Con un fuerte abrazo y con el afecto de dos amigos que hacía tiempo que no se veían, el papa Francisco recibió al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva en el Vaticano, pocos días después del alta médica tras su operación de hernia abdominal.
Con gran calidez, el encuentro entre ambos duró más de una hora. El tema central se refirió a la paz mundial y a la necesidad de la multipolaridad para resolver los conflictos mediante la diplomacia y canales de diálogo.
La visita de Lula salió, en cierto modo, de los cánones habituales de los encuentros que mantiene Bergoglio. Los dos se conocen desde hace muchos años por lo que la cumbre se desarrolló en un ambiente de "mucha simpatía y amistad", expresaron desde la Sala de Prensa del Vaticano al término de la audiencia privada con el mandatario brasileño.
Hablaron de todo y con mucha confianza, iniciando por la salud de Bergoglio, la presentación oficial de la nueva esposa de Lula, hasta tocar temas más globales como la lucha contra el hambre y la guerra en Ucrania.
El mandatario llegó al Vaticano acompañado de su mujer brasileña, Rosângela "Janja" da Silva, en una comitiva de unos quince coches oficiales que cruzó la Vía de la Conciliación de Roma y la Plaza San Pedro y accedió al Estado pontificio a través de la Puerta de las Campanas en una tarde muy calurosa.
La reunión con el papa tuvo lugar en su despacho del Aula Pablo VI, cerca de su residencia, la Casa Santa Marta, y fue recibido en la puerta por el responsable de la Casa Pontificia, Leonardo Sapienza.
Lula Da Silva trató con el Pontífice argentino temas como la lucha contra el hambre y le formuló a Francisco algunas de sus propuestas mediadoras para poner fin a la guerra en Ucrania, un tema que preocupa sobremanera al papa que ha iniciado una misión de paz para intentar juntar las partes en busca de un posible diálogo.
Además, Lula es uno de los mandatarios con quien Francisco tiene más afinidad en temas geopolíticos, por eso la guerra en Ucrania, a la que el Papa ha caracterizado como la antesala y el inicio mismo de la Tercera Guerra Mundial signada por la amenaza nuclear, fue uno de los argumentos centrales del bilateral. Un conflicto que -según teme el papa- se pueda encaminar hacia una fase potencialmente más sangrienta en caso de continuar la contraofensiva ucraniana.
Tanto para Lula como para Francisco es necesario alcanzar cuanto antes un alto al fuego a pesar de la reticencia de las partes involucradas directamente, Rusia y Ucrania con los aliados de ésta, Estados Unidos y la Unión Europea.
Lula también invitó al Papa a Brasil, para participar de la fiesta de Nuestra Señora de Nazaret que se realiza en Belem, en la frontera con la selva amazónica.
Se considera la procesión mariana más grande del mundo con decenas de millones de personas que participan de la misma provenientes de todo el globo.
El encuentro entre Lula y Bergoglio es significativo por varias razones, comenzando por una historia especial contada por Luis Badilla, el director del Sismógrafo, un portal de Internet al que simpatizan los sectores tradicionalistas que anidan dentro de los muros vaticanos.
El 2 de agosto de 2018 llegaron a Santa Marta tres políticos latinoamericanos: Celso Amorim, Ministro de Relaciones Exteriores en el primer y segundo gobierno de Lula durante ocho años, Alberto Fernández, ex Ministro Secretario del Consejo de Ministros de Argentina durante el gobierno de Néstor Kirchner y luego, durante 18 meses también del gobierno de Cristina, y Carlos Ominami, ex Ministro de Economía y Desarrollo de Chile. Lula en ese momento estaba en la cárcel, acusado de corrupción y sentenciado en primer grado a nueve años y medio de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos durante 19 años.
En la audiencia, los amigos de "Lula" pidieron al Papa que hiciera pública una especial expresión de cercanía. El Papa Francisco aceptó de inmediato y autorizó que la reunión, previamente acordada, se hiciera pública de manera muy confidencial. Luego de 19 meses en prisión, Lula fue liberado por orden de la Corte Suprema que en su sentencia consideró que la prisión impuesta a Lula era ilegal.
Después de tal gesto, el 13 de febrero de 2020, Lula hizo un viaje relámpago al Vaticano para abrazar y agradecer al Papa.