Inflación de junio: por qué el IPC no es lo mismo que la canasta alimentaria

 Inflación de junio: por qué el IPC no es lo mismo que la canasta alimentaria

Todos los meses escuchamos hablar de inflación, pero pocas veces realmente sabemos cómo se elabora el IPC, el índice que mide la suba de precios mensuales.

Es importante remarcar que el IPC se elabora con base en la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2004-2005. Esta encuesta consultó los consumos e ingresos de 45.326 hogares representativos, seleccionados mediante métodos estadísticos.

La Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares permitió conocer de qué manera se formaba el gasto de los hogares (el peso de cada uno de los artículos dentro del total del gasto) y cuáles eran los artículos más consumidos (la composición de la canasta).

Hasta julio de 2017, el IPC cubría el Gran Buenos Aires. Desde ese mes, se amplió la cobertura del indicador a todo el país. Los resultados se obtienen de 39 aglomerados urbanos y se presentan, desde entonces, desagregados para 6 regiones estadísticas definidas por el INDEC: Gran Buenos Aires, Cuyo, Noreste, Noroeste, Pampeana y Patagonia. Esta ampliación geográfica implicó que se pasara de recolectar 90.000 precios a 320.000, aproximadamente.

Así se llega a definir la canasta del IPC, que contiene aquellos productos y servicios más representativos del gasto del conjunto de los hogares. Todos los días hábiles, mes a mes, los encuestadores relevan los precios de los bienes y servicios que integran la canasta del IPC.

Obtenido el período de referencia (la base del índice), mensualmente se relevan los precios de los mismos bienes y servicios que integran la canasta IPC, y se observa su evolución en el tiempo. Se compara producto por producto, mes a mes; y de sus variaciones con respecto al período base se obtiene un número índice.

Los encuestadores del INDEC realizan visitas todos los días hábiles y recogen durante cada mes cerca de 320.000 precios de las variedades de la canasta en distintos comercios. El seguimiento se lleva a cabo en negocios particulares, supermercados, autoservicios y mercados ubicados en barrios y centros comerciales en 39 aglomerados urbanos de todas las provincias del país, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en los 24 partidos del Gran Buenos Aires. Estos comercios son seleccionados teniendo en cuenta los tipos de negocios en donde hacían sus compras los hogares encuestados.

La selección de los 39 aglomerados abarca las cabeceras de provincia: La Plata, Córdoba, Santa Rosa, Paraná, Santa Fe, San Salvador de Jujuy, Salta, San Miguel de Tucumán, San Fernando del Valle de Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Corrientes, Posadas, Resistencia, Formosa, Gran Mendoza, San Juan, San Luis, Neuquén, Viedma, Rawson-Trelew, Río Gallegos y Ushuaia. Además, se cuenta con información de las siguientes localidades: Bahía Blanca, Zárate, Campana, Mar del Plata, Tandil, Río Cuarto, Villa María, Concordia, Rosario, Rafaela, San Ramón de la Nueva Orán, Presidencia Roque Sáenz Peña, San Rafael, San Carlos de Bariloche, Comodoro Rivadavia, Puerto Madryn y Río Grande. A este conjunto se agrega el relevamiento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los 24 partidos del Gran Buenos Aires.

Un error que suele producirse con frecuencia es el de confundir la canasta del IPC con la canasta de alimentos, pero esta última es solo una parte de la primera. Así, es normal creer que los precios de la canasta del IPC aumentan tanto como los precios de los alimentos o que un aumento en un solo producto puede trasladarse a todos los precios.

Frecuentemente, se cree que el IPC mide el costo de vida y sus cambios con el paso del tiempo. Sin embargo, el costo de vida comprende elementos subjetivos que surgen de la forma en que el consumidor cambia, con el tiempo, su canasta personal de consumo, buscando una mejor satisfacción de sus necesidades.

Por el contrario, el IPC mide una canasta fija en el tiempo, que no varía en función de decisiones subjetivas.

En muchas ocasiones, para mantener determinado nivel de vida, el ciudadano puede cambiar sus consumos. Por ejemplo, un hogar que consume 10 kilogramos de carne mensuales puede variar la proporción de este alimento (consumir menos pescado y vacunos y más pollo o cerdo) según la evolución de los precios de cada tipo de carne.

Otro ejemplo fácilmente identificable es que la disminución de algunos consumos (por ejemplo, vestimenta) puede ser compensada con el acceso a otros bienes (por ejemplo, esparcimiento y educación).

Mientras el IPC mide los cambios de precios de las mismas cantidades de los mismos bienes y servicios, el índice de costo de vida calcula los cambios del costo de mantener un mismo nivel de vida.

¿Por qué no se calcula el índice de costo de vida? Porque no hay posibilidades prácticas de conocer en forma inmediata y permanente tres hechos que pueden producirse al mismo tiempo: los cambios en las cantidades consumidas, los cambios de los precios de los bienes consumidos y los cambios en los gustos y posibilidades de los consumidores.

Por este motivo, todos los países elaboran únicamente el índice de precios al consumidor. La población busca en este índice una información que le sirva para tomar decisiones cotidianas respecto de sus ingresos, sus bienes y sus consumos.

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