convencionales de excesiva prudencia. Uno de esas nociones es el recelo a los déficits que monitorea el FMI. En tiempos normales (2015-2019) hubiera sido bueno preocuparse por los déficits (primario y financiero) y la responsabilidad fiscal tendría que haber sido una virtud que podíamos haber aprendido con Cambiemos. Desde 2020, con la tragedia que arrimaron como herencia económica, más la pandemia y la guerra en Europa, hasta que desaparezcan los efectos emergentes, esto no debería intentarse. Mas aun, cuando la economía mundial está entrando en recesión (2023), esa virtud podría convertirse en una tragedia social. El intento prematuro de equilibrar el presupuesto, se podía haber llevado puesto al presidente Alberto Fernández en 2020.

LOS NUMEROS FRIOS DEL FMI

En 2018, desde el segundo acuerdo con el FMI, el BCRA enfrentaba el dilema de salir a adquirir dólares o hacerse el distraído, en el caso que el tipo de cambio acariciara la banda inferior acordada. El arreglo con el FMI decía que, si el dólar tocaba el piso, el BCRA tenía la opción de adquirir dólares y expandir sin esterilizar. Pero expandir pesos para adquirir dólares podría convertirse en una estrategia arriesgada para el objetivo de desinflación.

El gobierno se comprometió con el FMI a mantener la tasa de interés de Leliq por arriba de 60%, mientras que las expectativas de inflación no descendieran por dos meses consecutivos. Así los bancos se aseguraban una tasa real positiva de 4.2% en 2 meses. Pero si no intervenía, estaba el riesgo que el peso continuara apreciándose complicando la corrección esperada del déficit externo y la liquidación de la cosecha en el segundo trimestre 2019. La “bicicleta sin fin”, con tasa interna alta y apreciación del peso, podía alcanzar un volumen significativo, con el riesgo que, en los meses previos a la elección, cuando aumenta la dolarización de portafolios, los inversores optaran por desarmar sus posiciones en pesos y dolarizaran sus carteras, provocando un salto desordenado del dólar en las cercanías de los comicios.

Acaecía como indispensable consumar el inflexible programa del FMI para poder recibir los desembolsos, pero, de cualquier modo, a Macri le proporcionarían lo que fuera necesario para mantener la gobernabilidad. Cumplir con el FMI requería una convicción muy fuerte que Cavallo tuvo en 2001, pero fue difícil de mantener frente a una ciudadanía extenuada por el ajuste.

La creciente conflictividad social y la cercanía de la elección presidencial de octubre colisionaban entre sí. Se necesitaba una baja del riesgo país para renovar la deuda doméstica en dólares (Letes) y conseguir financiamiento para las necesidades fiscales en pesos.

El FMI pretendía que los desembolsos hasta las elecciones fueran útiles para exhibir logros y bajar el riesgo país. Para eso, todas las metas cuantitativas debían cumplirse y articularse. Las metas monetarias estaban relacionadas entre sí por lo que tenían que cumplirse conjuntamente. El programa no podría resistir otro ingreso de capitales especulativos excesivo, para aprovechar las altas tasas en un contexto de apreciación del peso. En los períodos pre electorales suele observarse un incremento en la demanda de activos dolarizados que podían potenciarse por la reversión del carry trade, especialmente si éste alcanzaba un volumen amplio.

Una menor inflación respecto de la presupuestada disminuiría la recaudación nominal, a su vez, el nivel de jubilaciones y prestaciones sociales crecía en función de la inflación pasada, por lo que, si la inflación bajaba muy rápido, el gasto inflexible en términos reales seria mayor que el previsto y habría que bajar más el gasto flexible.

Como dijimos en el artículo anterior, la apreciación del peso y la elevada tasa de interés comprometían la recuperación cíclicay los costos de cumplir el programa podrían verse excesivos frente a los eventuales beneficios.

Se proyectaba una caída del PBI en 2018 de (-2.6%), inferior a la estimada por el FMI (-2.8%). Y, para 2019 se esperaba (-1%) contra (-1.7%) para el FMI. ¿La economía alcanzaría su mínimo en 2019? Por supuesto que no. Sin embargo, los economistas del establishment decían que el salario real iba a dejar de caer en diciembre con la reapertura de las paritarias y la importante reducción prevista de la inflación a partir de noviembre. Y, que contribuiría a acelerar el ritmo de descenso de la tasa de interés a partir de diciembre.

Transmitido el arrastre muy negativo que dejaba 2018 (-3.5%) y debido a que el gobierno seguiría aplicando políticas fiscal y monetaria sumamente contractivas, los leales al perdedor preveían una recuperación cíclica muy moderada a lo largo de 2019. Según las proyecciones de los economistas favoritos del establishment, la economía se expandiría a un ritmo anualizado de 3.5% entre el segundo y cuarto trimestre 2019, mostrando un crecimiento de 3% interanual en el último trimestre de 2019. Paradójicamente los informes y pronósticos de esta verdadera casta se siguen vendiendo y, los ilustres perdedores continúan siendo contratados por las empresas y los bancos más importantes del pais.

En otro orden de cosas, si se cumplía el nuevo programa, se estimaba un dólar promediando $ 38 en diciembre 2018 y uno de $45 para fines de 2019. Con ajuste fiscal y restricción monetaria, la tasa de inflación que se proyectaba era de 48% (correcto, pero faltaba solo un mes para acertar, y habían errado todo el año de manera impresionante). Parejos, cuando proyectaban 2019 decían que la inflación descendería a alrededor de 25% y fue más del doble (54.7%).

El “acuerdo FMI II” reflejaba que sus funcionarios no se dejarían volver a timar a la velocidad que Caputo lo hizo (el “acuerdo FMI I” fracaso raudamente).

Se elaboró un programa simple, rígido, especialmente cruel, destinado a condicionar la recuperación por un mínimo de diez años. Implicaba un ajuste fiscal inédito, a costa de desincentivar la inversión porque obligaba a subir impuestos y bajar gastos, en medio de una estanflación. Incluía una durísima meta de reservas internacionales netas. Prestaba el FMI, pero no se podía gastar un dólar más para financiar la fuga de divisas de Sturzenegger-Caputo, ni para financiar agujeros fiscales. Era dura política la monetaria, y muy difícil de embrollar el FMI una vez avispado, que decía que iría espaciosamente permitiendo que baje la tasa de interés en la medida en que fuera disminuyendo la tasa de inflación, generando tasas de interés reales que incentivaran el ahorro en pesos (ganancias siderales de bancos) y le pusieran límites a la demanda de dólares.

En lo sucesivo, las dificultades estarían en la fatiga ciudadana del ajuste permanente, y la conflictividad social que podía estallar, emergente de semejante estrujón. ¿Por qué no estalló? No explotó porque el peronismo que se sentía ganador, y los movimientos sociales, fueron verdaderos muros de contención del desborde. Estos últimos protestaban con banderas y cortes, en lugar de hacerlo con bombas y disparos. Algún día esta diferencia será elogiada, y los dirigentes sociales recibirán reconocimiento.

Solíamos sentir piedad recordando 2001, ahora nos veíamos sintiendo compasión por nuestros ciudadanos, por los yerros de quienes vinieron a repetir los mismos errores.

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

Recomendar A Un Amigo
  • gplus
  • pinterest
Commentarios
No hay comentarios por el momento

Tu comentario