Los sindicatos franceses no dan tregua en su pulso social contra la reforma de las pensiones del presidente, Emmanuel Macron, el principal destinatario de las críticas durante la novena jornada de movilización, empañadas por altercados provocados por individuos violentos en varias ciudades.
Las más de 300 manifestaciones convocadas en el país concentraron 3,5 millones de personas, según los datos sindicales, lo que supone igualar el récord del pasado 7 de marzo, aunque las cifras del Gobierno de Francia son más modestas, algo por encima del millón, ligeramente inferior a otras jornadas.
Pese a la aprobación de la ley (que aumenta la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, entre otros), el movimiento de protesta contra la reforma de las pensiones no pierde fuelle, apuntalada con la incorporación de muchos jóvenes, según las organizaciones estudiantiles, y con sectores en huelga que, como el de los carburantes, amenazan con paralizar la economía.
Lo ajustado del resultado que permitió sacar adelante la reforma el pasado lunes 20 de marzo por tan solo nueve votos y la firmeza de Macron, dispuesto a aplicarla antes de final de año pese a su impopularidad, parecen haber fortalecido la protesta, tras dos jornadas en las que las manifestaciones se habían debilitado.
Los eslóganes contra Macron fueron los más repetidos en las manifestaciones, que como en los días previos acabaron en muchos casos con actos vandálicos y altercados con la policía, pese a los constantes llamamientos de los dirigentes sindicales a evitar este tipo de acciones que amenazan con enturbiar su reivindicación.
París volvió a estar bajo el foco, tanto por la amplitud de la manifestación, (800.000 personas según los sindicatos, 119.000 según Interior, en ambos casos récord) como por que las imágenes de los altercados con la policía.
A diferencia de otras ocasiones, los violentos actuaron antes incluso de la llegada de la cabecera oficial de la manifestación sindical, que ajena a los disturbios discurrió con normalidad.
Pero transcurrió por un trayecto jalonado de las cenizas de pequeños incendios, escaparates resquebrajados y mobiliario urbano derruido y con la humareda de los gases lacrimógenos utilizados por la policía todavía en el ambiente.