Francisco: el Papa que rompió los esquemas dentro y fuera de los muros vaticanos

 Francisco: el Papa que rompió los esquemas dentro y fuera de los muros vaticanos

Estaba ya todo escrito en las primeras palabras que Jorge Mario Bergoglio pronunció asomado desde el balcón del Vaticano la noche lluviosa que lo presentó al mundo como Papa: “Me han ido a buscar casi al fin del mundo”, y con esa perspectiva gobierna la Iglesia católica desde hace una década.

Un pontífice que rompió todos los cánones y protocolos habidos y por haber, no entra -ni quiere- dentro de los parámetros que han caracterizado a la tan ortodoxa curia romana por siglos.

Un jesuita que eligió llamarse Francisco, pero no por el jesuita Francisco Javier, en quienes muchos pensaron inmediatamente al conocer su nombre, sino inspirado en Francisco de Asís, emblema de la atención a los pobres, los excluidos, los ancianos, los que no tienen voz, guardián de la protección de la naturaleza, del desarrollo sostenible y creador de su propia economía: en donde el ser humano esté en la centro.

Quedó claro desde un principio que Bergoglio, llegado de Buenos Aires con su valija por unos pocos días para participar del cónclave habría sido un Papa difícil de gobernar, revolucionario y también difícil de encasillar en los parámetros habituales del viejo continente que a menudo sentencia: conservador o revolucionario, tradicionalista o reformista, de derecha o de izquierda.

Clasificaciones que tanto se sienten en Europa y de las que Bergoglio no es ajeno por su forma personal e inclusiva de evangelizar.

A menudo se escucha dentro de los sectores conservadores italianos “uhhh este Papa comunista” -refiriéndose a Francisco - cuando realiza declaraciones en apoyo a los inmigrantes negros que llegan de África, a los olvidados, como también cuando ataca a la economía liberal despiadada o presta ayuda a la gente en condición de calle.

Y no fue casual que se apurara a dejar el hospital Gemelli (que lo tuvo 3 noches internado por una infección en los bronquios) para presidir la misa del Domingo de Ramos y confirmar que estará presente en los sucesivos ritos litúrgicos de Semana Santa para acallar conspiraciones de los “buitres” y “cuervos” opositores que anidan dentro y fuera de los muros vaticanos (que se resisten a la idea de padre de “todos”) y no dejar así un vacío de poder para quienes no pierden ocasión -ante un achaque de salud normal por sus 86 años- en planificar la elección de su sucesor.

Es que con la lente eurocéntrica, se pueden esforzar, pero a muchos les cuesta entender la obra pastoral producto de las vivencias y la evangelización que trae consigo producto de cada paso que Bergoglio dio por los suburbios portuarios y las villas bonaerenses.

Pasado que se refleja no sólo en la búsqueda permanente de justicia social y paz en el mundo que tanto reclama en el Ángelus de cada domingo, sino también en la fuerte condena de la pedofilia dentro del seno de la iglesia y la intervención que delineó en las finanzas vaticanas que también -como muchas más- forman parte de la carta identitaria del pontificado del Papa argentino.

(*) Acreditada en el Vaticano

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