Un Cisne Negro, según la teoría desarrollada por el matemático y científico libanés Nassim Nicholas Taleb, es un evento extremadamente raro e impredecible que puede tener un impacto muy fuerte en el presente inmediato. Se aplica por ejemplo para un colapso inesperado en los mercados y muchos de los que se han producido tuvieron importantes costos en las bolsas globales.
Creand Wealth Management, entidad especializada en banca privada, analiza cuáles han sido los principales cisnes negros que han provocado las mayores caídas en Bolsa a lo largo del último siglo.
El Crack del 29 fue la caída más profunda que ha sufrido el mercado y que se prolongó 33 meses, llevando la rentabilidad del índice Dow Jones un 86% por debajo de su máximo.
Luego de los maravillosos años 20, de gran opulencia y despilfarro, llegó el colapso. La facilidad de créditos, unos altos niveles de endeudamiento de los minoristas y unas valoraciones exageradamente elevadas, fueron los detonantes que provocaron ventas masivas.
Un escenario que, en una semana, precipitó que miles de familias se empobrecieran y que las facilidades de crédito, hasta entonces laxas, se endurecieran y llevaran a la bancarrota a gran número de empresas que no podían hacer frente a sus necesidades de circulante. La caída más pronunciada en una sesión se produjo el martes 29 de octubre de 1929, con un descenso del 12,8%.
La llegada de Internet de forma masiva generó que muchos quisiera hacerse ricos con las nuevas oportunidades de negocios que presentaba la WWW.
El índice Nasdaq, estaba por encima de los 4.800 puntos en pleno auge de la burbuja. Hasta que se pinchó y la bolsa tecnológica cayó casi 80%. El mercado perdió cerca de cinco billones de dólares.
Lo que ocurrió es que el crecimiento fue tan explosivo que hubo una sobrevaloración de las empresas. Cuando las expectativas no se cumplieron, el mercado colapsó.
Al igual de lo que ocurrió casi 100 años antes, para 2008 el mundo parecía estar en un gran momento para el sector financiero. Nada hacía pensar que estaba por avecinarse más de un año y medio de crisis con caídas bursátiles del orden del 50%, con quiebras de los mayores bancos de Wall Street.
Esta crisis se extendió de forma global, aunque su origen está en el mercado hipotecario americano, por lo que también es conocida como la crisis de las hipotecas subprime. Antes de que estallara la crisis, los bancos ofrecían facilidades de crédito extremas para financiar la compra de hipotecas a personas sin recursos (subprime).
Esto, unido a un proceso de desregularización financiera llevada a cabo en EE. UU. en los años anteriores, permitió comercializar estas hipotecas de baja calidad crediticia camuflada, y derivó en una crisis de liquidez que propició un pánico bursátil y una profunda recesión.
Algunos creen que esto no es un Cisne Negro, sino el mero desenlace de una acción irresponsable de los bancos que solo vieron las ganancias pero nunca midieron los riesgos. Fue además, la época de la megaestafa de Berni Madoff.
Una pandemia como la del Covid-19 es casi de por si la definición exacta de un Cisne Negro. Nadie esperaba que un virus provocara la crisis sanitaria que azotó al mundo, provocando confinamientos y cierres a nivel global, provocando graves consecuencias económicas.
Las consecuencias de esta crisis global han sido las más importantes desde la Segunda Guerra Mundial.
Hay que remontarse 36 años para localizar el Cisne Negro que provocó una de las mayores caídas en los mercados a lo largo del último siglo. El 19 de octubre de 1987, el índice norteamericano Dow Jones se hundió un 22,6% en una sola sesión, volatilizándose casi una cuarta parte de la capitalización bursátil.
El informe explica que “los motivos de una corrección tan fuerte se debieron a una sobrevaloración de los activos, un petróleo al alza y una elevada inflación, lo que provocó ventas masivas por parte de inversores particulares e institucionales”.
Las caídas que siguieron los días posteriores no fueron tan abultadas. Se marcaron unas caídas máximas acumuladas del 28% a los tres meses. Incluso el índice Dow Jones acabó 1987 en positivo (2,26%).
La guerra en Ucrania es considera un Cisne Negro porque más allá de las tensiones geopolíticas no se esperaba una invasión de Rusia.
El conflicto provocó un fuerte aumento de los precios de la energía y los alimentos, lo que sumado a las consecuencias de la pandemia de Covid-19 agravó la inflación global.
A lo largo del último siglo, también se han vivido Cisnes Negros cuyo origen estaba alejado del ámbito puramente económico, pero que ocasionaron un fuerte impacto en las bolsas. Es lo que ocurrió con los atentados terroristas del 11S en Nueva York, que provocaron que los mercados también se tiñeran de rojo, con caídas en esa jornada del 7,1%, y un acumulado máximo cercano al 17% en un mes.
El efecto contagio hizo que los valores de los principales índices europeos también abriesen a la baja, destacando el -6,6% del Euro Stoxx. La otra cara de la moneda la protagonizó el índice S&P 500 VIX, que experimentó una subida del 26,6%, explicación más que suficiente de por qué se le conoce como índice del miedo.
El inesperado resultado del referéndum promovido por el gobierno británico, para votar la posible salida del país de la Unión Europea, provocó un auténtico terremoto a nivel político, social y económico. El apoyo del 52% a la salida de la UE generó una reacción inicial en los mercados de valores y en el de divisas que hizo caer la bolsa de Londres más de un 7% en la sesión posterior, acumulando una caída total del 14% en dos jornadas. También originó la mayor devaluación de la libra jamás registrada en un solo día. Las caídas fueron del 10% con respecto al dólar y del 7% con respecto al euro.
Conclusiones
Una de las conclusiones que se extrae del análisis es que los Cisnes Negros cuyo origen era financiero, como el Crack del 29, la crisis de las puntocom en el año 2000 o la crisis financiera de 2008, provocaron efectos mucho más devastadores para los mercados, frente a otros sucesos con una mayor repercusión a nivel político y humano, como los atentados del 11S o el estallido de la Guerra de Ucrania, cuyas caídas en bolsa no fueron tan abruptas.
Además, el efecto de este tipo de acontecimientos de origen financiero adquiere un carácter mucho más largoplacista. Se acumularon caídas en bolsa durante un periodo de tiempo mucho más elevado (33 meses en el caso del Crack del 29 o 31 meses en la crisis de las puntocom de 2000, frente a las dos sesiones de caídas tras el Brexit o los dos meses en la crisis COVID-19).
A pesar de tratarse de sucesos de gran impacto y que, como podemos comprobar, se repiten con cierta asiduidad en el tiempo, protegernos de los cisnes negros es complicado, dada su naturaleza imprevisible. La mejor forma de estar preparados, desde el punto de vista de las inversiones, pasa por apostar por la diversificación y el asesoramiento para evitar decisiones precipitadas en momentos complicados.