Mientras la formula Fernández-Fernández trabajaba para añadir a Massa y los gobernadores e intendentes peronistas enrolados en Alternativa Federal, el gobierno macrista seguía encaminado a evitar que la economía lo terminara de incinerar.
Una crisis de gobierno, es un periodo de cambio dentro de un régimen sin que medien elecciones, forzado por sus propios errores o por la opinión pública. Cambiemos aplicaba voluntarismo, confiaba que con las balas del BCRA se lograría sortear otra crisis cambiaria e inflacionaria. Aspiraban llegar a octubre con una disminución de la tasa de inflación, aunque cada día eran más conscientes que los resultados en términos del nivel de actividad, atentaban contra el proyecto “Macri eterno”.
La economía se estabilizó una pizca en abril y mayo 2019, gracias a la cosecha y los ajustes salariales en paritarias. Pero era imposible pensar en una recuperación de la actividad no agrícola en el segundo semestre. Los sectores productivos: industria, comercio y construcción seguían flojos, sin brotes verdes.
La recesión 2018 confirmó un enérgico derrumbe del salario real del sector privado de alrededor de 12% con los números cerrados y, comenzaba a sentirse insoportable la recesión sobre el nivel de empleo. En el primer trimestre 2019 el salario real se siguió derrumbando, con lo cual la masa salarial real-empleo por salario-continuó contrayéndose. El empleo siguió deteriorándose durante 2019, sin solución de continuidad. Las paritarias que se habían cerrado apuntaban a una leve mejora del poder adquisitivo, se suponía que la masa salarial real dejara de caer, aunque no lo suficiente como para compensar la caída del crédito, una variable demoledora para el consumo, que tracciona la demanda agregada.
Los ciudadanos llegarían a las elecciones con una inflación creciente-que los macroecolobistas amigos de Macri ocultaban. El nivel de actividad era deprimente.
Para entonces establecíamos algunas predictibilidades: déficit de la cuenta corriente del balance de pagos alrededor de 2.5 del PBI, déficit fiscal entorno al 6% y déficit cuasi fiscal alrededor de 5% del PBI. Una bomba atómica para el próximo presidente. Todo esto sin contar que no existía la menor idea de cómo se sufragarían los compromisos financieros 2020, cuando se abreviaba de modo elocuente la asistencia del FMI.
El gobierno confiaba en el temor instalado, a partir de la demonización del peronismo. Pretendían que el relato pesara más, hablaban de la obra pública, la inexistente transparencia y la incomprobable mejora en la gestión.
Se derrumbaba la ficción, y el marketing político ya no podía contra una realidad incontrastable. Anhelaban que el fracaso en las PASO fuera por poco, para luego intentar vencer en la presidencial, en segunda vuelta, por el odio que inoculaban al peronismo. Las PASO de agosto serían el primer revés decisivo para acabar con chances de lograr la reelección de Macri.
La magnitud del apoyo financiero del FMI más la meta de déficit primario cero, la base monetaria creciendo aproximadamente cero y un esquema de flotación cambiaria entre bandas, permitió salir de la emergencia cambiaria e hiperinflacionaria que se estaba gestando, y la crisis se aplacó.
Una vez sorteada la curva, la jugada del gobierno y el FMI era que el plan generara una baja del riesgo país, dada la falta de dinero, las extravagantes tasas de interés y un dólar real competitivo. Esa era toda la estrategia para frenar la demanda de dólares para atesoramiento y turismo. Así el dólar flotaría sin sustos tan groseros como los que venían experimentando.
La escasez de dinero y un tipo de cambio plano, ayudarían a lograr la desinflación, según los ecolobistas, ocultadores y sobres informadores.
Lo dicho, con la posibilidad de emitir más si el tipo de cambio abría la banda inferior, derramaría en una baja de las tasas de interés, contribuyendo a una reactivación económica, según la parcialidad de economistas amigos del poder. Por supuesto que eso no sucedió. Repasemos:
En febrero, la tasa de interés de las Leliq bajaba y el dólar subía de $ 37 a $ 43. Así se despertaba el gobierno del hombre de las vacaciones prolongadas y la reposera. Ahora el BCRA reforzaba la estrategia contractiva de la política monetaria y comenzaba a vender dólares. Un gran cambio repentino, a menudo indica un problema importante.
El mejor equipo de los últimos 50 años padecía de analfabetismo conductual.
Se requiere una mínima alfabetización conductual para garantizar que los responsables de la formulación de políticas y los que las implementan no solo conozcan las herramientas disponibles para diseñar e implementar mejores proyectos, sino que también conozcan sus propios prejuicios y modos de pensar que podrían limitarlos a ellos y a sus programas (Sánchez Paramo, Vakis, Afif)
La inflación trepó a 4.7% mensual y alcanzó 54.7% anual (exactamente como terminaría la cifra nominal anual), era evidente que la mega devaluación de 2018 y los tarifazos, habían socavado las bases de la estabilidad.
El plan de emergencia no solo no resultó efectivo para bajar la inflación, sino que no logró la reactivación cacareada por los ecolobistas amigos.
En los últimos tres trimestres 2018 la economía se contrajo a un ritmo anualizado de 8.3% y la demanda doméstica se desplomó a una velocidad que dobló el desplome del PBI (-16.1%). Inmediatamente, la actividad se destruyó. La economía a fines del primer trimestre 2019 operaba con niveles de actividad muy por debajo de los que había dejado Cristina Kirchner, y seguiría cayendo.
En ese tejido, desde febrero, el riesgo pais empezó a desacoplarse de la prima de riesgo del resto de los países emergentes. El panorama para el gobierno venía complicándose de la mano de la macroeconomía. Todo lo demás estaba bien recóndito por la prensa compinche, cuando en abril era inocultable el resultado de las encuestas favorables a Cristina Kirchner, que concertado con el operativo “Cristina Kirchnenstein” estimulaba el dólar hasta $ 46 y excitaba otra progresión del riesgo país desde 800 basis points a 960 bp.
Cuando Cristina Kirchner difundió públicamente la fórmula Fernández-Fernández, brincando y apresurando el cambio de todos los actores y partidos políticos, el riesgo país Macri, complicó las probabilidades electorales de Mauricio Macri. La macroeconomía no le daba tregua al elenco estable. Ya no sabían de qué disfrazarse.
Recapitulando, el plan del FMI consiguió esquivar la precipitación del gobierno de Macri, pero introdujo a la economía en una dinámica perversa, que guillotinó los sentidos de quienes peleaban la reelección. En mayo 2019, Cristina Kirchner zarandeó a la corporación tomando la delantera con la fórmula Fernández-Fernández.
Retomando el ajedrez, el beso de la muerte consiste en colocar la reina junto al rey contrario. Aquella reina ya estaba protegida por otras piezas para que el rey contrario no pudiera capturarla. El rey del oficialismo se encontraba acorralado en el borde del tablero, en unas pocas jugadas más, seria jaque mate.
Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros