El cáncer de riñón es el sexto en frecuencia en nuestro país, representa el 3,5% de los nuevos casos de cáncer, y constituye la novena causa de muerte. Su incidencia va en aumento en relación al uso frecuente de estudios de imágenes y a un aumento de la edad de la población. En Argentina se diagnostican alrededor de cinco mil casos por año.
Si bien el cáncer de riñón es mayoritariamente esporádico, hay factores que pueden elevar el riesgo que tiene una persona de desarrollarlo como por ejemplo el tabaquismo. El hábito de fumar tabaco duplica el riesgo de contraer cáncer de riñón. Se considera que causa alrededor del 30% de los cánceres de riñón en los hombres y aproximadamente el 25% en las mujeres.
Por otro lado, los hombres tienen de dos a tres veces más posibilidades que las mujeres de desarrollar cáncer de riñón. La edad es otro de los factores de riesgo, el cáncer de riñón se observa en general en adultos y se suele diagnosticar entre los 50 y los 70 años. También la obesidad, la presión arterial alta, las enfermedades renales crónicas, diálisis a largo plazo, antecedentes familiares, entre otras.
El antecedente de un familiar de primer grado con diagnóstico de cáncer renal también incrementa el riesgo
“La función más importante de los riñones es filtrar la sangre para eliminar las impurezas y el excedente de agua en forma de orina. También, los riñones producen hormonas que controlan la presión arterial, la producción de glóbulos rojos y otras funciones esenciales para sostener el medio interno”, expresó Eduardo Biondi en el Día Mundial del Cáncer Renal, oncólogo y gerente médico del Laboratorio Varifarma.
Eduardo también señaló que “los riñones están situados en la región posterior del abdomen a la altura de las tres primeras vértebras lumbares, uno de cada lado de la columna: el derecho está debajo del hígado y el izquierdo debajo del diafragma junto al bazo, ambos protegidos por las últimas costillas y por dos capas de grasa peri y pararrenal”.
Los carcinomas de células renales son un grupo de tumores heterogéneos que se caracterizan por una biología molecular particular, una evolución clínica diferente y una respuesta a los tratamientos específicos.
El cáncer renal suele no presentar síntomas en sus estadios iniciales, y la detección se realiza por hallazgos casuales en estudios de rutina o motivados por otras sintomatologías, como puede ser análisis de sangre o ecografías abdominales.
La triada: tumor, dolor y hematuria (sangre en orina), descrita en la mayoría de los textos referidos al tema, hoy no es tan frecuente verla en la práctica clínica.
Pese a que en los primeros estadios de la enfermedad, generalmente, no aparecen síntomas, a medida que avanza la dolencia comienzan a surgir: hematuria, cansancio, pérdida de apetito, fiebre y anemia. También puede aparecer un cuadro de hipertensión arterial en pacientes que no son hipertensos.
El tratamiento del cáncer renal ha evolucionado mucho durante los últimos años con el advenimiento de nuevas moléculas que incrementan las alternativas terapéuticas de los pacientes.
Cada médico definirá la estrategia de tratamiento dependiendo de diversos puntos vinculados a cada paciente en particular y al avance de la enfermedad. Es fundamental que en la atención participen profesionales de la salud de distintas especialidades formando un equipo multidisciplinario entre radiólogos, patólogos, urólogos, cirujanos, oncólogos, radioterapeutas, nutricionistas, enfermeros y psico-oncólogos.
En la enfermedad localizada/localmente avanzada la cirugía es el estándar de tratamiento.
En el manejo de la enfermedad avanzada es muy importante clasificar a los pacientes de acuerdo a los scores de grupos de riesgo que establecen las pautas internacionales ya que no sólo establecen el pronóstico sino que modifican la indicación terapéutica específica para cada grupo.
Es fundamental conversar sobre esta “enfermedad silenciosa y poco visible” para concientizar y mostrar la importancia de hacer visible este tipo de cáncer y poder prevenirlo o detectarlo en estadios tempranos de enfermedad.