Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXVII)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXVII)

En su afán de exhibirse como los mejores y, lejos de agenciarse tal beneficio, la administración Macrista había perdido contacto con la realidad. Recuerde su discurso (01-03-2018) Macri realizó en el Congreso, un balance de gestión y destacó así los logros obtenidos:

“Hace un año les dije que teníamos que construir las bases para que Argentina pudiera crecer 20 años en forma consecutiva para combatir la pobreza. Eso es lo que hicimos, ese crecimiento invisible sucedió”.

En marzo 2018 lo peor estaba por llegar y la economía iba a caer en 2018 y 2019, pero MACRI dijo: “Lo peor ya pasó y ahora vienen los años en que vamos a crecer. Las transformaciones que hicimos empiezan a dar frutos, a sentirse” … “Un Estado al servicio de la gente es también un Estado transparente, que muestra cómo gasta su plata y que tiene funcionarios obligados a tener un alto estandard ético. En estos dos años, los funcionarios nos pusimos límites como nunca antes, para garantizar que no estamos acá para beneficiarnos” … (discurso en la apertura 136º de sesiones ordinarias).

Desde el comienzo, los funcionarios referían acontecimientos de orden económico-social, como si fuesen naturales: “pasaron cosas”. Actuaron como si los fenómenos acaecidos fuesen reductibles para ser explicados mediante narraciones.

En la segunda quincena de junio 2019, muchos teníamos dudas sobre la posibilidad de que siguieran aplicando las mismas estrategias para poder mantener todos los platillos girando. Los hechos estaban tornándose muy delicados. Siempre se trataba de encontrar alivios coyunturales para detener el avance del dólar, con resultados cada vez más costosos.

Pichetto fue la sorpresa cambiando de Boca a River, llegaba entre otras cosas, para tratar de ayudar a terminar el mandato. La estrategia no tenía tanto que ver con ganar las próximas elecciones. Pichetto llegó, con 13 elecciones perdidas, suponía un aporte a la gobernabilidad mientras se aplicaba el ajuste. Durante los próximos meses de 2019, había que enfrentar al mercado. Si la dinámica política y social no daba sobresaltos bruscos, había posibilidades de mantener la paz cambiaria hasta agosto.

Expusimos en artículos anteriores, que existían razones estacionales en agosto, para que se redujera aún más, el escaso ingreso de divisas provenientes de la cosecha. Si las estadísticas se hubieran publicado en tiempo real, en aquellos días el pais hubiera enfrentado un extraordinario shock.

Crecían el desempleo, la pobreza y la indigencia. Paradójicamente, para que no hubiera explosiones sociales, el BCRA intervenía pro cíclicamente (al revés) con una política más contractiva, cuando se necesitaba una política monetaria más laxa que reactivara la economía. La política monetaria era híper recesiva. No había dinero y eso contribuía a detener el aumento del dólar. En forma inversa, la contracción monetaria impulsaba el malestar social.

En el aspecto financiero, había que examinar la renovación de las Letras del Tesoro en pesos y dólares. No eran bajas las probabilidades de tener que conseguir considerables cantidades de pesos, con el fin de cubrir la brecha de financiamiento del Tesoro en el último trimestre. Christine Lagarde confesó que el FMI subestimó la situación “complicada” de Argentina.

Sería necesario entonces, evitar desvíos significativos en las metas acordadas con el FMI, para que no ocurriera lo que le pasó a Cavallo en 2001-a quien la Entidad abandonó-. Si se interrumpían los desembolsos de junio y septiembre que sumaban u$s 10.800 millones, el juego se terminaba.

La economía no se recuperó. Ni la cosecha, ni las medidas proactivas del gobierno, ni los ajustes salariales que se iban acordando en paritarias habían ayudado significativamente. Si no concurría una recuperación evidente de la actividad durante el segundo semestre, el malhumor social se volvería impetuoso. No solo los sectores industriales, el comercio y la construcción seguían sin advertir “brotes verdes”, ni siquiera la rimbombante cosecha aportaba auxilio suficiente para un desahogo incidental.

La situación no podía seguir siendo explicada en forma insolente y atrevida, como si nadie más entendiera lo que estaba pasando. Se decía que la masa salarial real dejaría de caer en los próximos trimestres en medio de una inflación incesante. Aún si se hubiera podido retener lo que un trabajador poseía, no alcanzaba, porque el salario había sido devastado.

