Aunque representan solo el 1,3% del total de empresas operativas en el país, fueron capaces de generar el 43,4% de los nuevos puestos de trabajo entre 2019 y 2022. Así de enorme es el impacto de las scaleups, empresas que ya superaron la etapa de inicio que caracteriza a las startups y que hoy están en un proceso de crecimiento acelerado y sostenido.
De hecho, un reciente estudio realizado por Endeavor Chile y BCI, basado en datos del SII correspondientes al 2022, reveló que actualmente existen 5.980 scaleups en Chile cumpliendo un rol clave para el mercado laboral y el desarrollo económico. En 2019, las scaleups generaron ventas por un total de UF 542 millones, equivalentes al 4,5% del total de ventas locales. En 2022 esa participación creció al 7,4%, con UF 1.070 millones.
Este panorama nos deja claras varias cosas. La primera es que pese al desafiante contexto que ha enfrentado el ecosistema emprendedor en los últimos años, estamos haciendo las cosas bastante mejor que otros países. Hace unos días, este medio informó que Chile escaló un puesto en el Índice Global de Innovación 2024 de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), ubicándose en el puesto 51° entre 133 naciones y solo después de Brasil dentro de Latinoamérica. Este resultado es un reflejo de aspectos positivos como un ambiente de negocios favorable, una tasa arancelaria promedio de 0,3%, (5° lugar), el desarrollo del mercado financiero y uso de marcas (17°).
Otro elemento importante es la oportunidad que significa esto para el país. La tasa de ocupación laboral se vio fuertemente afectada desde el año 2020 y aunque según cifras del Ministerio del Trabajo, hoy la fuerza de trabajo supera los 10 millones de personas, aún existen espacios de mejora: por cada 10 personas que se sumaron a la fuerza laboral en los últimos 24 meses, ocho consiguieron empleo, lo que significa que tenemos un 20% que podría verse beneficiado con un aumento de la cantidad de scaleups. Esto sin considerar la tasa de participación femenina, que si bien ha crecido, todavía está por debajo de los niveles previos a la pandemia.
Relacionado con lo anterior, una mayor disponibilidad de scaleups depende, por una parte, de la propuesta de valor y la gestión operativa de sus líderes y fundadores, pero también de políticas gubernamentales que favorezcan el desarrollo de estos negocios, especialmente en sus fases iniciales, cuando aún son startups que deben enfrentar el temido “valle de la muerte”. Varios de estos obstáculos tienen que ver con el acceso limitado a financiamiento, burocracia, escasez de recursos y redes para conectar con venture capitals o inversionistas ángeles y la falta de herramientas para lograr aceptación en el mercado e internacionalizarse. Son problemas frecuentes, pero en ningún caso imposibles de resolver creando entornos adecuados para la proliferación de estos emprendimientos, tanto en normativas públicas como en la presencia de hubs que conecten a estos nuevos talentos con las necesidades de la industria.
Las cifras positivas que muestran las scaleups son una invitación a ver su potencial y tomar medidas para utilizarlas como plataformas de crecimiento y estabilidad económica. Su éxito en áreas tan diversas como servicios, retail, minería, alimentación, ciencia y un gran etcétera, beneficia a los emprendedores y a las personas que trabajan en ellas, logrando un encadenamiento productivo para la sociedad en su conjunto.