El IpoM de septiembre destaca que la economía ha mostrado signos de desaceleración mayores de lo esperado en el segundo trimestre del año. El crecimiento proyectado del PIB para 2024 se ha ajustado a la baja, ubicándose entre un 2,25% y un 2,75%, una reducción respecto de rangos anteriores por la caída en el consumo privado y la estabilización de la inversión tras una fuerte contracción. Las proyecciones para 2025 y 2026 indican una evolución moderada en torno al 1,5% y 2%, reflejo de una economía que aún enfrenta desafíos estructurales significativos, con bajo nivel de inversión en sectores claves y presiones inflacionarias persistentes.
Más desalentador aún, el IPoM estima que el PIB tendencial no minero crecerá en promedio 1,8% entre 2025 y 2034, una leve reducción respecto a evaluaciones anteriores. Este cálculo se basa en una función de producción Cobb-Douglas y refleja la menor contribución de la recuperación laboral postpandemia. Se prevé que el PIB minero crezca un 1,9%, influido por la inversión en litio y transición energética, lo que lleva el crecimiento total proyectado a 1,8% para ese período. El PIB tendencial corresponde a la capacidad de desarrollo de mediano plazo de la economía.
Con una tasa de crecimiento proyectada de 1,8%, la economía chilena se duplicaría en aproximadamente 38,9 años. Lejos estamos de la época dorada donde creciendo a tasas cercanas al 5% la producción se duplicó en solo 14 años. Para el Chile actual, con un crecimiento moderado, el plazo para ver una expansión económica sustancial se alarga, lo que lleva a implementar políticas que promuevan más inversión y acumulación de capital en el futuro.
En esa línea, un artículo reciente del FMI titulado World Must Prioritize Productivity Reforms to Revive Medium-Term Growth (abril, 2024) destaca la necesidad de reformas para aumentar la productividad y revivir el crecimiento a mediano plazo, que ha disminuido desde la crisis financiera de 2008. Se advierte que, sin reformas, el crecimiento global podría caer al 2,8% para 2030. Propone mejorar la flexibilidad del mercado laboral, fomentar la apertura comercial y aprovechar la IA como motores clave para elevar la productividad y el crecimiento mundial.
Para contrarrestar estos problemas, el FMI sugiere una combinación de políticas que incluyan inversiones en educación, incentivos para adoptar nuevas tecnologías y reformas que apoyen a la creación de empleos de calidad. Estas medidas estimularían el crecimiento y ayudarían a reducir las disparidades económicas entre países y regiones, promoviendo un desarrollo más equitativo.
Para Chile, un enfoque en reformas estructurales como la adopción de nuevas tecnologías, la flexibilización del mercado laboral y la inversión en educación temprana es fundamental para asegurar prosperidad económica. El desafío está en convencer a la clase política de la urgencia de adoptar una agenda que priorice el crecimiento a mediano plazo, por sobre reformas cortoplacistas con fines electorales.