La inflación ya no es lo que era. Y no fue magia sino método y constancia. En junio los precios al consumidor treparon solo 0,2% y la inflación interanual cayó a plomo. Un año atrás establecía un récord de 40 años, 9,1%. Hoy registra 3% (con precisión, 2,97%), la marca más baja desde marzo de 2021. O sea, doce meses antes que la Fed comenzara su agresiva suba de tasas de interés.
Palo a palo, la política monetaria impuso su impronta. El panorama es otro. No hay inflación ya en el “tubo” de los mayoristas. Los precios allí aumentaron 0,1% tanto en junio como en los últimos doce meses. Tampoco hay vestigios en el canal del comercio internacional donde la desinflación sentó sus reales sin discusión. Los precios de importación retrocedieron 0,2% en el mes y 6,1% interanual. Los de exportación mermaron 0,9% y 12%, respectivamente.
La guerra contra la inflación no terminó, pero el avance logrado es decisivo. Nunca la inflación logró penetrar la curva de las expectativas salvo en el tramo más frontal. Y ahora se la expulsa de los rincones. Ya se domesticó la inflación núcleo de los bienes físicos (+1,2%). La rebeldía que permanece en pie, aunque también retrocede, es la de servicios (+6,2%). Su declinación está asegurada en el corto plazo debido al cómputo con retraso del costo menguante de los servicios de vivienda. No obstante, habrá que rebajarla a la mitad para que la inflación general quepa en la meta anual de 2%. Será una cuestión de tiempo (a tasas nominales constantes) más que de nuevas subas. Le queda a las tasas reales -ahora sí francamente positivas- completar la tarea.
“No pienso que haya necesidad de más aumentos de tasa en EE.UU. En Europa puede ser”, dijo Christopher Pissarides, Premio Nobel de Economía 2010. Jerome Powell, quien comanda la Fed, no esgrime premios ni es economista. Sin embargo, después de la pausa de junio, la suba prevista para la próxima reunión (el 26) puede considerarse un hecho consumado. El último mapa de puntos promete dos ajustes antes de fin de año. Es la segunda dosis la que se debate. Antes de la reunión de septiembre, el banco central hurgará en un par de informes mensuales de inflación. Si el desempeño de junio se mantiene, no habrá cambios, reconoció un halcón como el gobernador Chris Waller.
Aún si no es así, las palomas abogarán por un salteo. Y Powell (que hace equilibrio entre posturas diversas) hallará razones para llevar todo a noviembre. 2022 fue el año que necesitó una ofensiva relámpago de intervenciones, 2023 retribuye con creces la paciencia. Está claro que la segunda suba de tasas permanecerá viva, pero en la guantera, aunque más no sea para que los mercados no se tienten con soñar en recortes de tasa demasiado pronto.
La inflación ya no es lo que era. La recesión nunca fue. La recesión técnica del primer semestre de 2022 no se convalidó. La economía crece al 2% y la demanda final, más. El empleo se expande cinco veces más rápido que la población y habrá que sosegarlo. Powell no es Paul Volcker aunque ambos lidiaron con una inflación de la misma altura. Es que a diferencia del final de los ‘70 y el comienzo de los ‘80, EE.UU. no cayó en la estanflación ni en la doble recesión. La Fed de Powell aterriza, en cambio, con suavidad. La faena no concluyó pero no la apremia ninguna urgencia. Procederá con delicadeza. Irá más alto, persistirá allí por más tiempo pero se moverá despacio. Un banco central que ya no corre detrás de los acontecimientos deja de ser un peligro para sí mismo y los demás. La Bolsa anticipa. Y el flamante mercado bull lo creyó antes que nadie. Convencer a los bonos llevará más tiempo, pero la inflación de junio le quitó suspicacias.
¿Se alinearon los astros? Si la inflación está destinada a volver al corral del 2% sin causar un mar de destrozos, aunque demande más de un año o dos, la valuación de los activos de riesgo no es excesiva y ofrece oportunidades. Un dólar que se debilita sin complicar el control interno de la inflación alienta mejores condiciones también fuera de los EE.UU. Wall Street sube desde octubre, franqueó el paso de los toros pero todavía cotiza 6% por debajo de los máximos absolutos. Restablecer la rentabilidad corporativa es una promesa a cumplir. ¿Qué puede fallar? Siempre habrá contratiempos (y la sobrecompra de corto plazo es evidente) pero lo más temible hoy sería que cunda la euforia.