Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXV)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XXXV)

“La Casa de Papel” aparecía como la serie estrella de Netflix, y relacionábamos a Federico Sturzenegger con “el profesor”. Los escritores de la serie presentaban al capitalismo financiero como una marea destructora que generaba ganancias extraordinarias, mientras la economía real quedaba en un lugar relegado. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.

En dos años a los argentinos nos habían convertido otra vez en sujetos financieros. Luego de 13 años de autonomía del FMI, habíamos regresado en actitud de rendición incondicional. Appadurai explica que el sistema financiero-el mismo que colapso en 2008, se levantó y se expandió, asentado en una forma que está en crisis: “el contrato”, en que las dos partes acuerdan términos bajo la premisa que cumplen lo prometido. Appadurai ve allí una verdadera revolución en la historia del capitalismo: los contratos más lucrativos ya no son aquellos en que ambas partes honran el pacto inicial, sino aquellos donde una parte gana sumas siderales justamente si la otra incumple sus promesas. El ejemplo más claro es la extraordinaria ganancia de los fondos buitres y caranchos locales, gracias al incumplimiento, en diciembre de 2001. Desde el 10 de diciembre de 2015, se elaboraría un nuevo incumplimiento, que aun generaría “sobretasa” para financiar los sueldos y el club de golf de los funcionarios del FMI.

Más allá que todos podemos dar opiniones, lo que no se puede es, tener una “realidad propia”. Y la evidencia se impuso una vez más, por sobre los deseos, el marketing y el blindaje mediático más extraordinario que haya tenido un gobierno, desde el regreso de la democracia. Las acciones argentinas se destruyeron en Wall Street, cayeron los bonos y el riesgo país subió desviándose del trazo del promedio de los países de la región, exceptuando Venezuela. Las acciones argentinas que cotizaban en Nueva York, en ese momento mostraban caídas de entre 20 a 35% con respecto a noviembre 2017, mientras que los bonos argentinos cayeron entre 8 y 17 dólares, alcanzando el bono a 100 años un mínimo de 85,75 centavos por dólar.

En ese contexto, la diferencia entre el riesgo argentino y el resto de la región ascendió 280 puntos básicos. El gobierno del presidente Macri enfrentaba una crisis fenomenal de confianza, no se trataba de una turbulencia. Era la fuga contra activos argentinos que obedecía a la fragilidad de la política económica aplicada. El cambio en el escenario financiero internacional no afectó a ningún país, del modo que lo hizo con la Argentina.

Las vulnerabilidades a las cuales se había sometido el gobierno de Macri-en el caso de que llegara un shock exógeno-, una leve suba de tasa en los EE.UU.-lo había puesto de manifiesto. Es que la inexperta o ingenua apertura financiera, dolarizando ferozmente la deuda pública se podía chocar con una anunciada suba de las tasas en EE. UU. La corrección de la tasa de interés de la Reserva Federal fue consecuencia del avance de la recuperación económica y los efectos expansivos de la política fiscal de Donald Trump, en una economía que se encontraba en pleno empleo, con una tasa de desempleo de 3.9% (la mitad de Argentina).

Aquel ligero cambio en las condiciones externas no fue de ninguna manera el responsable de la crisis, sino un disparador exógeno que despertaría al león. Se cometieron todos los errores posibles. El BCRA, de Sturzenegger obsesionado por la inflación o la baratería de la bicicleta, ancló el tipo de cambio, aumentando las expectativas de devaluación por dos años. Exactamente lo que criticaba del gobierno peronista en un debate de “A dos Voces” por TN, con quien firma el artículo. Luego, aplicó un ideológicamente inconsistente impuesto a la renta financiera para extranjeros, en un esquema que había sido favorable a la “timba”. Previsiblemente los inversores estaban desprendiéndose de sus Lebacs para emigrar a dólares.

Hemos venido insistiendo sobre la fragilidad que proyectaba la política económica de la administración de Macri, desde que asumió. Una política monetaria de fijación alta de tasa de interés por sí sola no resulta efectiva para bajar la tasa de inflación; en ese enfoque, es una estrategia recesiva antiinflacionaria incompleta, que quedó desdibujada el 28 de diciembre, en la célebre conferencia pública.

La política fiscal no tuvo nada de gradualista en el gasto global en los dos primeros años de mandato, sin embargo, no expuso ningún progreso, permutando favores por chequera a los gobernadores y sindicalistas, despilfarrando los recortes sociales más duros y bajando impuestos y retenciones. El déficit primario de 2017 fue mayor al de 2015 y el déficit total (después del pago de intereses de la deuda) fue bastante más alto, resultando harto superior.

Para financiar ese elevado desequilibrio fiscal se recurrió a la maquinita y el endeudamiento externo que tornó a la Argentina “deuda dependiente”, como hace muchos años no lo era. La política de libre flotación cambiaria se basó en la falsa creencia de que el tipo de cambio flotante permitiría asegurar la estabilidad macroeconómica, cuando en realidad el tipo de cambio flotante hubiera sido el resultado de las políticas fiscal y monetaria que se ponían en marcha en un marco teórico monetarista o neo cuantitativista.

