Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXIV)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXIV)

El error de estimación es la diferencia entre el “pronostico” y el valor medido. Los errores de funcionarios públicos y consultores privados de 2018 serían extravagantes: La inflación de 11% a 47.6%, el dólar de $20 a $40, el crecimiento de +2.5 a caída de (-2.5) … La incertidumbre y el error, en el mejor equipo de los últimos 50 años, eran camaradas. La incertidumbre expresa una evaluación de rangos ex ante, que ex post va a expresar la fiabilidad de las predicciones al hacer las mediciones reales. La falta de certeza, es la fase de conocimiento donde es imposible describir la situación, o predecir un resultado futuro posible. Estábamos frente al areópago de Atenas, un lugar repleto de incertidumbre y dudas.

A principios de mayo 2018, la Argentina había atravesado los primeros sesenta días de mayor incertidumbre económica del Gobierno de Mauricio Macri. La aceleración de la inflación, el incremento de las tensiones por el ajuste tarifario, y la corrida cambiaria, reflejaban la debilidad de la configuración macroeconómica. Seguían auto adjudicándose haber convertido a la Argentina en un “país-normal”, y los medios acompañaban.

Las consecuencias dañinas del plan económico original obligaron a “recalibrar” (termino Duranbarbistico) su política económica a fines de 2017. Ocurrieron, así, las recalibraciones a la política monetaria, a la política fiscal y a la política cambiaria. En materia monetaria, se flexibilizaron las metas de inflación para bajar la tasa de interés y dar lugar a una recalibración del tipo de cambio con el fin de dinamizar el nivel de actividad. En materia fiscal, tras la inacción de 2016-2017, en 2018 el Gobierno comenzó con la tarea de reducir gradualmente el déficit fiscal, procurando financiarlo con una mayor proporción de endeudamiento en el mercado doméstico. En materia cambiaria, parecía que de un tipo de cambio flotante se pasaba a un régimen de administración con intervenciones que evitaría una excesiva apreciación del peso, en un contexto en que el atraso cambiario venía golpeando la exportación y agravando el desequilibrio de las cuentas externas

Con esas “recalibraciones” pretendían o simulaban pretender mantener un nivel de actividad decente, y moderar algunas de los problemas que se venían autoinfligiendo: atraso cambiario, retraso exportador, progresivo déficit externo, enorme déficit fiscal y conflictos para bajar la inflación.

Pero la recalibración terminó generando nuevos problemas. Se despegaron las expectativas inflacionarias y se aceleró la inflación con el extravagante tarifazo que complicó el mercado de cambios y el BCRA vendió o regaló u$s 4.300 millones en tan solo una semana. Pensar en esa cifra hoy en día, produce escalofríos. Viajamos 40 veces al FMI por menos.

Todos los ojos puestos en la elección de 2019 para evitar que la economía perjudicara el ideal de la reelección presidencial. Se descartó de la libreta la reforma estructural y la política económica se transformó en una política de emparche donde la prioridad pasaba por “cubrir boquetes” y evitar que lo económico perturbara la imagen de Macri.

Los problemas se presentaban vertiginosamente y el Gobierno en el afán de emparchar iba adoptando medidas en forma improvisada, provocando confusión e incertidumbre.

La inflación, de 1.5% mensual entre agosto y noviembre, avanzó a 2.4% en febrero y 2.3% en marzo. El promedio móvil de tres meses exhibía una aceleración desde 19% anualizado en agosto, a 29.8% en marzo. La inflación núcleo promedió 1.4% en el último trimestre de 2017, y escaló a 2.6% en marzo 2018. Así el promedio móvil de tres meses trepó a 28% anualizado cuando en noviembre era de sólo 18%.

La codicia del aumento tarifario, aceleraba la inflación, perjudicando severamente la política antinflacionaria del BCRA, que quedó indefinida, incluso para manejar las expectativas. La aceleración de la inflación causó un cambio en la política cambiaria. El BCRA salió a vender reservas para evitar nuevas depreciaciones del peso y el pass through a precios. El Gobierno intervino administrando el tipo de cambio para evitar la devaluación del peso, después que se abandonó la libre flotación y se optó por un nuevo esquema de tipo de cambio.

Como el tarifazo ocurrió en el marco de una aceleración de la inflación y de una actividad débil, genero tensiones. Reclamo social y conflicto político entre la oposición y el oficialismo e incluso dentro de la propia coalición gobernante. Entró en discusión en la Comisión de Presupuesto un proyecto alternativo al del Gobierno propuesto por la oposición que implicaría un aumento tarifario significativamente menor al dispuesto por el oficialismo. El proyecto de la oposición buscaba que el aumento de las tarifas no fuese mayor al de los salarios y la reducción del IVA en las facturas de servicios.

El aumento tarifario propuesto se suponía clave para lograr una reducción del gasto y la baja del déficit fiscal primario. Pero el aumento de tarifas que dio lugar a una reducción del gasto en subsidios, no se tradujo en a una reducción equivalente del déficit primario. La caída en subsidios fue compensada por la suba de otros gastos y la baja de los impuestos a la soja. Estrategia Hood Robin, sacarles a los pobres para darle a los ricos.

Las ventas de u$s4. 400 millones en tan solo una semana, hoy nos parece una quimera. El incoherente impuesto a la renta financiera sobre activos en pesos no indexados para extranjeros, llevó a los inversores no residentes a desprenderse de sus Lebacs y comprar dólares. La decisión del BCRA de mantener el tipo de cambio fijo dio lugar a un aumento de la expectativa de devaluación que destruyo la rentabilidad de los activos que se quedaron en pesos calculado en dólares. Los más avispados habían salido. Todo en un mercado cambiario que venía enfrentando un cambio estructural en 2018.

