En muchos hogares, hablar de dinero todavía es un tema tabú. Según un estudio realizado en 2017 por el Banco de Desarrollo de América Latina y el Banco Central de la República Argentina, nuestro país alcanza uno de los peores resultados en cuanto al conocimiento y la inteligencia financiera en la región. Más de la mitad de los argentinos no planifica su economía, mientras que 9 de cada 10 no puede explicar qué es la inflación. Además, al ser consultados para este estudio, 7 de cada 10 declararon no haber ahorrado en el último año.
A nivel mundial (S&P FinLit Survey), casi dos tercios de los adultos son analfabetos financieramente. Para ser más precisos, el 44% de los jóvenes de hasta 35 años y el 37% de los adultos de 35 a 50 años ignoran conceptos básicos como inflación, interés o ahorro.
Todas las personas estamos inmersas en un mundo atravesado por variables financieras y todos manejamos dinero, sea poco o mucho. Día a día tomamos decisiones que repercuten sobre nuestro presupuesto, al realizar las compras diarias, arreglar nuestro hogar o educarnos o realizar un hobby.
No podemos esperar a que los jóvenes abran su primera cuenta en el banco o ganen su primer sueldo para enseñarles sobre temas básicos de economía y finanzas. Desarrollar en ellos las habilidades necesarias para gestionar dinero es el primer paso para tomar decisiones responsables, conscientes y competentes, que acompañen su proyecto de vida.
En las finanzas, como en el resto de los ámbitos de la vida, no hay mejor forma de aprender algo que haciéndolo. Por eso, es fundamental involucrar a los más chicos en la economía familiar. Acorde a la edad y madurez de cada niño, de forma acompañada y progresiva, podemos hacerlos partícipes de los criterios de compra cotidianos o comenzar a idear una meta de ahorro con ellos. Así, aprenden de qué se trata y, sobre todo, pueden comprender por qué es importante.
Incluir estos temas en la conversación cotidiana e incluso impulsar a que los jóvenes se formen específicamente en economía y finanzas personales debería ser un tema más frecuente en nuestros hogares. De este modo, los conceptos como presupuesto, riesgo, inversión, crédito o inflación, dejarán de ser palabras de otros para comenzar a ser parte del bagaje de cada uno, y una herramienta más para proyectar su futuro.
Nuestro mundo nos plantea un escenario dinámico y cambiante, que requiere personas capaces de afrontar lo cotidiano con autonomía y confianza, con flexibilidad y responsabilidad. Solo así podemos soñar comunidades que se desarrollan y sociedades en las que realmente queremos vivir. Necesitamos cada vez más jóvenes que puedan soñar su proyecto de vida, establecer metas y conocer los caminos para llegar a ellas.
La educación financiera nos permite ser protagonistas de nuestra vida y no solo resignarnos a que las cosas “nos pasen”. Estimular la inteligencia financiera y la actitud emprendedora desde una edad temprana es fundamental para que los jóvenes se sientan capaces de imaginar y crear soluciones que impacten positivamente en su bienestar, el de sus familias y sus comunidades.