Nada de lo que prometieron sucedía, no había logros ni avances que celebrar. Marchábamos a un síncope macroeconómico en 2018. No había rumbo de largo plazo, ni reinserción internacional-salvo el endeudamiento macabro-, ningún progreso en materia de gestión, cualquier empresa decente hubiera despedido a toda la gerencia del “mejor equipo de los últimos 50 años”. Subestimaron los desbalances macroeconómicos que iban generando en 2016 y 2017, eligieron un programa económico inadecuado, agravando los déficits gemelos y la suba de la tasa de inflación.
La Argentina en 2018 tenía los déficits gemelos-fiscal y externo-más elevados de los últimos 35 años con inflación creciente, y se evaluaba que la inflación 2018 sería muy superior a la de 2017.
Ocurrió un cambio ligero en el contexto financiero internacional, que generó una reversión delgada del flujo de capitales. Como veníamos narrando, a esta situación estábamos expuestos como pocas veces en la historia, razón por la cual ayudó al desprendimiento de activos argentinos. Recuerde que en el mes de enero de 2018 nos caímos del mundo. Se nos separó del crédito internacional. Mas tarde, ante un shock externo mínimo, la Argentina resultó el país más afectado, porque había bajado la guardia durante 30 meses. Dada nuestra vulnerabilidad macroeconómica los inversores que venían financiando nuestros déficits gemelos en enero 2018 dejaron de hacerlo, pero en abril se dieron cuenta que estaban empapelados con títulos de un país con un programa económico negligente.
DUJOVNE HABIA ABIERTO EL PARAGUAS 3 MESES ANTES
El ministro que salió en su programa por la señal TN, en marzo de 2016 pidiendo con un cartelito: “No volvamos al Fondo”, nos transbordaba al FMI. A dos meses de denegarle la asistencia a Caputo, se apresuraron a invitar con una cena en el terreno baldío (15 de marzo) a Christine Lagarde. Hasta ese momento en el mundo no había pasado nada que moviera la aguja, todo era paz. Para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Dujovne vivía en un descampado. Por ese motivo pagaba menos impuestos donde recibió a Lagarde. A la cotización de ese momento, vivía en una casa de alrededor de 22 mil dólares, en casi 300 metros cubiertos con pileta en el bajo Belgrano (Tiempo Argentino, 10 de junio, 2018).
- ¿Siempre supieron que iban a recurrir al FMI? - No lo sabemos.
En nuestra opinión el acuerdo con el FMI constituía la peor de todas las malas decisiones que tomaba el gobierno Macrista. Le impondrían el peor plan económico posible para corregir el desequilibrio fiscal, externo y la manifiesta ineficacia de la política monetaria. Con la enorme mayoría de los argentinos en contra de ir al FMI, la reelección de Macri dependía de evitar la implosión de los desastres económicos que había hecho.
Con la tasa de interés al 40%, regalando 5.000 millones de dólares (ofrecidos diariamente) a $25 el BCRA, con el pedido de asistencia al FMI, la turbulencia cambiaria y financiera no se detenía. Las reservas del BCRA siguieron cayendo y en una semana los títulos argentinos seguían desmoronándose.
Para parar la fuga escandalosa de capitales y no caer en default la solución del mejor equipo de los últimos 50 años era un acuerdo con el FMI.
En ese contexto, veíamos por delante tiempos de caída de la actividad y aceleración de la inflación; pero la oposición peronista no reaccionaba. Los economistas amigos del establishment auguraban una modesta fase expansiva a partir del primer o segundo trimestre de 2019, esperaban una reducción de la tasa de inflación también. Hablaban de recuperar una credibilidad que jamás habían logrado. Solo habían logrado volver a los mercados de deuda voluntaria, regalándole dólares a los fondos buitres y tomando préstamos al 7 u 8% para “bicicletear en pesos”, ganado 40% en dólares. Eran los jugadores que identificaron un país desendeudado en 2015 (Dujovne dixit).
La suerte estaba echada, la reelección del presidente Macri, era una reelección imposible. El acuerdo con FMI, lejos de garantizar sus deseos los enterraba.
