Los Dhruv y la maldad coronada

Los argumentos que lanzaron quienes defendieron la decisión del juez Rivera de que no hubo peculado en la compra de siete helicópteros defectuosos que produjeron la muerte de tres personas y la postración física de once, deberían ser joyas para los estudiosos de la maldad como fenómeno político. Hannah Arendt se hubiera frotado las manos con los argumentos de Alexis Mera, Rafael Correa y otros de similar pelambre para ampliar sus reflexiones sobre la banalización del mal, por ejemplo.

Lo de Mera y Correa son expresiones cumbres de maldad. El abogado del correato clamaba para que aparezca un periodista “decente” que reconozca que “también” hubo falla humana en la caída de los Dhruv y no “solo” problemas técnicos. Según Mera, se debe responsabilizar a los pilotos de cuatro helicópteros que (se había advertido antes de su compra) tenían defectos técnicos. Mera, además, acusaba a los críticos de la decisión del juez de “saciar la ambición de una mujer”, refiriéndose a la viuda del general Gabela, asesinado luego de su oposición a la compra de los aparatos. ¿Fallas humanas en cuatro accidentes ocurridos en tiempo récord y en equipos que se sabía no eran seguros? Difícil imaginar una idea tan saturada de perversidad.

También están los mensajes de Correa. Todo fue un show para “alimentar la narrativa contra mi gobierno”, dijo quejándose de las acusaciones en contra de quienes hicieron la compra de la chatarra. En su razonamiento, esas muertes son menos relevantes que la persecución de la que dice haber sido víctima. ¿Cómo habrán digerido lo del “show” las madres de los fallecidos? ¿Sus muertes fueron invento de una mente siniestra? En otro mensaje, Correa pretendió ser irónico para defenderse: “seis helicópteros resultan de mala calidad y todos son unas bestias y corruptos”. Hay que ser malvado para escupir algo así. ¿Qué esperaba que se diga si seis de los siete aparatos no sirvieron para maldita cosa? ¿Mala suerte?

El fanatismo colectivo con un proyecto, un caudillo o un dogma anula la individualidad de las personas y con ella las convicciones morales, éticas y de compasión. La maldad que afloró con el episodio del juez no es sino una muestra de cómo el sentido de humanidad de una persona puede desaparecer cuando hay una causa superior a la que salvar.

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