El ‘Felina’, un cine ficticio que narra una lucha real

Mayo de 2020, barrio La Jungla. Los primeros rayos de sol pintan la calle Vizcaya. No hay ruido ni vida. Las calles están desoladas. Solo faltan los zombis para ser un escenario apocalíptico. Sin embargo, dos personas han irrumpido en la quietud, ataviados como si fueran a entrar a un laboratorio o a una zona de cuarentena.

Son Juana Arcos y El Negro Robles, protagonistas de esta historia. El sitio al que van es el Cine Felina, espacio que han mantenido abierto con uñas y dientes por más de veinte años y cuyo futuro, en medio de este escenario catastrófico, desconocen.

No por nada, la realidad y la ficción están apenas separadas por una delgada línea. Y es que Juana Arcos y El Negro Robles no son necesariamente Mariana Andrade y Patricio Andrade, del Cine Ocho y Medio, en La Floresta, pero quizás sí lo son.

En todo caso, su historia y la de este espacio barrial emblemático en la gestión cultural quiteño es el eje e hilo conductor de ‘Juana Arcos, Ocho historias del Ocho’, libro publicado recientemente y que recoge los veinticinco años del lugar.

Mariana Andrade recibe a EXPRESIONES en la sala pequeña del cine, que funciona a la vez como su oficina. El libro se ha presentado ya en cuatro ciudades del país y la vida empieza a retomar su ritmo cotidiano. “Ha sido una experiencia grata, incluso con sus altibajos”, afirma.

Entre los ‘bajos’ está una polémica presentación en la Universidad de las Artes del Puerto Principal, donde el lanzamiento se realizó a oscuras.

Pese a ello, espera llevarlo a otras ciudades. “No puede morir la pasión de la gestión cultural, es lo único que tengo claro”, asegura.

La obra, añade, nació durante la pandemia, cuando sin saber si el cine podría continuar atendiendo, ella y Patricio Andrade, su pareja, optaron por recoger sus memorias sobre la creación del espacio y su pasado. “En ese momento no teníamos nada claro, pero pensamos que, si íbamos a morir, entonces al menos queríamos rescatar las memorias”, recuerda.

Alvear fue el elegido para contarlas, pero lo hizo en sus propios términos. “Yo no soy muy bueno con las investigaciones largas, y no quería hacer un documental o consultar archivos, así que nos vimos con Mariana y Patricio y empezamos a rememorar”, dice.

Así surge la obra, que funciona a manera de guion, cómic y relato, con imágenes, notas y párrafos intercalados entre sí. “Fue loquísimo porque, en algún momento, Miguel nos empezó a ver como personajes de un thriller y nos convirtió en eso, pero ya no éramos nosotros”, comenta la productora.

Y en eso concuerda el autor. “Con la edad nos convertimos en personajes de nosotros mismos. En el caso de Mariana, yo la vi como Juana de Arco, o en este caso Juana Arcos, una justiciera de la gestión cultural que por donde pasa va levantando adeptos y enemigos. Había material para un drama”, señala risueño.

Por la obra pasan polémicos capítulos de la historia del cine, como su apertura en medio de una hecatombe mundial, una visita presidencial y más.

La idea a largo plazo es que la propuesta pueda transformarse en serie, con cada una de las ocho historias como capítulos. Pero como suele ser el caso con Ocho y Medio, la propuesta está lista, el cómo se verá por el camino.

Por ahora, alistan planes para presentar el libro en otras ciudades del país. “A diferencia de la crítica que nos hicieron en Guayaquil, no queremos alfombra roja o champán, lo que sí queremos es transmitir esta historia y la pasión por la gestión cultural”, aclara Andrade.

El ‘Felina’ no es el ‘Ocho y Medio’ y el ‘Ocho y Medio’ no es el ‘Felina’, sin embargo, la ruptura entre la realidad y la ficción sí tuvo sus momentos duros. El final de la obra, que plantea un oscuro cierre, afectó de sobremanera a su protagonista.

“Tuve que soltar, porque no podía con ese cierre. La idea de que el cine muere o desaparezca o cierre, me duele incluso en la ficción. Finalmente decidí que esta metáfora de los espacios culturales tenía que hacerse y yo no podía estar en medio”, comenta Andrade.

Alvear concuerda. “Los personajes ya no eran ellos, pero Mariana está tan identificada con el cine que le cuesta pensarlo en ruinas”, dice.

El Cine Felina, llamado así por Federico Fellini, está siempre a merced del viento. Por eso mismo, el humor es crucial; reírse para no llorar. Es así que por estas páginas, algunos exministros de Cultura y Patrimonio se convierten en cómics. Uno pasa a llamarse Hulk, otros funcionarios, Rasputín y Batman.

Por ahí también hay un crítico de cine apodado Archie; y un cineasta, Godzilla. Descifrar quién es quién es parte del encanto.

¿Le temían el autor y sus protagonistas a la respuesta? Ambos afirman que no. Para Alvear, el humor fue parte del proceso de escritura, que buscaba dar “testimonio de un momento crucial en el cine nacional”, y para Andrade las críticas son gajes del oficio. “En un país polarizado, nunca se sale ileso de las críticas. Pero, ¿qué tan aburrida sería la vida sin provocación o diálogo?”, cuestiona.

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