PLAN ECONÓMICO, DICIEMBRE DE 2015. Elija las opciones:
El déficit primario de 2017 fue mayor que el de 2015 y el déficit después de intereses resultó muchísimo más alto, alcanzando 7% del PBI contra el 3.6% que dejó la presidenta en 2015. Asimismo, con la caída de la recaudación y aumento del gasto durante 2016 y 2017, el BCRA continuó emitiendo muchos pesos para financiar al Tesoro, emisión que luego tenía que absorber colocando LEBAC.
El resultado de la chifladura del mejor equipo de los últimos 50 años, fue un stock de LEBAC récord que llegó a alcanzar $1.3 billones (u$s 85.526 millones, al tipo de cambio vigente), que exigía al Central conservar la tasa elevadísima para seguir renovando la permanencia en pesos. De pronto los inversores empezaron a desarmar sus posiciones en Lebacs, incrementando la demanda de divisas.
Demasiado incoherente para parecer cierto, la política de reducción gradual del voluminoso déficit fiscal, pero la política de metas de inflación fue sandunguera. Para implementar exitosamente las “metas de inflación”, se demandaba que no existiera dominancia fiscal, que se poseyeran mercados financieros intensos donde las transferencias de la política monetaria fueran fuertes, que no existieran enormes distorsiones de precios, que la economía no se encontrara dolarizada, y que hubiera una estimación honesta de cómo y en qué magnitud una suba de la tasa de interés afectaría la tasa de inflación, y la tasa esperada de inflación.
El manual del niño monetarista decía que si estas condiciones no se cumplían lo aconsejable seria establecer metas de agregados monetarios en la transición hacia un esquema de metas de inflación. Pero el BCRA implemento el cool “inflation targeting” con extravagante dominancia fiscal, por esa razón, los supuestos lo entierran, ya que en 2016 la inflación se aceleró a más de 36%, en 2017 25% y en 2018 directamente se descontroló a 47%.
En ese marco teórico, la libre flotación, estaba “patas para arriba”, porque está basada en la creencia que un tipo de cambio flotante contribuye a la corrección de los desbalances macroeconómicos, cuando el tipo de cambio flotante es el resultado de las políticas fiscal y monetaria que se aplican. Entonces el descontrolado déficit fiscal financiado con deuda en dólares y la política de alta tasa de interés real que atrajo capitales golondrinas, acabó profundizando el atraso cambiario. El resultado fue una formidable desaceleración de las exportaciones, alta demanda de dólares para turismo y atesoramiento que nunca se detuvo. Todo nos recordaba a Martínez de Hoz. En la ruina fiscal y con el acelerado deterioro de la cuenta corriente del balance de pagos el mejor equipo de los últimos 50 años, logró alcanzar los récords de déficits gemelos, más eminentes de los últimos 35 años.
LA PAVURA DEL GOBIERNO ANTE LA CRISIS CAMBIARIA Y FINANCIERA
Dado el inadecuado boceto macroeconómico y la magnitud de los desequilibrios, la Argentina sufrió “la crisis turca”, más fuerte que la propia Turquía.
El leve cambio del contexto financiero internacional, le pegó a nuestro pais más que el resto de los países emergentes.
El gobierno de Macri redujo la meta de déficit primario para 2018 de 3.2% del PBI a 2.7%, informó el pedido de asistencia al FMI el 8 de mayo 2018 y nombró a Nicolás Dujovne como ministro coordinador. El Tesoro vendió u$s 2.200 millones desde el Banco Nación en los segundos 15 días de mayo, informó un ajuste fiscal de 20.000 millones de pesos, y arregló una colocación de bonos en pesos por u$s 3.000 millones a 5 y 8 años al 20% y 21% con el propósito de enviar un mensaje de que aún tenía acceso al mercado de deuda voluntario.
Las medidas de recorte del gasto anunciadas fueron: Congelación de personal al Estado Nacional por dos años, suspensión de viajes en avión en clase ejecutiva a personal con rango inferior a ministro, anulación de los convenios por asistencia técnica con universidades nacionales, intervención en las bonificaciones y premios vigentes, revisación de gastos en servicios extraordinarios y reducción del 30% para el resto del ejercicio: horas extra, comidas y viáticos. Interrupción de compras de vehículos, restricción de su uso a funcionarios con rango superior a secretario, modificaciones de nuevas con ahorro mayor al 25%, empresas públicas informarían su planificación en personal para 2019 y se bajarían los fondos para empresas públicas 15%. Solo faltaba reemplazar el café por mate cocido, como hace 25 años en las empresas insensatas.
Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros