Cuando en los Estados Unidos sacaron de las pantallas al zorrino Pepe Le Pew por el reiterado delito de acoso sexual contra una zorrina, los mexicanos iniciaron una campaña humorística para eliminar definitivamente las múltiples escenas de acoso de doña Clotilde, la bruja del 71, contra don Ramón en la vecindad del Chavo del 8. Hoy, que don Ramón se mantiene en memes y remeras, y el vestido de doña Clotilde fue increíblemente rematado en un millón de pesos mexicanos (sombrero aparte), se sabe que sus intérpretes, Angelines Fernández y Ramón Valdés, fueron muy amigos y, según algunos maliciosos, en la vida real él no se le escapaba. Hoy ambos descansan, una al lado del otro, en el cementerio de Coayacán. ¿Pero hubo realmente algo entre ellos? Ese es uno de los tantos misterios en la vida de Angelines. El otro es ¿qué hizo ella, exactamente, en la Guerra Civil Española?
Nacida en Madrid como María de los Angeles Fernández Abad, apenas había cumplido los 14 cuando se desató la contienda. Adolescente de carácter fuerte, inmediatamente se hizo miliciana de la Confederación Nacional del Trabajo conducida por los anarquistas. Un par de fotos la registran junto a otras chicas, todas de fusil y mameluco, ese era el uniforme. Al comienzo, muchas milicianas fueron al frente. Otras llegaron de diversos países, como Micaela Feldman de Etchevehere, que fue junto a su marido, ambos argentinos. Cuando él murió en combate, ella siguió, y condujo como capitana una columna de hombres (40 años después publicó sus memorias, y en 2013 Rodolfo Pochat y Javier Olivera le dedicaron un excelente documental, “Mika: Mi guerra de España”).
Angelines estuvo en la defensa de Madrid, y cuando en 1939 el generalísimo dijo aquello de “La guerra ha terminado”, ella siguió en la Resistencia, según dicen como enlace de quienes se refugiaron en los bosques para cometer pequeños ataques de guerrilla contra la Guardia Civil, cada vez con menos fuerza, hasta que en 1947 el líder comunista Santiago Carrillo ordenó el final de la lucha armada. Ese mismo año, ya veinteañera, se fue de España y nunca más volvió.
En México dio con otro madrileño, afincado desde 1937, el actor Ángel Garasa, que la vio linda (entonces era linda), le rebajó dos años la edad y la introdujo como partiquina en el teatro y el radioteatro. Empezó primero en Cuba, y desde 1950 ya definitivamente en la capital mexicana. En 1955 debutó en cine, siempre con papeles secundarios, casi bolos, en títulos como “Maternidad imposible”, “El águila negra contra los enmascarados de la muerte”, “Mi niño, mi caballo y yo”, “Tráiganlos vivos o muertos”, en fin. A la larga, trabajó con el libretista argentino Ulises Petit de Murat (“Misterios de la magia negra”), el galán Arturo de Córdova, con v corta (“El esqueleto de la señora Morales”, un clásico), la estrella Silvia Pinal, los cantantes Miguel Aceves Mejía y Antonio Aguilar, el nuevaolero Enrique Guzmán, y especialmente con Cantinflas (“El padrecito”, “Un Quijote sin mancha”, “El profe”) y Gómez Bolaños (“El chanfle”, “El chanfle II”, “Don ratón y don ratero”, “Charrito”). Dicen que estuvo a punto de aparecer en una de Luis Buñuel, pero ya para entonces también estaba absorbida por las telenovelas.
Apareció, eso sí, en dos coproducciones hispano-mexicanas: “Despedida de casada”, del franquista Juan de Orduña, y “Un novio para dos hermanas”, de otro argentino, Luis César Amadori, con Pili y Mili, remake de “Claro de luna”, que el mismo Amadori había hecho con Mirtha y Silvia Legrand allá por 1942. También se la ve en un disparate de Gilberto Gazcón, 1971: “El cielo y tú”, donde un curita joven tiene un ataque de amnesia, recala en una comuna hippie y termina como padre soltero junto a una linda rubia. Angelines compone ahí a una vieja conservadora que pone el grito en el cielo. Ese mismo año, Ramón Valdés la conectó para hacer de vieja en un programa de Gómez Bolaños, “Chespirito”. Así nació doña Clotilde. El resto de la historia es más conocido. O no. Habrá que esperar las memorias de su hija Paloma Fernández, casada con Esteban Valdés, el nieto de don Ramón.