Ya por sí sola, la crisis global del sector vitivinícola es compleja para la mayoría de las viñas del mundo. Y cuando esta dificultad se cruza con el difícil momento que vivió la industria de las cerezas el año pasado, el golpe es mayor. Eso enfrenta hoy Apaltagua, un grupo de empresas vinculadas al empresario armenio-estadounidense Edward Tutunjian, que se ha visto obligado a despedir trabajadores, vender terrenos y ajustar su operación para evitar un mayor colapso financiero. Hoy la firma está en proceso de reestructuración y, de paso, planea su próximo capítulo.

Todo comenzó en los años ‘90. Edward Tutunjian, empresario armenio radicado desde joven en Estados Unidos, llegó a Chile de vacaciones. Para entonces era un nombre conocido en Massachusetts por su compañía de taxis, un negocio que con el tiempo se convirtió en un imperio avaluado en cientos de millones de dólares.

Años después, ese mismo negocio se transformó en un problema: Spotlight, el conocido equipo de investigación de The Boston Globe, destapó una serie de irregularidades que terminaron con el empresario en los tribunales estadounidenses (ver recuadro).

Volvamos a Chile. En aquellas vacaciones Tutunjian se enamoró de la zona central porque le recordaba paisajes de su país natal. “Vi un pedazo de tierra donde estaban plantando tomates. Toqué el suelo y me atrapó, al igual que el clima. Así comencé mi selección de lugares”, contó el empresario en un video institucional de Viña Apaltagua, que aún se encuentra en YouTube.

Esa búsqueda lo llevó a recorrer propiedades coloniales en Maipo, Pirque y otros valles del centro del país. Una de sus primeras compras fue un terreno en Curicó, donde plantó cerezas. También adquirió un viñedo en Rauco y otro paño en Sagrada Familia, con el que amplió su negocio agrícola. Luego sumó campos en San Antonio, Pirque y Colchagua.

Su mayor apuesta llegó en 2006, cuando compró a la familia Donoso Silva la viña Apaltagua, que entonces era una pequeña pero reconocida marca en el circuito especializado.

Bajo la dirección de Tutunjian, la firma fortaleció su presencia internacional, con exportaciones de cientos de miles de cajas de vino al año a mercados como Estados Unidos, China y Brasil.

Pero algo ocurriría después.

A pesar de ese periodo de crecimiento acelerado, en los últimos años la compañía ha atravesado diversas dificultades, tanto financieras como internas.

Hoy, según distintos documentos revisados por DF MAS, una de sus filiales más grandes -Agrícola Apaltagua Ltda- ha reducido de forma significativa su personal. El libro de remuneraciones de julio registraba más de 80 trabajadores en los distintos centros de operación, mientras que en agosto sólo figuraban 26.

Personas ligadas a la operación aseguran que la crisis se arrastra desde hace años y se agudizó con la caída del consumo global de vino. El impacto fue directo: Viña Apaltagua exportaba a decenas de países, varios de ellos con mercados hoy más lentos y márgenes estrechos. La situación ya era frágil en 2023 y se agravó al año siguiente con la contracción del negocio chileno de las cerezas, otro pilar del grupo. Según cifras del sector, en la temporada 2024 -marcada por un sobrestock y una baja en los precios internacionales- las pérdidas alcanzaron unos US$ 1.600 millones.

A ese escenario se sumó la creciente dificultad para acceder a financiamiento bancario, un factor que terminó por tensionar aún más la caja de la empresa.

Desde entonces, los resultados pasaron a terreno negativo y los ingresos por la venta de vino y fruta no alcanzaron para cubrir los costos operativos. En ese contexto, negociaron la salida de altos ejecutivos, entre ellos la enóloga Carolina Franca, el gerente agrícola Juan Pablo Aragay y el gerente comercial agrícola, Mario Henríquez. La caja estaba tan ajustada que esos finiquitos se pagaron en cuotas.

Según comenta un testigo de la compañía, Apaltagua mantenía una estructura demasiado pesada para su tamaño y nivel de ventas. Por eso comenzaron a ajustar costos y procesos, una tendencia que muchas viñas aplicaron durante la pandemia.

Las deudas y las medidas de ajuste derivaron en una serie de demandas civiles y laborales, varias aún en tramitación en distintos tribunales a lo largo del país. Algunos acreedores incluso presentaron solicitudes de liquidación forzosa. Frente a eso, el grupo inició un proceso de reestructuración destinado a reducir costos y hacer más eficiente su operación interna.

Uno de los casos judiciales más recientes se presentó en julio de 2025, cuando 13 trabajadores demandaron a Agrícola Apaltagua ante el Juzgado de Letras del Trabajo de Curepto, tras ser desvinculados del fundo Huaquén, uno de los centros de producción de cerezas de la compañía.

Detrás de esas desvinculaciones hay un elemento desconocido: la venta en junio de aquel fundo, un activo de alto valor agrícola donde Apaltagua produjo distintas variedades de uva para vino y que hoy se destina a la producción de cerezos.

La operación, dicen testigos, se concretó por dos razones: la primera, porque las plantaciones estaban en su última etapa productiva y requerían una nueva inversión para renovarse. Como la empresa no contaba con los recursos frescos, optó por vender el campo a un “muy buen precio”, detalla un conocedor del proceso. La segunda fue la necesidad de generar liquidez para sostener la operación.

Así lo reconoció la propia firma en su respuesta a la demanda laboral: “Fue la única alternativa para solucionar los problemas de falta de flujo y pérdidas durante varios años, las que se acentuaron desde el año 2023”. En las cartas de despido enviadas en julio también se consigna que la compañía se encontraba “en estado de insolvencia”.

Tras meses de negociación, la compraventa se cerró el 27 de junio en una notaría de Santiago, con la firma del propio Tutunjian. Según la escritura a la que accedió DF MAS, el precio se estructuró en dos partes: un pago fijo de 102 mil UF (unos $ 4.032 millones, equivalentes a US$ 4 millones) y un componente variable de 84.046 UF, cerca de $ 3.300 millones.

El comprador fue la sociedad Agrícola Valle Austral SpA, representada por el ingeniero civil Augusto Álvarez-Salamanca -exgerente de David del Curto, exejecutivo del negocio agro del grupo Transoceánica y hoy director de BePatagonia- y por el ingeniero comercial Alfonso Guzmán Cruzat, también vinculado a esa última compañía.

Según relatan documentos judiciales, Apaltagua explicó que la empresa compradora “solicitó que la propiedad se entregara libre de trabajadores y ocupantes”. Por esa razón, una semana después de la transacción, se desvinculó a decenas de trabajadores que se desempeñaban en los terrenos de Huaquén.

La firma de Tutunjian, eso sí, continuará en el negocio de las cerezas. En Curicó mantienen otro campo destinado a ese rubro, que acaba de entrar en producción luego de que las plantaciones se establecieran hace cinco años.

El futuro del grupo sigue abierto.

Personas cercanas a Tutunjian comentan, bajo reserva, que el empresario evalúa desprenderse de sus activos en Chile, un proceso que -dicen- se ha vuelto “un dolor de cabeza”, especialmente desde que estallara el conflicto con su ex gerente general, Rodrigo Abarzúa (ver recuadro).

Al mismo tiempo, la empresa busca dar señales de continuidad: hace un mes terminó un proceso de renovación de imagen que tomó dos años y comenzó a modernizar sus sistemas de gestión y exportación. Para eso acaban de contratar un nuevo equipo a cargo de esta área.

¿Venta en el horizonte? En la industria dicen que no sería una sorpresa. Pero, por ahora, la historia de Apaltagua sigue escribiéndose.

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