Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXXV)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXXXV)

En 2015 la Argentina no era el edén, pero lo que se hizo durante el periodo presidencial de Macri, no tenía punto de comparación. Era lógico el reclamo del empresario Belocopitt, quien había realizado una colocación calzada a un pago, no podía resistir que se la encajaran en un corralito. Además, - ¿Quién garantizaba que el plazo de devolución se iba a cumplir, si lo más probable era que los que gobernaban se iban? - El de Swiss Medical había sido un método genuino de defensa de los pesos de una empresa de servicios que poseía transitoriamente sobrantes-por plazos cortos-en una economía inflacionaria. Si no sacaban el decreto lo obligaban a incumplir sus pagos teniendo los fondos para pagar.

Cuando asumió Macri no había re perfilamientos y llevábamos diez años sin el FMI. Prat Gay levantó “los cepos” cambiario y de movimiento de capitales-se terminó el dólar blue-, acordó en forma meteórica con los fondos buitres y salió del default.

Se iba Macri, con dólar blue, nuevas versiones corralitescas y, dejando una extraordinaria deuda con el FMI. Volvíamos a caer en default, se reinstauraba “el cepo” para compra de divisas, ingreso por exportaciones y salida de capitales. Macri terminaba el mandato pareciéndose a sus propias evocaciones venezuelezcas, sin colectivismo, ni Fuerzas Armadas socialistas. Para el Guinness world récord. Aquel joven que le pedía dólares a la yegua para ir a Punta del Este, no iba a poder comprar libremente.

A menos de dos décadas de la crisis política, económica y social de 2001, se percibía un regreso con final inocultable. Se habían patentizado en 2016 incuestionables conformidades en cuanto a las condiciones de naturalización de la dominancia financiera y corporativa promovida y asociada con los technopols: Prat Gay, Sturzenegger, Dujovne, Melconián, Bullrich, Frigerio, Lombardi, Sicca, Lacunza, González Fraga, etcétera.

Luego de la ola despolitizante de los noventa, la región sudamericana tuvo que revertir un conjunto de influencias promovidas por organismos multilaterales de crédito para promover cambios estructurales que transformaron el escenario político. Aquella época satisfizo los mismos vínculos característicos y simbólicos que volvieron con Pineda, Macri, Bolsonaro y Lenin Moreno. Una cultura política enclenque, característica de las sociedades que han estado sometidas a muchas décadas de interrupciones de gobiernos democráticos. Contó con representantes funcionales a la dominancia financiera, y un espacio público-marketinizado por el mismo entorno que precedió la crisis argentina de 2001.

Desde 2015, tanto en Brasil como en Argentina, se impuso la idea generalizada de la corrupción, como forma de desacreditar a los políticos de los partidos populares, quienes habían logrado transformaciones económico-sociales de magnitud. Es que, mediante mecanismos de propagación, se logró el cuestionamiento de un sector de la sociedad que estaba, aún en fase de afianzamiento político-cultural. Así se creó fácil la grieta, una rendija funcional de relaciones entre el populismo y un sector amplio de la ciudadanía.

Se olvidaron que luego de la crisis de 2001, las soluciones que aparecieron sustentables para extensos sectores de la sociedad, paradójicamente llegaron de la mano de quienes detestaban en 2015. Estas políticas contenían argumentos coherentes, que no apelaron a los mercados y los organismos multilaterales de crédito, sino a representaciones políticas nacionales y regionales. Al mismo tiempo, redujeron la influencia de los artífices como el FMI, que precedieron la crisis 2001, sustituyéndolos por formas de organización económicas alternativas.

¿Cuál fue la lógica de la política macrista?

El intento de naturalizar una democracia empresarial y financiera que decidiera cómo y cuando pasaba algo por el Congreso o no, un acuerdo financiero o una normativa legal. La metodología decisoria de estos actores aportó gestión de negocios enrarecidos. Muchos mecanismos supuestamente destinados a mejorar el potencial de integración al mundo, establecieron su propia base de legitimación política. Curiosamente fueron los mismos actores designados quienes ahora habían provocado la desarticulación y pérdida de coherencia interna y externa.

Los integrantes del mejor equipo de los últimos 50 años se convirtieron en piezas clave de las reformas políticas llevadas a cabo en el país. Hicieron con Elisa Carrió y la UCR residual; mucho hincapié en la incorporación de procedimientos institucionales que despolitizaron informalmente la política con operaciones, y al tiempo, consolidaron el liderazgo de los sectores concentrados, mediante tecnócratas, gerentes y empresarios. Con la capacidad decisoria delegada por el voto popular al círculo rojo y un subpresidente representante, devenia el ocaso de una pregonada resurrección del republicanismo.

Asimismo, en Argentina, ese método de gobernar desde las corporaciones y las finanzas, fue concebido como una vía alternativa apropiada para que con el remanente de tradicionales partidos políticos, se perfeccionara el slogan: “volver al mundo”. Fueron los encargados de representar las recomendaciones exógenas para organizar adecuadamente el país, no de acuerdo con los intereses de los habitantes y del Estado, sino para perfeccionar un desempeño global, a espaldas de los ciudadanos de a pie.

No obstante, la propuesta como el dispositivo de una gran maquinaria periférica, habia descubierto a último momento objetivos bochornosos. Crearon un poder dependiente de las finanzas, alegando que la política de la oposición, con sus prácticas corruptas, residía lejos de la transparencia e integridad que reclamaba la ciudadanía.

Según la percepción de la alianza Cambiemos, la profesionalización contribuiría a mitigar las tendencias contaminadas y transmutarían en “país normal”-que cumple ciertas normas de convivencia global, de un encubierto sentido común financiero-que convive sin dificultades con un mundo que ha de beneficiar a los ciudadanos.

Existió un mecanismo de persuasión de marketing político difusor de actores e instituciones, como parte de una combinación de otras habilidades que proporciona la tecnología de redes y los call centers, obviamente partícipes necesarios. Todo tuvo su anclaje en el supuesto de que la admisión de nuevos actores gerentes, empresarios y técnicos, mediadores de la ciudadanía volverían más transparente la relación de representatividad ciudadana. Prolongando esta hipótesis, se presumían postulantes empresarios exitosos, quienes no le deberían su mandato popular a un partido que los limitaría doctrinariamente. Por eso que se pudo ejercer una plasticidad programática en la toma de decisiones, envolviendo marchas y contramarchas.

En síntesis, fue una experiencia perniciosa que mutiló las atribuciones soberanas emergentes de la voluntad popular y destruyó la capacidad para gestionar el mandato recibido. Por supuesto, que el presidente fue elegido legítimamente por el voto, pero deslegitimado por vulnerar los derechos adquiridos y hacer padecer las consecuencias de sus actos a la ciudadanía.

Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros

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