El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, aventaja a su rival con el 25% de los votos escrutados tras las elecciones de este domingo, aunque los resultados aún pueden cambiar, informaron los medios estatales.
Con un 25,7% de los votos escrutados, Erdogan, en el poder desde hace 20 años, obtuvo el 54,3% de los votos. Su rival, Kemal Kiliçdaroglu, recibió el 39,8% de los sufragios, según la agencia estatal Anadolu.
Si ninguno logra la mayoría absoluta, se celebrará una segunda vuelta en dos semanas. El avance del recuento es muy diferente según las regiones, y en grandes ciudades como Estambul, Ankara e Esmirna, donde la oposición tiene más apoyo, es un poco más lento que en el conjunto del país. Los resultados pueden aún variar considerablemente.
Respecto a las elecciones parlamentarias, que se celebran también este 14 de mayo, la alianza gubernamental que lidera el AKP de Erdogan habría ganado con el 61%. Aunque, en este caso, el recuento de urnas sólo llega al 10%.
En estas elecciones históricas, una coalición de seis partidos opositores de tradiciones políticas muy diferentes se unieron para presentar a un único candidato, Kemal Klçdarolu. Además, aunque la formación prokurda Partido Democrático de los Pueblos (HDP) –tercera fuerza en el Parlamento– no se unió a la coalición opositora, no presentó candidato a la presidencia y pidió el voto por Klçdarolu, que lleva 13 años dirigiendo el CHP (Partido Republicano del Pueblo), el principal partido de la oposición y la formación creada por el fundador de la patria, Mustafá Kemal Atatürk.
En esta ocasión, Erdogan llega a la votación en un país golpeado por una crisis económica, con una moneda devaluada a la mitad en dos años y una inflación que superó el 85% en otoño.
El terremoto del 6 de febrero, que derrumbó decenas de miles de edificios y causó la muerte de al menos 50.000 personas y más de 3 millones de desplazados, puso en tela de juicio la omnipotencia de un megapresidente que centraliza todos los poderes.
Precisamente Erdogan ha señalado como uno de sus grandes logros la modernización de Turquía a través de la construcción, en la que basó su éxito durante su primera década en el poder, desde que era primer ministro.
Sin embargo el terremoto evidenció la corrupción de contratistas y autoridades, que otorgaron permisos de construcción que no cumplían las normas antisísmicas.
Su rival, Kilicdaroglu, apuesta por el apaciguamiento y promete restaurar el estado de derecho y respetar las instituciones, afectadas en los últimos diez años por lo que sus adversarios califican de deriva autocrática de Erdogan.
Según las encuestas, sus discursos breves y tranquilos, en contraste con los de Erdogan, conquistaron a la mayoría de los 5,2 millones de jóvenes turcos que vota por primera vez.
Turquía, país miembro de la OTAN, goza de una posición privilegiada entre Europa y Medio Oriente y es un actor diplomático importante.
Erdogan acusa a la oposición de cercanía con "terroristas", de ser "borrachos" y de defender los derechos LGBTQ, que según él son una amenaza para los valores familiares tradicionales.
En un intento por atraer a los votantes afectados por la inflación, aumentó los salarios y las pensiones y subvencionó las facturas de electricidad y gas, al tiempo que muestra la industria de defensa y los proyectos de infraestructura de cosecha propia de Turquía.
El mandatario amplió la alianza política de su gobernante Partido Justicia y Desarrollo, o AKP, con dos partidos nacionalistas para incluir un pequeño partido de izquierda y dos partidos islamistas marginales.
La Alianza Nacional de seis partidos de Kilicdaroglu promete desmantelar la forma de Gobierno presidencialista votada por estrecho margen en un referéndum en 2017 y hacer que el país vuelva a tener una forma de Gobierno parlamentaria.
La alianza dice que va a restablecer la independencia del poder judicial y el banco central, instituir controles y equilibrios y revertir el retroceso democrático y la represión de la libertad de expresión y la disidencia bajo Erdogan.