Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XL)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XL)

El presidente Macri en persona, descartaba versiones de default en EE.UU.

Un déjà vu, que significa en francés: “ya visto antes”. Déjà vu es un tipo de paramnesia del reconocimiento, en contraposición a la del recuerdo de alguna experiencia que sentimos como si hubiésemos vivido previamente. Se trataba de un suceso que considerábamos vivido, pero en realidad no. Fue penoso pero distinto, algo nunca antes visto; ni por la magnitud, ni por la velocidad.

El plan que ocurrió con el “acuerdo FMI II” (Liberen a Willy II) tenía como vital objetivo “liberar a Macri”. Y esto se logró transitoriamente, alejando el fantasma de default hasta agosto 2019. Entonces con “Liberen a Willy II” se apagaba la hélice del helicóptero impulsada por el dólar y la inflación (5/6%) en septiembre y octubre 2018.

En la película la personalidad irascible, locuaz y traviesa del pequeño hacía que todo fuese complicado, el gobierno del niño también. Liberen a Willy II continúa con la historia de una hermosa amistad, Willy, y su deseo por sobrevivir, al igual que Macri y Christine Lagarde.

Se ocultaba que la situación económica era muy delicada, no podía descartarse el riesgo de una transición desordenada con un nuevo brote de desequilibrio cambiario e inflacionario antes de las elecciones, porque seguía habiendo enorme debilidad macroeconómica.

El fenómeno de las crisis financieras

Se incorporó oficialmente en la agenda mundial, y por lo tanto en el ámbito internacional, como una preocupación para los Estados de mayor grado de desarrollo económico y los organismos multilaterales de crédito, después de la denominada “Crisis de Lehman Brothers” (PricewaterhouseCoopers International Limited, Lehman Brothers Bankruptcy, “Lessons learned for the survivors Informational presentation for our clients”, August 2009), luego del “semestre trágico”.

Así se denominó el periodo comprendido entre el último trimestre de 2008-con la quiebra de Lehman Brothers y el final del primer trimestre de 2009, cuando la economía mundial, comenzó a recuperarse del shock, que pudo posicionarse con fuerza como tema de debate, remarcándose su asociación a las esferas de desregulaciones, y falta de controles e intervenciones de los gobiernos. Todo lo que había venido a restaurar “el mejor equipo de los últimos 50 años”

El año próximo se cumplirán 30 años desde 1994, cuando las crisis financieras empezaron a detonar en distintos países: México, Tailandia, Malasia, Indonesia, Corea del sur, Rusia, Ecuador, Brasil, Argentina 2001. Pero su relevancia adquirió un interés inquietante cuando Grecia, España, Portugal, Irlanda e Italia (2010) comenzaron a ser parte integrante de los desequilibrios internacionales.

Todo eso se debía a que la ideología hegemónica que se había orientado y establecido desde los países desarrolladoshacia los países emergentes, como reflejo de la expansión de la globalización de los mercados y la expansión del capitalismo financiero. Ese es el entendimiento, en que la situación financiera internacional se había configurado como un emergente del avance de lo financiero sobre lo político, y los actores a cargo en los países desarrollados dieron cuenta de ello.

En ese marco, la diferencia para resolver los desequilibrios en los países desarrollados y emergentes han perjudicado en mayor medida a estos últimos, y esto responde en parte a la decisión de subordinar las políticas públicas a las diez reglas del Consenso de Washington, por ejemplo, para la región Latinoamericana en la década de los noventa, dejando paso al FMI, la tecnocracia internacional y las “mejores prácticas del mercado”. Y en 2018, la Argentina volvería a repetir la historia.

Así se trasformó en los noventa, como el rumbo aceptado por numerosos políticos, principalmente los adherentes al neoliberalismo (en Argentina Menem-De la Rúa, Collor de Mello en Brasil, Fujimori, Sánchez de Losada y Gutiérrez; en Perú, Bolivia y Ecuador respectivamente). El FMI había incluido la clásica receta, como factor previo a cualquiera de sus políticas de asistencia financiera. Los avances devinieron en un extraordinario aumento de la desigualdad y la pobreza, debido al endurecimiento de las exigencias de estos organismos.

Fue en ese contexto que la Argentina en los noventa, asumió el papel de “mejor alumno del FMI”, no resguardando los intereses argentinos, y adaptando sus políticas a los nuevos requerimientos del Consenso de Washington, una década antes de ingresar en el mayor default de la historia mundial, en diciembre de 2001. El tema ha tomado especial protagonismo desde el inicio del nuevo milenio, aunque fue perfeccionado cuando superó las fronteras de los países emergentes, para concernir a los países desarrollados, lo que elevó la incertidumbre de los países más ricos.

Nunca un gobierno argentino se había desgastado tanto en tan solo dos años de gestión como el de Fernando De la Rúa. Al momento de renunciar a su cargo de presidente de la Nación Argentina, la imagen positiva era sólo 4%. Macri tuvo un extraordinario y coordinado soporte que pudo evitar el mismo escenario.

De esta manera en los noventa, se verificó una tendencia que indicaba que en los países que se habían aplicado políticas neoliberales e incurrido en crisis financieras, ya al borde de la cesación de pagos, era casi inevitable la caída del gobierno (Ecuador, Indonesia, Malasia, etcétera) ante la imposibilidad de manejar sus consecuencias. En el nuevo milenio debuto con De la Rúa (2001). Sin embargo, Macri no cayó, pero no pudo evitar perder la elección presidencial en primera vuelta, por más de 8 puntos porcentuales.

Aquel desgaste del ex presidente De la Rúa, también afectó a buena parte de la dirigencia política del país. El caos político en que cayó el gobierno De la Rúa, no sólo se manifestó en la violencia de los saqueos y en la presencia masiva de gente en las calles, desafiando el estado de sitio y mostrando una desobediencia civil inédita, sino también en la resistencia de las Fuerzas Armadas a distribuir alimentos entre los sectores más pobres de la población (que habría sido solicitada por el Presidente) y, fundamentalmente, en la falta de políticas para atender la emergencia, que luego de las varias sucesiones provisionales-en el marco del sistema presidencialista-, pudieron ser implementadas por Eduardo Duhalde, a partir de su designación por parte del Poder Legislativo. La sombra de aquella tragedia aparecía en un déjà vu: “ya visto antes”, no solo para los observadores, sino también para el presidente Macri.

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

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