Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXIX)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXIX)

La alianza Cambiemos se presentó como un sujeto de neutralidad ideológica, hasta convertirse en una verdadera corporación que introdujo cambios con una velocidad récord. En julio 2019 había llevado a cabo la transferencia de ingresos más importante de la historia argentina reciente. Como resultado, la tasa de pobreza había crecido, el salario degradado, la jubilación mermada y el desempleo se había elevado.

El gobierno de Macri perdonó deudas a empresas energéticas y autorizó subas descomedidas de tarifas. Redujo impuestos y retenciones a los sectores más robustos y en solo 2 años, tomó más deuda en dólares nominales que Carlos Menem en una década. Los propios votantes abundaban en miedos, dudas, y también negación.

El sosiego del dólar no mejoraba la azotada imagen pública del presidente. Que, por ahora, dejaba de declinar, estabilizado en una baja aprobación. La contracara de esa endeble armonía era la situación social y la recesión. En el invierno hubo muertos por hipotermia, pero habían tenido un tratamiento recóndito de la prensa. En otro tiempo hubieran blanqueado la verdadera tragedia que estaba viviendo buena parte de la ciudadanía. Que se estaba hartando de esperar, ya no quedan próximos semestres.

En 2019 estamos igual que en 2018, pero con nuevos estropicios. Todo apuntaba a llegar a las elecciones sin que el dólar volviera a detonar. Para que ello ocurriera, debía renovarse un porcentaje importante de letras del Tesoro y la inflación tenía que ser menor a la máxima registrada durante el gobierno de Cristina Kirchner. Los expertos en inflación no tenían certezas y ya no se atrevían a seguir desnaturalizando la realidad.

Que la economía fuera a ser un factor negativo a la hora de votar era un problema para el oficialismo. Recuerde que la sensación de bienestar de 2017 ganó las elecciones. Aun en 2018 se hablaba de un “Macri eterno” que lograría 15% de inflación anual, dólar de $ 20 y crecimiento de 3.5% a fines de año. Si lo hubiera logrado la formula Fernandez-Fernandez Hubiera estado 10 puntos debajo, en lugar de 6 tantos arriba.

Con la economía en contra, y una diferencia de 6 puntos porcentuales, todo indicaba que el “mientras tanto” iba a ser angustiante después de las PASO. Llegarían las elecciones de octubre, sin reactivación, con dólar más alto e inflación descontrolada. Inflación populista, con desempleo ultra ortodoxo. Solo Cambiemos podía lograr un fenómeno tan específico.

Si todo iba bien, 2019 finalizarían con una caída del PBI de 1.5%. Y, en el último trimestre, estarían 5% debajo del nivel que registró en el último trimestre que se había crecido. La performance de la economía era la peor de las últimas recesiones. - ¿Cómo se podría empeorar esa combinación? -

- ¿En qué país serio sucedía algo igual? -

El dólar en bajaba a $ 43, (perdía $4 en 2 meses) porque había regresado “la bicicleta”. Siendo conservadores, hubo tasas de 5/6% mensual en Leliq, en el periodo. Si un banco desarmó posiciones en dólares e invirtió en Leliq y, “se dio vuelta” comprando dólares, ganó $ 8 por cada dólar. Ganancia devengada 20% bimestral. Esto fue alrededor de 200% anualizado en dólares.

La financierizacion de la economía.

En 1976 la Argentina debía u$s 6.800 millones. Desde entonces la deuda pública se multiplicó por 50. Traer dólares, colocarlos en pesos y recomprarlos para enviar al exterior nos había costado 12 recesiones en 43 años. Además, los periodos 1976-1983, 1983-1989, 1999-2002 y, 2016-2019 coincidieron con enormes caídas de PBI y PBI per cápita. Si querían parecer un país serio, tenían que saber que en los mercados desarrollados o semi desarrollados, esas cosas no sucedían.

Leliq fue el CEPO a la hiperinflación, pero llevábamos pagados u$s 7.000 millones en intereses a los bancos, en solo 6 meses. Si la contrapartida hubiese sido una violenta caída de la inflación, podríamos haber discutido el costo/beneficio. Pero no fue así. La inflación era 5 puntos por arriba del doble del peor número “inflación Congreso 2015” (Patricia Bullrich y Sturzenegger). Las Leliq representaban una base monetaria paralela. Constituían alrededor de 93% de la base.

