En nuestro primer encuentro hablamos de la piel, sus cuidados y sobre cómo mantenerla saludable a las distintas edades, tanto a través de los cuidados básicos (limpiar, humectar y proteger) como con la ayuda de la tecnología. Pero la piel, el primer órgano que se forma, y el más extenso del cuerpo humano, no es sólo lo que está a simple vista.
Las cosas que le pasan no tienen que ver sólo con el afuera, sino que también, tienen mucho que ver con el adentro. Por eso para protegerla y cuidarla, y en especial a medida que uno va envejeciendo, se debe estar atento a los daños tanto exteriores como interiores. La suma total de los múltiples factores de exposición, tanto exógenos (sol, frio, viento, ruido, smog, etc) como lo endógenos (genética, sueño, estrés, alimentación) que van determinando el daño que se produce en todo nuestro organismo, y que repercute en nuestra piel.
Comenzar a cambiar nuestros malos hábitos es un camino de ida. La mala alimentación es uno de ellos. En la actualidad hemos pasado a comer alimentos modificados, genéticamente procesados y ultraprocesados. Todos cargados de conservantes, sacarina, aceites hidrogenados, etc, que alteran las membranas celulares de todo nuestro organismo y las endurecen, evitando que ingresen los nutrientes, dejando a las células poco alimentadas, enfermas y sin energía.
Con un intestino, que por esta alimentación mala se hace permeable, con sus células que quedan como separadas entre sí, y que por esas hendiduras que no deberían estar abiertas, dejan pasar un montón de bacterias y alimentos sin procesar que terminan funcionando en el cuerpo como si fueran toxinas. Esto es lo que mantiene al organismo en un estado de inflamación y pone en alerta al sistema inmunológico, dañando a su vez, las membranas de las mitocondrias, que son el fogón donde se cocina la energía de nuestro organismo.
No sólo para tener una mirada más completa, sino porque la belleza de la piel se sustenta en la salud. Cuando alguien viene al consultorio para hacerse un láser para sacarse las arrugas, va a responder al tratamiento de una manera diferente si está sana o si está enferma. Si está inflamado o si no está inflamado. Es preferible retrasar cualquier tratamiento hasta que uno esté en óptimas condiciones, porque cualquier tratamiento que se haga en la piel, la respuesta es más favorable si la persona está preparada internamente para recibirlo.
Gran parte de la solución es estar atentos a lo que comemos, porque, aunque lo cotidiano parezca normal, muchas veces dista de lo sano. Y como decía Hipócrates “que el alimento sea tu medicina”
El cambio de hábitos en la alimentación es vital para apagar los genes del envejecimiento y encender los genes de la longevidad. No es un cambio de un día para otro, sino algo pausado, voluntario y consciente para que puede establecerse como una forma saludable de vivir la vida de ahora para siempre.
Dermatóloga, miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología, de la Asociación Médica Argentina, del CILAD, y de la American Academy Dermatology.