En un contexto donde el desempleo comenzaba a espiralizarse por los cierres de empresas que no vendían, no cobraban ni compraban; el último semestre 2019 acumularía toda la inercia nociva del experimento Cambiemos. Sus economistas hablaban de una pequeña recomposición de la masa salarial real que no existía, ni poniéndole optimismo alcanzaría para reparar lo desatendido en años precedentes.

La caída del crédito al sector privado como consecuencia de la inversión de los bancos en Leliq en términos reales era de alrededor de 50%. A la vez, existían dudas en los analistas, de cuando llegaría la hora en que los bancos quisieran hacer efectivos los dividendos de Leliq, donde tenían puesto alrededor del 85% de sus activos. La política monetaria destruyó los préstamos. Los bancos estaban devengando ganancias extravagantes en sus balances, y comenzaban a generar una profunda antipatía en la mancomunidad de negocios.

Siguiendo con la ficción, al 3.1% de inflación de mayo 2019-altísimo para un mes- se lo explicó como “una inflación declinante”, cuando el acumulado interanual tocó 57.3%, era el más alto desde 1992.

A la pulverización de la actividad económica Dujovne la denominó: “pausa en la recuperación”. La utilización de la capacidad instalada cayó a 61.6% en abril 2019 frente al 67.6% de igual mes del año anterior, en línea con una caída del (-8.8%) en la actividad (Indec).

Con un déficit de la cuenta corriente del orden de 2.5 puntos del PBI, el déficit fiscal se ubicaría en torno al 7%, déficit cuasi fiscal de alrededor de 5% del PBI, con los mercados cerrados para la Argentina, la economía se estaba volviendo explosiva.

Todos sabían que nos habíamos caído del mundo y no existía más financiamiento para cumplir con las obligaciones financieras del gobierno. Sin embargo, esa situación seria explosiva cuando en 2020 cayera violentamente el auxilio del FMI. “Después de décadas de desorden, llegó el momento de ser serios con el equilibrio fiscal. Es la plata de los argentinos. Administrarla con responsabilidad es nuestra obligación” (Macri, 01-03-2018), justo en el momento que se batia el record de deficit en 35 años.

Sin nuevos contratiempos-en una comparación estática 2019- versus 2015-el mandato Macri finalizaría con los déficits gemelos más altos, con una relación deuda/PBI de alrededor de 90%, en lugar de 44%-si no se producían nuevas devaluaciones-. El tipo de cambio se estaba atrasando y parecía que seguiría igual el resto del año. Las tarifas-luz y gas-y el combustible eran incompatibles con los costos de producción y posibilidades de las familias argentinas.

Si el dólar se disparaba otra vez, la relación deuda/PBI podía hacerse inadmisible y habría default explícito. El déficit fiscal total del sector público consolidado, con provincias, más el cuasi fiscal era inaudito. Se había fagocitado todos los esfuerzos de la ciudadanía, que contribuyó con la reducción del gasto primario como nunca, pero ahora ya estaba fatigada.

Las mayores necesidades de financiamiento hacían que la deuda pública, sin acceso a los mercados se concibiera insustentable. Con el mismo modelo, habría que profundizar el ajuste fiscal acordado con el FMI. Como eso no iba a ocurrir, sería difícil que la deuda siguiera “performing” (pagos de capital e intereses al día).

La falta de credibilidad en el presidente Macri y la formula Fernández-Fernández demonizada por los medios hegemónicos, el oficialismo y sus socios, se aceleraba la dolarización de carteras. Este era un inconveniente superlativo, casi “el único tema” que preocupaba al gobierno, que se había auto infligido un daño deletéreo.

El mejor equipo de los últimos 50 años continuaba narrando y relatando ficciones con el fin de provocar ilusión, ante una ciudadanía que asistía atónita, estoica, al derrumbe de su calidad de vida. Desnaturalizar y negar las circunstancias, ya se había tornado contraproducente. El rey estaba desnudo. La baqueteada reputación de Macri, lo condenaría para siempre a un ostracismo del mismo volumen que su deshonestidad, y su carencia de ejemplaridad, dejaría al nuevo espacio sin líder, después de cuatro años de sobresaltos.

Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

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