Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXXIV)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXXIV)

¿Cuándo y cómo fue que habíamos regresado a la misma pesadilla? Desde comienzos de mandato los technopols Prat Gay y Sturzenegger, acordaron en tiempo récord con los fondos buitres y naturalizaron la dominancia financiera. Luego iniciaron lo que Dujovne, Caputo, Sturzenegger aceleraron: endeudamiento y despilfarro de reservas. Llegó el FMI y despidió rápidamente a Caputo, por avispado. Su nombramiento nunca tuvo acuerdo del Senado de la Nación, cuando ya había tomado decisiones que traspasaban todos los límites. Macri despolitizó la política económica, pasó la posta al FMI y dijo: “es por acá”. Diferenciándose del “Nacional Neoliberalismo” de Trump y Bolsonaro, la Argentina adhirió al “neoliberalismo para países pobres y dependientes”. Sin pretender halagar desatinados, Trump impulsó la reindustrialización y Bolsonaro nunca fue al FMI. Nadie les pedía tanto.

Pasábamos en tiempo récord a la Argentina de Menem y De la Rúa, el Brasil de Collor de Mello y, los Fujimori, Sánchez de Losada y Gutiérrez, de Perú, Bolivia y Ecuador.

Antes del desastre del lunes 12 de agosto-25% de devaluación-, los indicadores de industria y construcción, mostraban un desempeño desfavorable por tres meses. La economía no se recuperaba, aun con una cosecha distintiva. Entre mayo de 2018 y mayo de 2019 se perdieron 217.100 puestos de trabajo registrado. Correspondiendo a la industria 67.000, comercio 50.000 y otros 14.000 de la construcción-industria madre de industrias-. Con todo, el recesivo año 2019 apuntaba a cerrar con una tasa de inflación de 54.7%.

En ese contexto, los inversores venían adoptando posturas defensivas, procurando reducir su exposición al riesgo argentino, introduciendo presión al dólar y los títulos públicos. El BCRA estuvo interviniendo en el mercado de futuros. Curiosamente el riesgo país del lunes posterior a las PASO era menor que los más de 1.000 basis points que hubo antes del triunfo Fernandez-Fernandez. Este hecho desmentía que el triunfo de una formula popular, proyectara más riesgo que el gobierno de Macri. Para los mercados, nada era más peligroso que la reelección de Mauricio Macri.

A pesar del apoyo incondicional de los medios locales e internacionales, el FMI, EE.UU. y Europa, la situación era perturbadora, 2019 podía finalizar con una caída del PBI del orden de 2.5%.

La reacción espumante de los mercados exteriorizaba un escenario turbulento, dólar más alto y volátil y pase a precios. El tipo de cambio 2020 en términos nominales iba a ser muy elevado para el próximo presidente. Tuvimos dólar de $ 47 y la reversión del saldo de la balanza comercial respondió casi exclusivamente al derrumbe de las importaciones por la recesión. Las exportaciones nunca despegaron.

Tras cuatro años de gobierno, Mauricio Macri estaba como para salir con las manos en la cabeza. La próxima administración tendría que lidiar con una situación fiscal susceptible, pese al brutal ajuste realizado en el último tramo del mandato Cambiemos. Como nadie le prestaba un dólar a la Argentina, el desafío era respaldar las necesidades financieras 2020. La sustentabilidad de la deuda era extremadamente dudosa. Argentina no iba a poder pagar en las condiciones pactadas, tendría que comenzar el gobierno reestructurando la deuda pública privada y la del FMI.

El fantaseado “manejable” stock de Leliq y el creciente déficit cuasi fiscal, solo habían sido vistos en las semanas previas a las grandes explosiones hiperinflacionarias y/o cambiarias. Por último, habría que ver cómo seguía el acuerdo con el FMI, ante la necesidad de financiar un déficit fiscal alarmante, un déficit cuasi fiscal extravagante y, en ese contexto, sustentar los concentrados vencimientos de deuda.

