Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XLI)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XLI)

Empezaba el mes de julio 2018 y el gobierno combatía la inestabilidad financiera y cambiaria vendiendo más de u$s12.000 millones en el mercado de cambios, solicitando asistencia financiera al FMI, comprometiéndose a aplicar un programa económico consistente, y despidiendo a Sturzenegger. Ahora recurriendo a un cambio en la conducción del BCRA más la declaración de la Argentina como nueva nación “emergente” (para las calificadoras de riesgo mejorábamos en medio de la crisis), no lograba apaciguar el dólar y tranquilizar los mercados.

Una parte del problema era que el nuevo BCRA no tenía suficientes reservas para amortiguar el ataque contra el peso, o dolarización de carteras. Llegaba el “Messi de las finanzas” para cuidar los dólares. Sturzenegger había estado dilapidando reservas.

El BCRA subió la tasa de interés y anunció una batería de medidas. Estableció un cronograma de subastas (remate de dólares del Tesoro) con los u$s 7.500 millones del primer desembolso del FMI. El remate era de u$s 100 millones o u$s 150 millones por día.

Redujo la posición global neta en moneda extranjera de los bancos para que los bancos vendieran divisas y comenzó con el ministro de Hacienda a desarmar el stock de Lebacs de los bancos para lo cual subió los encajes bancarios en 5 puntos, alrededor de $100.000 millones que podían integrarse con un bono del Tesoro a 2 años en pesos, mientras que con lo producido de la venta del BOTE el Tesoro debería comprar las Letras Intransferibles que poseía el BCRA para que fuera desarmando su stock de Lebacs.

Aumentó el tope de la tenencia de activos en dólares de los bancos del 5% al 30% de su RPC para la compra de LETES en dólares, con el fin de impulsar la demanda de estas letras en un contexto de dificultad para renovar el stock. El BCRA también dispuso otro aumento de encajes bancarios de 3 puntos al 26% -alrededor de $60,000 millones. Pero este aumento debería integrarse únicamente en pesos.

El ministerio de Hacienda anunció la primera semana que licitaría Letras del Tesoro en dólares, que se podrían suscribir en pesos, dólares y Lebacs. Se buscaba dar una alternativa para que los inversores pudieran salir de Lebacs sin retroalimentar las tensiones cambiarias en un contexto en que ya había fondos de inversión que habían huido y otros que habían alcanzado el límite de sus cláusulas stop loss. Un stop loss es un tipo de orden condicionada, que ejecuta la venta de un determinado activo si su precio desciende por debajo del límite marcado.

El gobierno tenía un dilema, había que detener la escalada del dólar y a la vez darle dólares a las relaciones que se quisieran ir. La crisis cambiaria y financiera estaba licuando el poder político del presidente Macri.

Para resolver el problema del mercado de cambios no alcanzaba con las subastas de dólares del Tesoro, una mesa de dinero más eficiente, y la picardía financiera del nuevo transgresor sentado en la poltrona del BCRA, los incentivos para que bancos e inversores compraran Letes en dólares, la suba de encajes y la tasa de interés en el entorno de 50% anual. El tema era que, al tipo de cambio real de junio, las subastas del Tesoro por u$s 7.500 millones podrían no lograr equilibrar el mercado de cambios en lo que restaba de 2018. El faltante de divisas no era una dificultad coyuntural que podía resolverse con medidas astutas; se trataba de un problema de índole estructural.

El país tenía un bajísimo nivel de exportaciones, unos u$s 23. 000 millones menos que años atrás, y los argentinos ahorraban en Macridólares, con lo cual cuando se terminara la bicicleta financiera, sin chances de colocar deuda en los mercados globales, -ya hacía 7 meses-detonaba el faltante de dólares.

El Gobierno decidió pedir asistencia financiera al FMI. No fue por prudencia, precaución o estrategia predeterminada. La Argentina acudió al FMI porque sufrió un “sincope financiero”. Una vez más en la Argentina, se había hecho todo lo posible para que faltaran dólares. Los inversores ya no estaban dispuestos a comprar bonos argentinos y el gobierno encontraba dificultades para renovar el stock de letras del Tesoro. Las renovaciones se hacían a tasas crecientes, pero eran inferiores a los vencimientos.