Las soluciones históricas a esas bombas de tiempo habían sido:

Emisión-hiperinflación, 2) Plan Bonex y, 3) Corralito. En ese orden.

En el marco teórico de los mismos economistas juniors de Menem y De la Rúa no había otras opciones disponibles. La alternativa era “patearla para adelante”.

Si Fernandez-Fernandez ganaba las PASO habría dolarización de portafolios. Pero si perdían también. Había divisas para evitar que el tipo de cambio volara, el oficialismo no se ha fijado en “costos”. Si para ganar en octubre había que permitir que se dispare el dólar, podrían argüir: “esta es una muestra de lo que se puede esperar si gana las elecciones la oposición”. Aunque la catástrofe quedaría en los anales de la era Macri.

Entre julio y diciembre 2019 vencían u$s21.000 millones de letras del Tesoro. Con una renovación del 60% de los vencimientos de Letes, alcanzarían los dólares y los pesos provenientes de la venta de los u$s 9.600 millones del Tesoro, autorizados por el FMI, para cubrir los gastos y no entrar en NPL (Non Performing Loans): préstamos dudosos.

Los goles del gobierno se venían haciendo con la “mano de dios” (FMI), que rompió todas las reglas históricas para ayudar a Macri.

El déficit fiscal global-después del pago de intereses-se incrementó en $ 57 mil millones, dando un “rojo” total de $ 220 mil millones. Proyectando, el déficit daría u$s 12.000 millones anualizados. Sumando el déficit fiscal total, más el cuasi fiscal (solo de Leliq), alcanzaba 7.5% del PBI, sin otros pasivos y sin provincias. Eso sin que se modificara el tipo de cambio y se dispararan los pagos en dólares. Y, a excepción que la recaudación comenzara a disminuir, producto de la recesión.

Buena parte de la reducción del gasto lograda era transitoria. El gasto en jubilaciones y planes sociales-60% del gasto primario-cayó más de 12% en términos reales, debido al retardo temporal de seis meses que tenía la partida para ajustar, según la fórmula de movilidad. Cuando se aceleraba la inflación-como ya había sucedido-, el gasto previsional y social tendía a caer en términos reales. Si este gasto se hubiera mantenido constante en términos reales, hasta mayo 2019, en lugar de un superávit primario de $ 37 mil millones hubiera habido un déficit de $ 77 mil millones.

Es decir, toda la mejora real del resultado primario se apoyó en el ajuste del gasto previsional y social, en tanto la reducción del resto del gasto primario sirvió para compensar la caída que registraron los ingresos fiscales en términos reales. Si bajaba la inflación, el gobierno no contaba con el factor de ayuda para reducir el déficit primario.

El gobierno deseaba “pilotearla” hasta las elecciones. El desvío con respecto a la meta anual acordada con el FMI de “déficit cero”, recién sería revisado por el FMI en marzo 2020.

Las fuentes de financiamiento alcanzarían unos u$s 16 mil millones en 2020 y restaban financiar u$s 34 mil millones. Si ganaba la oposición, se requeriría un plan de reestructuración de deuda con crecimiento económico que permitiera demostrar que era distinto “mendigar para caer”, que reembolsar creciendo.

Desconcierto

Pocos jóvenes de hasta 35 años habían experimentado el despido. Tampoco habían tomado un préstamo UVA. Menos habían probado un desacople del salario con la inflación. La inflación más apocalíptica para “la sub 35” no había pasado del 25% y, la interanual era 57%. Era difícil advertirle a la mocedad los riesgos, sin decir algo impolítico. Pero los jóvenes de hasta 35 y los mayores de 50 tenían algo en común: la necesidad de pagar las cuentas. Comenzaban a reflexionar sobre el desempleo, sus causas y consecuencias.

Con el despido llegaban los conflictos. El dinero no salía del cajero con la tarjeta. La sensación de dignidad y realización que suele dar el trabajo, decaían. No eran pocas y pocos quienes ignoraban el significado de despertarse el lunes a la misma hora, pero sin trabajo.

Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros

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