Más vigente que nunca: la mirada política y económica de Francisco

 Más vigente que nunca: la mirada política y económica de Francisco

El pensamiento del papa Francisco en materia de política y economía está más presente que nunca. Es más: podría decirse que, en gran medida, se anticipa a un tiempo que podemos adivinar como distópico, donde el neoliberalismo sin regulación campea a sus anchas, produce desigualdad y erosiona el medio ambiente generando desequilibrios para toda la humanidad. Es vital en este sentido la carta encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, que resulta en un llamado urgente para que el ser humano asuma el cambio climático y el calentamiento global, una materia que cruza las decisiones de la política y la economía. En palabras de Francisco, “el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad. Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo”.

El momento es singular, como también el tiempo histórico: hay aquí y allá viejos paradigmas que se derrumban y otros que pugnan por hacerse un lugar. En ese vector trabaja, siempre, el pensamiento de Francisco, sacudiendo la consciencia de los individuos, pero también la porfía política de quienes asumen posiciones de poder. Sus palabras son un recordatorio moral sobre la inconsistencia de los modelos económicos que hoy permanecen en el mainstream, pero que resultan incompatibles con el respeto al medio ambiente. ¿Hay una forma de producir y crecer que no sea afectando al entorno? ¿En qué medida pueden cambiarse los procesos, ser más eficientes y menos agresivos con el medio ambiente? ¿Cómo retornar esos mismos mecanismos productivos y de consumo a una escala humana? Para Francisco, la economía es un subsistema de la sociedad humana, que a su vez se encuentra totalmente integrada en la biosfera, es decir, nuestra casa común. En esa línea plantea un desafío adicional: revisar nuestros propios niveles de consumo y despilfarro. “Comprar es siempre un acto moral, y no solo económico”, sostiene.

Para Francisco, a pesar de los hechos de 2008, se ha fracasado seriamente en reformar los sistemas financieros que imperan en el mundo, como queda claro en la crisis bancaria actual. A la vez, refuerza una mirada vinculada a la distribución de los recursos naturales y cómo estos fluyen desde la “periferia” de los países pobres hacia el “núcleo” de los países ricos. En ese mundo que Francisco adivina distópico, su mirada plena de fe traza un interrogante que debiera servirnos de guía.

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