Como consecuencia del atraso cambiario que “avisaba” demanda de divisas, cambio en la composición de financiamiento del sector público, más endeudamiento local y menos externo, y la decisión del BCRA de fijar el tipo de cambio que llevaba a una sustitución de pesos por dólares, el BCRA iba a tener que vender reservas calculadas en u$s15.000 millones para proveer la demanda excedente de divisas.

Hasta el miércoles 25 de abril el BCRA regaló reservas manteniendo fijo el tipo de cambio alrededor de $ 20.20. Hasta el 25/04 el tipo de cambio era el mismo que cuando comenzó a intervenir el 5 de marzo, pero la inflación en menos de dos meses fue de 4.3%, con lo cual se perdió la mitad de la mejora competitiva lograda entre mediados de diciembre y el 5 de marzo según el tipo de cambio real multilateral. El BCRA vendió u$s 850 millones en el mercado de cambios, y a diferencia del día anterior, dejó deslizar el tipo de cambio de $20.20 a $20.45. El BCRA volvió a regalar u$s 1.400 millones en el mercado de cambios. Finalmente optó por subir su tasa de interés de referencia en 300 puntos básicos a 30.25% anual y la tasa corta de las Lebacs a 30.85%. Un terremoto que inventó una venta récord de dólares y alimento la incertidumbre en materia de política cambiaria.

LA ORIGINALIDAD DE LA INCOHERENCIA

En el manual del niño monetarista hay dos tipos de regímenes cambiarios: el de los países que eligen el esquema de libre flotación donde cualquier incendio es enfrentado por la fluctuación del tipo de cambio. Y otros países que escogen un régimen de administración del tipo de cambio.

En Macrilandia ni tipo de cambio flotante, ni administración para mantener el tipo de cambio real competitivo. Supuestamente hasta el sismo mantenía una política de administración del tipo de cambio para evitar nuevas devaluaciones del peso. Y de repente, en medio de la tensión cambiaria, sale del tipo de cambio fijo y lo deja fluir. El grado de incoherencia fue fenomenal. La fuga de activos argentinos y las tensiones, eran consistentes con la inconsistencia y vulnerabilidad de la política económica.

TARIFAZO

Desde el 1/11/2017 hasta 2019, se considerarían tarifas justas y razonables y susceptibles de ser aplicadas bajo criterios de justicia y equidad distributiva para la provisión de electricidad, gas, agua, cloacas, transporte, y peajes nacionales.

En el caso de la tarifa residencial el aumento no podría exceder el Coeficiente de Variación Salarial. En el caso de tarifa para Pymes y Cooperativas de Trabajo el aumento no podrá excede los precios mayoristas (IPIM). La deuda generada hasta la vigencia de la Ley generaría un crédito a favor del usuario. La alícuota del IVA se reduciría 50% por 12 meses. Los créditos fiscales se acreditarían para el pago de Ganancias.

Se creaba el Régimen nacional y universal de beneficiarios de la tarifa social que ampliaba el conjunto de beneficiarios jubilados, pensionados, monotributistas y asalariados con un ingreso bruto menor a 3 sueldos mínimos vitales y móviles, Clubes de barrio, asociaciones sindicales, emprendimientos, y monotributistas. La tarifa social tendría una bonificación del 80% y alícuota 0% para el IVA.

El Gobierno optó por una configuración de políticas económicas basado en la decisión de no bajar el déficit fiscal en la primera mitad del mandato y recurrir al endeudamiento externo para su financiamiento. Recién en 2018 el gobierno mostraría las garras. El déficit 2017 había sido dos veces el tamaño del gobierno popular que le precedió. Para financiar el extravagante desequilibrio fiscal se recurrió al endeudamiento externo.

La Argentina se convirtió en “deuda dependiente” y “liquidez global dependiente”. Con una política monetaria de metas de inflación tendiente a desinflar la economía utilizando como instrumento la tasa de interés nominal, un régimen de libre flotación cambiaria, basado en la falsa creencia de que el tipo de cambio flotante permite asegurar la estabilidad macro, cuando en realidad el tipo de cambio flotante era el resultado de las políticas fiscal y monetaria que se ponían en marcha.

Esa configuración de políticas económicas generó una serie de consecuencias: atraso cambiario, retraso exportador, progresivo déficit comercial y de la cuenta corriente de la balanza de pagos, alto déficit fiscal-que en 2017 resultó superar todos los récords-un stock creciente de LEBACS que ya alcanzaba ($1 billón 300.000 millones) y (al convertirlos a la cotización en dólares unos representaban 65.000 millones de dólares), más la manifiesta ineficiencia para bajar la inflación.

Así la Argentina tenía alcanzaba el mayor nivel de déficits gemelos de los últimos 35 años.

LA RESPUESTA POLITICA AL TERREMOTO AUTOINFLIGIDO

La respuesta destructiva de venta de dólares en el mercado de cambios, suba de la tasa de interés de referencia al 40%, disminución de la posición general de cambios de los bancos, intervención del BCRA en el mercado de futuros, reducción de la meta de déficit primario de 3.2% del PBI a 2.7% en 2018, y acuerdo con el FMI hecho por el presidente Macri.

El 14 de mayo el BCRA salió a ofrecer a primera hora un obsequio de u$s 5.000 millones a $25 para que compren y huyan los que lo deseaban. Flexibilizaban el cumplimiento de efectivo mínimo de los bancos, lo que en la práctica implicaba una baja de encajes en corto plazo que permitió liberar fondos para que pudieran comprar más Lebacs. Lo demás barranca abajo como en montaña rusa, “a los botes”, los amigos y familiares primeros, las víctimas se iban a hundir boca arriba en el Titanic.

(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani

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