Rafael Oyarte: El dólar y la Constitución

El Ecuador nació con problemas monetarios: escasez de la moneda extranjera que circulaba en el país y su falsificación. Ya con moneda propia, la caída del precio de la plata que la respaldaba acabó con el sistema bimetálico y, luego, por aprietos con el patrón oro y la emisión sin respaldo de billetes de bancos privados, que se usaban para prestar a los gobiernos, llegamos a la unificación monetaria con un Banco Central que, con el tiempo, incurrió en el mismo vicio: un exceso de producción monetaria que nos llevó, en 1996, a que se proponga la convertibilidad con el dólar estadounidense, moneda que se adoptó cuando, a fines de 1999 y principios de 2000, tocamos las puertas de la hiperinflación, pese al deber constitucional que sobre estabilidad monetaria tenía el instituto emisor.

La moneda es un asunto delicado, vistas las tres funciones clásicas del dinero: medio de cambio, reserva de valor y unidad de cuenta, lo que no solo tiene que ver con la facilitación de las transacciones sino con derechos fundamentales, como la propiedad, y las posibilidades de desarrollo de la nación. La permanencia de una moneda depende de la confianza que el público tenga en aquella, pues ya no es fabricada con oro o plata, ni se respalda en esos metales: es inconvertible o fiduciaria.

La moneda nacional es el sucre, se dijo en la Constitución de 1978-79, cosa que se mantuvo en la de 1998. Para dolarizar se tuvo que sobrepasar esa norma, lo que fue justificado de modo harto deficiente por el entonces Tribunal Constitucional. La Constitución de 2008 deja a la ley determinar la moneda, la que, ahora, establece que es el dólar.

El dólar es más popular que cualquier político, por lo que hasta a quienes no les gusta no se atreven a decir que quieren salir de él. El problema es que antes se necesitaba cambiar la moneda en la ley y de la “maquinita de imprimir billetes” para financiar su irresponsabilidad, produciendo dinero sin importar sus consecuencias. Hoy el drama es que ni siquiera tiene que conseguirse papel, tinta e impresora: basta con enchufarle a la gente una “moneda electrónica” (con dólares inexistentes) y limitar (impedir) los retiros de dinero físico, con resoluciones de Superbancos o de Banco Central, como ocurre en otros países. Volver a la Constitución del 98 facilita todo esto: el sucre es la moneda y listo.

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