Carlos Jiménez: “Cobrar por rodar en horas pico puede desatascar a La Puntilla”

En una entrevista anterior, el alcalde de Samborondón, Juan José Yúnez, aseguró que construirá, una vez queden listos los estudios, dos pasos elevados con los que se pretende descongestionar a La Puntilla. A los moradores, esta idea no les convence. No la ven como una medida viable o que genere beneficios a largo plazo. Frente a ello, EXPRESO dialoga con Jiménez, sobre la utilidad que podrían o no tener las obras que también en varios puntos de Guayaquil se replican.

No. Definitivamente no es la medida más idónea. Ese divorcio que hay entre la gestión del uso del suelo y la del tráfico, y el transporte es evidente; y por eso la obra no funcionaría. Si hago una analogía, el tema de las vías es como la mecánica de los fluidos: si tengo una tubería de 4 pulgadas es para que mueva un flujo de 4 pulgadas. Pero si le meto uno o dos carriles, que vendrían a ser los pasos a desnivel, estoy saturando la red y generando unos cuellos de botella que en Guayaquil ya se los observa en los pasos de la avenida de las Américas y de la Orellana. A la final no son una solución porque no hay uso de suelo que absorba ese tráfico.

Sí, puesto que sostenible no es y a la larga lo que se ve son más carriles con autos. Mire cómo está el puente que une a La Puntilla con Sauces, en Guayaquil... Registra embotellamientos. Lo más grave es que para ejecutar obras de este tipo, se rellenan arrozales, se talan árboles, se expanden las viviendas de manera horizontal y, a la final, por no tener un buen servicio de transporte público, se continúa priorizando al carro.

Y lo es, en esa parte estoy de acuerdo con lo que dice la Alcaldía. El costo de expropiar, reconstruir o construir, alinear, colocar o mover tuberías es altísimo.

No y tampoco lo está Guayaquil. Hay medidas que no van de la mano con los pasos elevados y en la que se podría aprovechar la tecnología que ya tienen implementada ambas ciudades. Samborondón, por ejemplo, tiene un sistema de monitoreo integral a través de cámaras, que podría captar el número de placa de un auto. En el primer mundo con esto lo que se aplica es una discriminación de tarifa por horario; que implica que en las horas de mayor circulación cueste más rodar. Hay que cobrar por rodar. Con esto no necesitarían los municipios invertir un dólar en los puentes y se incitaría a usar el transporte público. Claro que antes habría que mejorarlo y crear nuevos centros con todos los servicios para que la gente no tenga que movilizarse a grandes distancias, que se puede.

Una enorme. De hecho, hay una deuda histórica en este tema, puesto que ya debió haberse consolidado el distrito metropolitano de Guayaquil, que lo conforma esta ciudad, Durán y Samborondón; y en el que debió estar Daule, que no lo está y es un error. Hoy, los mapas del uso del suelo de los cuatro cantones deben estar comulgados, al igual que los planes de transporte, tráfico y tránsito; de lo contrario el sistema de transporte no funcionará. Estos no son conceptos excluyentes. El uso de suelo va de la mano del transporte, tráfico y tránsito, porque al final del día quien da los permisos de construcción son los alcaldes y dependiendo del uso de suelo es que hay densidad, atascos. Ahora lo que predomina es dispersión porque el diseño va enfocado a la vivienda. Ejemplo de ello es vía a la costa, la vía Samborondón, la León Febres Cordero, la Narcisa de Jesús. Cada vez hay más proyectos de viviendas en zonas alejadas a las centralidades. Ahora incluso hay proyectos en la ruta que ya toca a Yaguachi y a diario, lo sé, hay gente que va y viene de allá. El uso de suelo, en pocas palabras, no va de la mano ni de la planificación, ni de los permisos de construcción. De nada.

La realidad es que la ciudad sigue creciendo, lo que pasa es que no debe hacerlo ya de forma horizontal, sino vertical. Además, que hay áreas que se pueden urbanizar. Si vemos, por ejemplo, en Google Maps un paneo de Guayaquil, veremos que hay cientos de miles de hectáreas casi consolidadas entre los varios municipios, que no tienen nada encima. Son terrenos que se están engordando de maleza, que están abandonados o son focos de delincuencia. Ahí se podría construir. En el primer mundo, en Europa, hay un uso de suelo que promueve una concentración y densificación porque es caro parquearse, rodar, porque la gasolina no está subsidiada y porque, en cambio, el transporte público funciona. Esto motiva a querer vivir cerca y a que haya construcciones verticales. Aquí poco se apuesta a ello.

En Guayaquil hay un mito que dice que no se puede construir en altura por el cono de aproximación del aeropuerto, pero si uno va a la Aviación Civil y mapea ese cono, verán que la densidad es baja y que, en efecto, sí se puede; que es lo que necesitamos, pues es mucho más económico desde la óptica de los servicios públicos y de la seguridad. Sin embargo los ecuatorianos y los latinos somos malos para vivir en comunidad: nos gusta el ruido, tener dinero para comprar el carro último, pero no para pagar las alícuotas que permitan mantener un ascensor; y todo eso ha hecho que se deteriore la vida en altura. Por eso nadie ve atractivo vivir bajo ese modelo.

Exacto. En la década de los 60, todo se movía alrededor del centro, la gente vivía con soportales, zaguanes, caminaba, usaba poco el carro. Era feliz.

El ‘boom’ fue en los 80, cuando empezaron a existir estos lotes con servicios que fueron las Alboradas, los Samanes, Guayacanes. Se empezó a construir con libre albedrío y la gente se acostumbró, apagando el fuego de lo que era una ciudad. Hubo esfuerzos en los últimos años por reactivar la construcción de altura, pero es difícil cuando todo el aparataje inmobiliario apunta a que lo mejor es vivir en una casa. Además, que con tantas importadoras y ofertas de carros, todos quieren manejar. Y si la gasolina es subsidiada, no me cuesta rodar y de paso estacionarme es regalado, cómo bajo entonces al ciudadano de un carro. Por ello lo sostengo: hay que cobrar por rodar y parquearse. De lo contrario nunca habrá un cambio, ese desarrollo que tanto queremos. 

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