Hay aciertos y tremendas equivocaciones en la gobernabilidad ecuatoriana. El velasquismo tuvo influencia por más de 40 años y su líder gobernó cinco veces. Se sostenía que era demagogo y populista. Las ideologías conservadora y liberal tuvieron vigencia hasta hoy con diferentes nombres. Se sumó el socialismo. Hay que imaginar que los tres fueron modelos de gobernabilidad sin vicios, que aparecieron después. Así se agregó el oportunismo. Desde ahí la corrupción está al lado para robar. Se cree que gobernar no es servicio cívico sino simplemente administrar, ejecutar y malversar. ¿Qué se ha hecho para que así pase? Debilitar las instituciones en los tres poderes del Estado para desequilibrarlas y luego facilitar el controlarlas como hatos ganaderos. Según Cicerón el arte de gobernar contempla el beneficio común por medio del sentido común. Este principio ha sido ignorado. Viene entonces una falla enorme, de debilidad institucional de la administración de justicia: desechar el derecho de castigar por el de asumir que el delito no existe y que todos los reos son hombres sin tacha, lo cual es falso. Correa y compañía inauguraron el elemental acto para dominar: dividir a todos los centros de poder, instalar un sistema legal con principios y normas fáciles de eludir y siempre dejar oculta la trampa para cada caso. Mientras lo hacían se convirtieron en la nueva oligarquía. Asombra ver como muchos servidores públicos han puesto un grano de arena para que las instituciones pierdan su fuerza coercitiva. ¿Recibieron sobornos?
Francisco Bayancela González