El fracaso de Mauricio Macri, mostraba que todos los caminos conducían al peronismo. Claro que antes o después, la continuidad del oficialismo mediante cualquier fórmula propia o de alianza, trasladaría hacia el próximo mandato una crisis financiera de magnitud. En 2019, no eran pocos los empresarios e inversores que pedían que Macri se bajara de la candidatura. Entraron en pánico los bancos inversionistas y el FMI, le pidieron a Cambiemos que llamara a los Fernández, para que se comprometieran públicamente a pagar la deuda que contrajo Cambiemos. Como si fuera volitivo, el enviado especial Kicillof fue a Washington y afirmó que no había voluntad de declarar un default.
Por otra parte, insistían desde los medios con la farsa de que la inflación estaba bajando. Pero la inflación recorrida condiciona la inflación presente y futura, la inercia era imparable. Las “metas de inflación Disneylandia” no habían funcionado porque los contratos en pesos se indexaban tomando la inflación recorrida. Frente a una tasa de 55% en 12 meses, los ajustes salariales empujaban al alza de los precios. La ortodoxia fiscal y monetaria había demostrado no funcionar, con tarifazos y mega devaluaciones. Cada vez que se conocía un mal dato, el BCRA anunciaba cambios impulsando la incertidumbre.
La capacidad prestable de las entidades financieras depende del comportamiento de los depósitos y de la política monetaria del BCRA. Si el BCRA absorbe casi todos los pesos aumenta el stock de LELIQ y se contrae el crédito. Si la demanda de dinero cae (depósitos), también cae el escaso crédito al sector privado.
HETERO-ORTODOXIA
El gobierno decidió mezclar herramientas contractivas y expansivas. Alguien dijo: “encendieron el aire acondicionado y la estufa al mismo tiempo”. Con heterodoxia, era la hora de la defensa del consumidor, de la competencia con mayores controles y multas, de descuentos a quienes recibían beneficios de ANSES y AUH. Créditos ANSES con recursos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad, refinanciación de deudas impositivas, y eliminación de derechos de exportación para PYMES exportadoras. ¿Qué cabía esperar?
Absolutamente nada, en ese contexto las medidas ampliaron el déficit fiscal que iba a recibir al próximo presidente, más un déficit de cuenta corriente adicional como consecuencia de la apreciación del peso y la furibunda emisión de Leliq. Todo lo cual presionaba al alza el riesgo país.
Para mantener el dólar, el BCRA seguía regalando reservas y terminaba de estrellar el BCRA. El ataque de pánico estaba a la vuelta de la esquina, porque el BCRA nunca pudo frenar la demanda de dólares. Con exportadores que no liquidaban-hacían lo que querían-, las cosas se ponían tensas. La hiperinflación era una amenaza real. Se acentuaba el torniquete de la política monetaria con el consecuente derrumbe del crédito, destrucción del nivel de actividad; y atraso cambiario...
De los 10 puntos de acuerdo que presentó Macri a la oposición, el FMI quería solo que se comprometa el décimo, el cumplimiento de las obligaciones con los acreedores. Si el voluntarismo funcionara... - ¿Qué diferencia habría con la Ley de intangibilidad de los depósitos, sancionada poco antes del corralito? - Una Ley, a la larga o a la corta no puede parar la dinámica de una economía semi libre.
Para adelante no se esperaba una recuperación económica. El año ya proyectaba caída promedio del orden de (-2%). Por el lado de la demanda agregada, si bien se esperaba un aporte externo neto positivo, no cabía esperar mucho.
En un contexto de desaceleración del PBI y el comercio, con precios de commodities en baja, por allí no estaba tampoco la salida. De ningún modo se podía contar con un repunte del consumo público ya que la política fiscal seguiría siendo contractiva ante la necesidad de consolidación fiscal. Aunque el consumo privado que explicaba más del 62% de la demanda agregada, hubiera dejado de caer, con un salario real que había bajado 15% y el crédito que se contraía, la incertidumbre sobre el rumbo de la Argentina, crecía. Con respecto a la inversión, el gobierno no podía aumentar su gasto en inversión, y la capacidad ociosa de la industria impedía que este sector incrementara la capacidad productiva.
De nuevo estábamos en “Path dependence” (proceso de retroalimentación-dimensión clave del institucionalismo histórico)- “la de las coyunturas críticas”, procesos sociales prolongados que pueden devenir incrementales, porque involucran cadenas que pueden significar hipótesis más fuertes. O ‘Donnell teorizó sobre los tecnócratas en contextos autoritarios. Sostuvo que el autoritarismo burocrático desde el Estado es el régimen ideal para la tecnocracia. La despolitización y el dominio de la política por lo económico y financiero, requiere de un régimen que controle a la población por la fuerza. Eso no parecía ser viable, aunque había mucho absolutismo macrista.
