Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXII)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXII)

El FMI en el mundo de los tipos flotantes viene a ser como una calificadora de bonos. Da el sello de aprobación de buen manejo de la casa a los programas de países (Krugman). El 29 de abril 2019, el BCRA anunciaba que podría vender dólares dentro de la “zona de no intervención” acordada con el FMI.

El plan era este: si el tipo de cambio perforara la banda superior ($51.45), el BCRA podría vender más dólares de los que estaba previsto originalmente, ahora era hasta u$s 250 millones, en vez de los u$s 150 millones previos. La consigna era mantener el dólar a precio constante y, consecuentemente que no se produjese una estampida hiperinflacionaria, para evitar el helicóptero.

El dólar tranquilo es bueno cuando el BCRA logra mantener su cotización invariable sin vender, convenciendo a los exportadores de liquidar divisas. Pero no era lo que el gobierno prometió a sus socios de la SRA, ni lo que sentía. Si para mantenerlo entre $ 45 y $ 51.45, el BCRA se veía obligado a vender reservas ofensivamente, todo podía terminar deficientemente.

El peligro que se propagase el miedo, y que el BCRA no pudiera frenar la avidez de la demanda de dólares con una muy escasa oferta y, tuviera que anunciar que no vendería más reservas, superaría cualquier pronostico pesimista. Un brinco impetuoso del dólar conllevaría el riesgo de un estallido hiperinflacionario.

El BCRA ya no tenía una política monetaria autónoma para bajar la inflación, la política monetaria había pasado a ser endógena y estaba en función del tipo del cambio. Se volvía a insistir con el vuelco contractivo de la política monetaria y, cada vez había menos pesos con el consecuente desplome del crédito y el precio político por el descendente nivel de actividad. Con atraso cambiario, menor seria la corrección de la cuenta corriente.

Cuando el dólar se disparó a $46, el BCRA anuncio que intervendría. El dólar era competitivo para el comercio exterior, el problema fue que la devaluación había sido una enormidad. Frente a una situación económica empobrecida, el gobierno buscó un acuerdo con la oposición para dar la cara juntos. Para eso elaboró y anunció 10 puntos quiméricos:

Buscando reducir la incertidumbre

La economía había caído a una velocidad anualizada de 8.5% en los últimos tres trimestres de 2018. Y, tras un remanso del bimestre enero-febrero 2019, volvió a contraerse enérgicamente en marzo, perdiendo lo recuperado en los meses previos.

Por esa razón no se estaba en la antesala de una recuperación económica como querían instalar. El año 2019 apuntaba a mostrar una caída promedio del orden de (-1%), según los mismos amigos del Macrismo. La realidad es que caería más del doble (2.2%) con un arrastre disforme. La demanda agregada (DA=C+I+G+ExN), solo perseveraría parte, mediante contribución externa neta positiva, no exorbitante. No cabía esperar demasiado, pese a la gran cosecha, en un contexto de desaceleración del PBI.

Nada se podía aguardar del consumo público ya que la política fiscal seguía siendo contractiva ante la necesidad de consolidación fiscal. Inversiones no existían. Mientras que el consumo privado explicaba más del 60% de la demanda agregada, en el mejor escenario, caería menos, pero con salarios reales que habían caído 12%, el crédito en pleno crowding out (desplazamiento del crédito privado hacia el sector público), la incertidumbre reinaba. Era una nueva versión parienta de aquella “República imposible”.

El Estado necesitaba aspirar todo el dinero disponible para seguir haciendo frente a sus obligaciones y evitar una catástrofe financiera. Hizo más atractiva la captación de pesos, ofreciendo intereses más altos. Indudablemente, los bancos llevarían todos sus depósitos a donde más les pagaban con menos costo operativo. De esta forma, se le dio espaldillas a las empresas que apoyaron al gobierno de Cambiemos.

Con respecto a la inversión, el gobierno no podía aumentar su gasto, la capacidad ociosa de la industria impedía que ese sector ampliara su capacidad instalada y con gran perplejidad ante la sospecha de un incidente irreversible, se paralizó la inversión privada.

Se carecía de certidumbre política por eso el recelo sobre el riesgo país y la tasa de interés. Se habían gastado todos los recursos cuantitativos y cualitativos, no se les caía una idea, aun dentro de su marco teórico ideológico. Fue allí cuando el gobierno lanzó medidas heterodoxas como controles de precios, subsidios y otros atenuantes mientras intentaba un acuerdo político gestionando la inseguridad financiera y cambiaria en la evolución del tiempo electoral, la irresolución de los privados estaba paralizando el gasto doméstico. Los 10 puntos básicos, apelaban a cierta cordura, pero de ninguna manera era un programa de gobierno serio.

Pese al hiperajuste, el gobierno de Macri terminaría con desequilibrios macroeconómicos de magnitud, incertidumbre sobre la sostenibilidad fiscal, el doble de inflación consolidada de la que había recibido en 3 de los 4 años, PBI per cápita 11% inferior al de 2015 y problemas estructurales irresueltos.

Era decisivo que, el gobierno que fuera a ganar la elección no subestimara los problemas económicos que heredaría de la Macrieconomics y asumiera el coraje de iniciar otra reestructuración de deuda con quita y, renegociación del vergonzoso crédito stand by con el FMI.

El camino del cambio para dejar atrás el desastre económico Macri, lucia irreversible. Las propuestas estándar no podrían ser parte del debate electoral por dos razones: Las de Cambiemos eran “lo mismo, pero más rápido” y, las del peronismo enfrentaban levantar el segundo default y renegociación que los acreedores no le perdonarían a la Argentina.

La Argentina requeriría de un programa económico creativo prudente y completo, bien diseñado, bien informado, efectuado con arrojo y persuasión externa e interna. Debian buscar la forma de encarar al FMI, porque los dólares ya habían entrado como apoyo financiero imprescindible para que el presidente evitara el default de la deuda pública con los privados. Pero a Macri solo le interesaba llegar a octubre.

(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani

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