A la configuración de política económica había que sumarle el déficit de la balanza comercial y la cuenta corriente de la balanza de pagos, con exportaciones que crecían poco e importaciones que subían mucho, dólares fugados por encima de los financieros que entraban. Argentina tenía el mayor nivel de déficits gemelos de los últimos 35 años. Una vez que los inversores y financistas que financiaban déficits gemelos se percataron de la extrema vulnerabilidad macroeconómica, entendieron que debían tomar las ganancias de Lebacs y salir. La cordialidad que aparentemente generaba el presidente Macri en el exterior no era útil para nada, su visión promercado, los industriosos argumentos del BCRA no bastaron. Los inversores se dieron cuenta que el BCRA había entrado en modo: “LA CASA DE PAPEL”. La brujería y el budismo zen ya no ayudaban.

Las precarias condiciones que pendían de alfileres explicaban el fin de un período. La temporada de “bailes y globitos amarillos” había llegado a su fin, y el gobierno de Macri no había sabido aprovechar la confianza y la paciencia dispensadas por la oposición, los sindicatos y los movimientos sociales.

Los mercados no operan como un barril sin fondo, y ya desde enero de 2018 no estaban dispuestos a financiar el inconsistente programa económico. Por ello para seguir financiando, Dujovne salió sorpresiva y apresuradamente sin billetes aéreos directos y esperando 36 horas para que lo atiendan 40 minutos en el Fondo Monetario Internacional. El nivel de impericia con que se realizó todo, no tenía precedentes.

Se dejaron trascender cifras y le hicieron poner la cara al presidente Macri, a Lilita Carrió; ignorando que un organismo multilateral de crédito, no tiene a su directorio esperando clientes en una oficina para tomar decisiones apresuradas. Ni siquiera en los bancos oficiales en la Argentina, los directores están todos los días. Dicho sea de paso, durante el gobierno de Macri, menos. El directorio del FMI no se reúne con frecuencia. La señora Lagarde era una buena anfitriona, pero por sí sola no decidía nada. Si ese era el plan, colocaron el carro delante del caballo. Tuvieron seis meses de tiempo y fueron en esféricos. Se había optado por recurrir al FMI en pánico en medio de la crisis financiera que debería haber sido una simple corrida, o era un teleteatro. O ambas cosas.

Ahora íbamos por un préstamo “stand by”, una línea con las condicionalidades del FMI y el monitoreo de cumplimiento de metas. En 2017 los propios funcionarios del FMI aconsejaban que Argentina solicite alguna línea preventiva. Era probable que el “mejor equipo de los últimos 50 años” decidiera sobreactuar, para aplicar nuevos aumentos de tarifas. El FMI era el chivo expiatorio ideal para afirmar tarifazos. Combinaron subas de tasa de interés, obligaron a los bancos a vender 2/3 de sus tenencias en dólares, realizaron desafortunadas intervenciones en el mercado de futuros y formalizaron un sorpresivo anuncio de asistencia del FMI, todas las medidas inadecuadas posibles para disipar la inverosímil incertidumbre incentivada.

En un día de mayo vencían $ 647 mil millones en Lebacs. Podía agravarse el panorama existente. Eran necesarios cambios en el gabinete, no se podía mantener “el mejor equipo de los últimos 50 años” porque genero una tragedia. En ese contexto, con pérdida de confianza de los mercados y asistencia del FMI, iban a ajustar más el déficit fiscal, luego era lógico que se abandonara el régimen de libre flotación y se eligiera un régimen de administración del tipo de cambio procurando mantener un peso más devaluado.

Ahora así, se venía una tasa de interés real positiva para generar una recesión que ayudara a evitar el traslado de la suba del dólar a precios. Así se esperaba un bajo crecimiento económico, no había que ser adivino. Entrabamos en stagflation (inflación con estancamiento), menor crecimiento económico, más inflación, un ajuste fiscal mayor, una devaluación real del tipo de cambio mayor, más desempleo y caída de salario.

En 2018 llevábamos 13 años sin pedir un crédito al FMI. Hasta Dujovne con su cartelito en el canal de noticias TN: “No volvamos al FMI”, lo rechazaba unos meses antes de ir. Volver al FMI, implicaba una pusilanimidad, pocas veces vista. No confiaban ni en ellos mismos, como puede deducirse del dinero de los ministros que permanecía en el exterior.

Arjun Appadurai buscó identificar las nuevas fuentes de lucro a través del riesgo que dejan las destrucciones masivas. Desde 2018 habríamos de estar atentos a las CDS (Credit Default Swap)-apuestas contra los títulos argentinos-, que habían comenzado a escalar, previendo y apostando a un nuevo default en algún momento. El CDS abrió de nuevo el negocio del incumplimiento, al erosionarse la base de los préstamos, promesas de pago que no se cumplirían, donde se beneficiarán extraordinariamente quienes ya estaban apostando contra el país. -¿Usted cree que otra vez había argentinos apostando contra Argentina? - Nosotros no lo sabemos.

(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani

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