PARIENTES O PACIENTES DE 2001
Relacionando, las malas decisiones 2001, fueron estimuladas por las recetas de la tecnocracia del FMI, que más tarde pidió disculpas. Entonces Stiglitz sospechaba que la Argentina estaba haciendo un ensayo de nuevas ideas para enfrentar crisis financieras. Ann Krueger luego escribiría: “Un nuevo enfoque de la reestructuración de la deuda soberana” (2002). Los tecnócratas de la primera Alianza-muchos de los actores Macristas-comenzaron sus fracasos a partir de Machinea (Dujovne estaba en el equipo). Solo mencionar las decisiones iniciales de presión fiscal sobre los salarios + el fracaso del “blindaje” + el ajuste del 29/5/2000, fueron horadando aquel gobierno. Recortar gastos desestimula la demanda doméstica, inclusive da señales no inspiradoras para la inversión. La economía en 2019 arrastraba una recesión feroz, menos larga, pero más salvaje que en 2001.
Toda la tecnocracia vernácula apoyó las medidas económicas De la Rúa y, en 2018 también lo hizo. En la última etapa 2001, desde las fundaciones y universidades fundamentalistas taladraron a Cavallo generando incertidumbre y afectando el riesgo país, pero en 2019 no deseaban que el gobierno cayera, antes de las elecciones.
El deterioro que iniciaron en 2016, con devaluación, caída del PBI y disparada inflacionaria, se extendió en 2018 y, en 2019 devenía disyunción de la coalición de gobierno (entrabamos al pico de la crisis).
A las derivaciones sociales reales que estaba adquiriendo ese período, se sumaban las macroeconómicas y la impericia política de los empequeñecidos técnicos, comparados con los ministros del periodo De la Rúa. Las decisiones economicistas de 2018 debilitaron más a ese gobierno extenuándolo con cada cambio de presidente de BCRA. Los exponentes monetaristas y mesadineristas, aceleraron la dinámica de la crisis financiera. Luego el último presidente, en modo “obediente automático”, parecía ser y fue, el que se dirigió directamente al colapso de agosto 2019.
Esta nueva demostración de la importancia del liderazgo político no significaba que el neoliberalismo iba a desaparecer, ni que los intentos de introducir reformas neoliberales por parte del FMI y los partidos liberal-conservadores-autoritarios, grupos sociales, factores de poder y aún sectores del electorado simpatizantes de ese tipo de reformas económicas menguaran. Nuevamente, entraban en crisis los instrumentos y la tecnocracia del FMI. Si el peronismo no llegaba, los nuevos actores partidarios del reformismo neoliberal deberían adoptar nuevas estrategias políticas, desde un lugar distinto al de la tecnocracia del FMI y sus recetas. No sabíamos cuál es ese lugar, se trataba de un fenómeno en marcha. Ni Macri ni Aranguren ni Dietrich ni Caputo ni Quintana ni Lopetegui ni Etchevehere eran tecnócratas como Machinea, Cavallo o López Murphy.
El gobierno de ganadores de licitaciones y CEOS no había llegado al poder por sus competencias técnicas o su formación académica. Ellos llegaron exclusivamente desde su acumulación de recursos en el mundo de los negocios y, otros como premio al tesorero fiel de su casa matriz (modo: obediencia perpetua).
Sus colegas críticos-egresados de las universidades de mejor marketing del mundo-aunque los votaron, callaban en público-en voz baja los acusaban de ignorantes e incultos. Algo nuevo observábamos con la administración Macri: En lugar de despolitizarse completamente, utilizaron la política como elemento de construcción de una nueva hegemonía. En defensa de los ministros de Fernando De la Rúa, digamos que se los había acusado de muchas cosas, pero no de incultos.
En los gobiernos tecnocráticos del FMI, el discurso oficial era economicista; los empresarios en cambio trataron de hablar de cualquier otra cosa, salvo de economía, como les apuntó Duran Barba. La realidad los abrumaba, muchos se esfumaron, los que estaban a cargo no sabían de qué disfrazarse, iban impidiendo que entraran las balas.
La experiencia FMI-Cambiemos, en pocos meses, confirmaba ser una expresión más, del sistemático fracaso del neoliberalismo-con distintos envases-en la Argentina.
Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.