Gardenias para el profesor Sigmund Freud en otro aniversario

 Gardenias para el profesor Sigmund Freud en otro aniversario

Era un sábado de mayo de 1933, el Profesor y su familia estaban en la casa de verano cerca de los bosques de Viena. El Profesor Sigmund Freud cumplía 77 años, su cumpleaños era un acontecimiento importante. Sus pacientes lo visitaban regularmente. En la casa de verano, la sala de consulta parecía la misma de Bergasse 19 sólo que el mítico escritorio, el que tenía sus tesoros invaluables, sus dioses y diosas, sus objetos de arte, esta vez tenía una colección de floreros muy cuidadosamente dispuestos, cada uno con un bouquet de orquídeas o una sola flor.

En Viena todos los floristas decían que eran sus favoritas. Yo no tenía nada para darle al profesor y le dije: Lo siento, no le traje nada porque no pude encontrar lo que quería. Me sentía apenada. Igual con naturalidad le comenté que había pensado mucho en él y que quería darle algo diferente. Ahora pienso que no sé cómo le pareció mi comentario pero me agradeció por no traerle flores. Creo que lo dijo en serio. Se lo veía cansado, probablemente ha pasado el día diciendo hermosas palabras de agradecimiento ante tantas felicitaciones recibidas. Luego me confío que festejar su cumpleaños no le gustaba mucho a él y que por suerte ver a sus pacientes lo había tenido animado entre tantas visitas. Cuando me fui, me regaló un ramo de orquídeas.

No encontré lo que quería así que no le di nada.

Recuerdo que en una de las charlas en el viejo consultorio de Berggasse nos habíamos perdido en uno de nuestros viajes…. Paseábamos por Egipto y sus templos, Luxor y Karnac, por Grecia, la Acrópolis, el Partenón, pero esta vez estábamos juntos en Italia, en Roma. Un torbellino de recuerdos nos envolvió. La majestuosa Piazza Di Spagna llena de vendedores y turistas que tiraban monedas a la fuente de la Barcaza, la casa de los poetas románticos John Keats y Percy Shelley.

“Ah, dijo el Profesor, los Escalones Españoles” esos que suben a la espléndida iglesia renacentista de la Trinità dei Monti o para a descansar y ver pasar a la gente. Pasaban los vendedores de flores, de todas las flores recuerdo esas ramas de almendro. Pero, el Profesor me dijo: ¡las gardenias! En Roma, hasta yo pude permitirme usar una gardenia!.

Tanto he recorrido Viena buscando una gardenia o un ramo de gardenias. Hubiera deseado encontrarlas. Años después pude enviarle al Profesor sus gardenias favoritas.

No era su cumpleaños. No era en Viena. Había ido a verlo en Londres. Él estaba recién llegado, en exilio. Estábamos en Maresfield Gardens, una casa inmensa con jardín.

La famosa colección de antigüedades griegas y egipcias del Profesor y otros varios tesoros chinos y orientales habían llegado en sus cuidadas cajas, nuestra princesa como la llamaba el Profesor lo había hecho posible. Gracias a la influencia y generosidad de Madame Marie Bonaparte, amiga y discípula, el Profesor, su familia y sus tesoros estaban a salvo.

Encontraría gardenias en algún lugar, al menos la encontraba en mi imaginación. En Londres, esa tarde brumosa yo continuaba una búsqueda. Las gardenias llegaron al Profesor. Freud ya había cumplido 82 años, era noviembre de 1938. Las descubrí en una florería de West End y escribí: “Para saludar el retorno de los Dioses”.

Psiquiatra Psicoanalista. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Coordinadora de la Comisión de Comunicación de APA. Este texto fue escrito en conmemoración del nacimiento de Sigmund Freud, un 6 de mayo de 1856, basado en el libro “Tributo a Freud” de Hilda Doolittle.

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