Luz y sombra de Medardo Ángel Silva, en su aniversario

Sumida en el vaivén de tu dolor profundo, quisiera revivir tu savia que anhelante; derramaba ternura, cariño que a lo lejos, como una incierta nube marchaba vacilante. Tus lágrimas caían al pie de la calleja, que conocía tus pasos, tus lentes y tu leva; el dolor tan profundo de tu alma acongojada, que clamaba a la vida el amor de tu amada. Cómo extraño tus versos, cómo extraño tu aurora, la ternura infinita que dejaste a la sombra; tus ideales de niño en el fondo del alma, que duermen para siempre en la tumba callada. Y visité tu estancia esa mañana incierta, pintada estaba en blanco y con cerrojo en la puerta; el silencio infinito me dijo que callara..., respeté tu memoria, mis ojos se nublaban. Soñaba con decirte que esperaba el momento, de visitar tu tumba y recitar tus versos; recogiendo las frases que de mi alma nacían, como collar de perlas..., las unía y unía. Con el alma en los labios, evoqué tu sonrisa, tu mirada sutil me cubrió como brisa; y te amé tanto y tanto, Medardo Ángel querido, que quisiera borrar tu pasado sufrido. Solo por ser mulato castigo recibiste, la burla de la gente que aprovechó tus dones; ansiaban escuchar con callado egoísmo, las notas de Chopin, tus versos a montones. Pero tú estabas solo, marginado y dolido, el estigma heredado se convirtió en herida; y tu alma tan pura, de blancura infinita, no resistió el dolor. ¡Te quitaste la vida...! Ojalá el paraíso..., se deleite radiante, con tus pálidos versos, de romántica aurora; para sellar por siempre y con algarabía, ¡la pasión más etérea de tu alma con la mía...!

Myrna Jurado de Cobo

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