Mirando el desempeño fiscal de los cuatro años del gobierno de Macri, el periodo presidencial de la oposición, producía deseos. Recuerde que el déficit fiscal de 4.2% del PBI en 2019, hubiera sido 6% bien calculado por Dujovne, si estuviera en la oposición.

En este contexto, y pese al esfuerzo que, hacía la ciudadanía, la próxima administración no podría continuar con la “consolidación fiscal”, sin arriesgar un estallido social.

Las necesidades de financiamiento fiscal y cuasi fiscal excedían las posibilidades reales de ejecutar un ajuste de igual magnitud. El déficit cuasi fiscal solamente, era del orden de 4% del PBI. Y, las consecuencias del costo sistémico también eran inevitables e impredecibles. Se había perdido una oportunidad histórica. En el idioma del macrismo, la Argentina “volvió al mundo” en 2016 y “se cayó del mundo” en 2018.

No se podía colocar deuda soberana desde principios de 2018, en un contexto donde sobraban capitales en el mundo, incluso había disponibles préstamos colocados a tasas de interés negativas. Ese escenario propicio para Panamá, que obtenía préstamos a 40 años con una tasa de 3.86%, había sido desperdiciado por el gobierno. Favorables condiciones financieras externas, y mercado internacional cerrado para la Argentina.

En 2018 y 2019 el gobierno contó con una amplificada asistencia financiera del FMI. Desde nuestra columna reiterábamos que iba resultar complicado cumplir con las obligaciones pactadas. Las necesidades financieras brutas ascendían a unos u$s 52.600 millones en 2020. Una parte podía cubrirse con desembolsos del FMI (si seguían desembolsando…no lo hicieron) y de otros organismos, pero faltaban alrededor de u$s 44.000 millones más. Aun renovando el total de vencimientos de Letes, Lecap y Lecer –unos u$s 17.500 millones-, se necesitaban colocar u$s 25.000 millones en el mercado local. Lucia imposible aumentar el stock de letras del Tesoro que ya era de u$s 20.000 millones a $ 45.000 millones totales.

En julio 2019 el stock de Leliq promedió $ 1.3 billones y su tasa de interés ascendió a 61% nominal anual, en agosto 2019 72%. Para estimar un desenlace posible, se requería evaluar cuánto podría crecer la base monetaria y adivinar cuál iba a ser la tasa de interés en un escenario catástrofe, cuando “el cepo de las Leliq” se levantara. Si la base monetaria caía en términos reales y como porcentaje del PBI, tanto el stock necesario de Leliq como las tasas, se tornarían imposibles.

Para que el stock de Leliq tuviera una trayectoria estable, resultaba imprescindible que hubiera un proceso de desdolarización que permitiera un incremento de la base monetaria y evitara una suba descontrolada del stock de Leliq, con tasas monstruosas.

En la región las tasas de inflación estaban alrededor de 3% y las tasas de interés 4%. En Argentina 55% y 72%, respectivamente.

Las recomendaciones del FMI posteriores a una crisis financiera, suelen constituir un cepo a la actividad económica que provoca crisis políticas subsecuentes. Eso sucedió en 2001 y, volvía a suceder en 2019.

La hipótesis que se apoyaba en la idea que todos los funcionarios del ministerio de economía y el BCRA no hicieron lo suficiente para preservar los intereses argentinos, no era descabellada. Las decisiones de política económica tenían contenidos amigables a la biósfera ideológica del FMI, los negocios financieros, y todo ello había perjudicado al país y sus ciudadanos. Todo esto explicaría la contundente manifestación de las urnas. Una ciudadanía consiente y fatigada por la experiencia Cambiemos, acababa de expresarse en las PASO, dándole más de 15 puntos de ventaja a la oposición peronista.

Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros

Recomendar A Un Amigo
  • gplus
  • pinterest
Commentarios
No hay comentarios por el momento

Tu comentario