Roberto Cossa: “El lugar del autor de teatro está hoy en decadencia”

 Roberto Cossa: “El lugar del autor de teatro está hoy en decadencia”

“Siempre dije que cuando escribía una obra era como la novia de la juventud y cuando se estrenaba pasábamos a ser un matrimonio cansado, así que prefiero no ir a verla”, bromea Roberto “Tito” Cossa, autor de “Ya nadie recuerda a Frédéric Chopin”, exitosa obra suya de los años 80 de la que estrena una nueva versión con dirección de Norberto Gonzalo.

Esta puesta tendrá actuaciones de Stella Matute, Amancay Espindola, Claudio Pazos, Daniel Dibiase, Leonardo Odierna y Brenda Fabregat y se estrena mañana a las 20.30 en el teatro La Máscara. En la obra Cossa invita a viajar por la memoria, ese “frágil cristal que confunde y borra los límites entre la realidad y la fantasía”. Dialogamos con el autor, auténtico baluarte viviente de la escena nacional, y repasamos su prolífica vida de dramaturgo, iniciada en los 60 y la generación del nuevo realismo, junto con Ricardo Halac y Carlos Gorostiza, y más tarde uno de los impulsores de Teatro Abierto, la manifestación artística más notable que hubo contra la dictadura que aún seguía gobernando en el país.

Periodista: ¿Por qué cree que quisieron volver a poner en escena su obra tras 40 años desde que la escribió?

Roberto Cossa: En verdad, no es una obra tan antigua, el grupo que la tomó para hacerla decidió que tiene sentido y les interesa. Cuando yo termino una obra no la vuelvo a leer, tampoco asisto a ensayos ni funciones, pero está muy bien cuando los autores van. No es mi caso, es raro que me haya sentado en la platea a ver una obra mía.

P.: ¿Cómo ve el teatro hoy y a las generaciones actuales?

R.C.: Lo más llamativo es la decadencia del papel literario del autor. Cuando yo empecé a escribir eran fundamentales los nombres de Bertolt Brecht, Arthur Miller, Tennessee Williams y autores ganadores de premios Nobel. Un escritor aspiraba a que le representaran la obra, pero el libro era el fin en sí mismo, eso desapareció. Hoy muchos autores dirigen sus obras, y creo que es positivo, porque en mi época si lo hacían se los criticaba, como pasó con Gorostiza. Y era un buen director en realidad. Ha cambiado la escena, hay una proliferación enorme de gente que hace teatro, pero se hace una o dos funciones semanales. Mi primera obra en el año 1964, “Nuestro fin de semana”, hacía ocho funciones semanales, eso hoy es imposible de imaginar. También hay tendencia a lo espectacular, en cambio nosotros escribíamos obras de living, poníamos a los personajes en un lugar a hablar y contaban su historia. Pero hace años no voy al teatro, sé que todo está hecho con humor y llevado a lo farsesco.

P: ¿No volvió al teatro después de la pandemia?

R.C.: No es la pandemia, tengo problemas en la vista, no veo bien, entonces prefiero no ir. Pero pregunto a todo aquel que va para saber qué se hace. Predomina el humor, a veces muy directo, otras más insinuado, pero no hay dramas, esto es lo que supongo a partir de lo que me cuentan.

P.: ¿Cómo recuerda “Los días de Julián Bisbal” que dirigió David Stivel en el Regina?

R.C.: Como parte de mi vida pero no la recuerdo mucho. Cuando repaso mi historia está ahí entre los éxitos, lástima que no se extendió porque Juan Carlos Gené tenía otros compromisos así que pudo hacerse sólo dos meses, pero a sala llena.

P.: ¿Qué puede decir de “Tute cabrero”?

R.C.: Tiene muchísimas versiones, de hecho se sigue haciendo, ahora está en La Plata. Esa obra logró abrirse un camino, porque hay obras que se estrenan y se pierden en el tiempo, pero Tute sobrevivió. También tuvo su versión en cine, con Juan José Jusid.

P.: En los 70 llegó “La nona”, también llevada al cine.

R.C.: La estrené en teatro y Ulises Dumont fue la imagen que me quedó, mas allá del talento de Pepe Soriano en la versión cinematográfica. Esa es otra que se sigue haciendo, ahora está en cartel, y también se presentó mucho en el exterior. Fue traducida al inglés, alemán, ruso y latín. Es un grotesco clásico mundial, porque una abuela que come y destruye puede transcurrir en cualquier lado, es una metáfora.

P.: ¿Cómo es ver en escena o pantalla grande los textos que escribió?

R.C.: Tuve siempre la suerte de elegir bien el director y trabajar en buenos términos, dejarlo trabajar por lo pronto, como debe ser, y que haga su versión. Mientras no cambie el estilo o agregue mal. Pero a mi no me cambiaron texto, y si los actores cambian no lo sé porque no voy a las funciones, a lo mejor cambian algo. Pero con los directores he estrenado bien y de acuerdo, quizá algún detalle pero en general fue bien.

P.: ¿Qué balance hace de su carrera?

R.C.: No sé hacer otra cosa que escribir. Literatura no hago, intenté, me sale escribir algún cuento o novela pero generalmente no termino. Tengo el oficio y son mis miradas sobre lo que quiero decir. Intenté un genero más bien popular, obras para el público, con suerte relativa, con algunos éxitos y no pocos fracasos.

P.: ¿Cómo es, en su caso, el oficio de escribir?

R.C.: Escribo de a brotes, me engancho con un texto que lo tengo claro y lo escribo. A veces paro porque no avanzo o no tengo claro algo y lo dejo. Después vuelvo. Escribo a borbotones, no soy un clásico escritor de sentarse tantas horas por día, escribo de día generalmente, antes cuando era joven lo hacía de noche.

P.: ¿Ahora escribe?

R.C.: No porque no veo bien, tengo que dictar. Estoy probando una posible situación que me gustó pero no sé en qué va a quedar.

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