Se sabía que la estrategia de ir al FMI era riesgosa y que no se habían tomado medidas preventivas. Se sugirió en su momento la conveniencia de contar con un préstamo precautorio del FMI-un giro en descubierto-como el que tenían México, Colombia, o Polonia, pero Macri le había dicho a Bonelli y Alfano en “A 2 Voces” que no recurriría al FMI.

Hubo que recurrir al FMI para evitar una crisis que llevara al Gobierno a incumplir con sus obligaciones financieras privadas. Mas tarde el FMI culparía a Macri por el fracaso económico. Macri y el FMI sabían que el acuerdo no era cumplible.

Macri sería imputado más tarde por el acuerdo con el FMI.

El Gobierno se comprometía a acelerar el ritmo de convergencia fiscal. Buscaría disminuir las necesidades de financiamiento reduciendo el déficit primario, sin descuidar los sectores más vulnerables. Dijeron que tratarían de corregir las inconsistencias de la política monetaria que hacía muy difícil la tarea de bajar la tasa de inflación, eliminando la dominancia fiscal y desmontando el stock de Lebacs.

Macri logró un préstamo del FMI por u$s 50 mil millones, 11 veces su cuota en tiempo récord. Pero la finalidad del FMI era que utilizara sólo el primer desembolso de u$s 15 mil millones, dejando la mayor parte como una línea precautoria de u$s 35 mil millones. El propósito del FMI era restaurar la confianza para volver urgente a los mercados de capitales con políticas macroeconómicas que posibilitaran poner la deuda pública en un sendero declinante. Sin embargo, el gobierno tenía que utilizar la totalidad de los u$s 50.000 como apoyo presupuestario: los u$s 15.000 millones más 12 desembolsos de u$s 2.900 millones por trimestre, y, aun así, incumbiría retomar la colocación de deuda en los mercados en 2019 para poder financiar el resto.

METAS FISCALES, MAS SEVERAS

El gobierno Macrista debería hacer un mayor esfuerzo fiscal de 0.9% del PBI, de reducción del déficit primario en 2019, comparado con el previsto. La nueva meta era de un déficit de (-1.3%) del PBI, cuando precedentemente era (-2.2%), y también en 2020 descendería a (0% -primitivamente 1.2%) y 2021 (+0.5%, anteriormente 0%). Como se ve, se comprometía el ritmo de reducción del déficit primario en 2.6% del PBI en el acumulado 2019-2021.

El FMI no sólo pretendía un mayor esfuerzo fiscal, sino una mayor transparencia de las cuentas públicas, procurando que detuvieran la creatividad contable. Le exigieron al equipo económico computar como “gasto de caja” el Programa de Inversiones Prioritarias PIP que se venía computando como “Adelantos a proveedores y contratistas” y como “gasto” los pagos que se realicen en el marco de las PPP.

En medio de la rebelión cambiaria, el nuevo BCRA prefería utilizar las reservas para parar el desborde, frenar la subida del dólar y sortear el problema de la nominalización de la economía. Pero tenía un cupo muy limitado para hacerlo por la meta piso de reservas netas, y el FMI se resistía a flexibilizar su actitud. No quería financiar más la fuga de capitales para vender dólares baratitos a los camaradas del nuevo presidente del BCRA.

Paradójicamente, el préstamo del FMI por u$s 50.000 millones fue muy importante, pero no alcanzaba para cubrir la totalidad de las obligaciones financieras del gobierno hasta el final del mandato de Macri. La idea era blindarse hasta el final del mandato. El programa financiero de 2018 estaba cerrado con la asistencia del FMI, asumiendo que los dos desembolsos pendientes se utilizarían como apoyo presupuestario. Pero en 2019 no sólo se requerirían los desembolsos del FMI como financiamiento presupuestario, sino que se reabrieran los mercados de capitales para colocar deuda.

A su vez, el descalce de divisas entre el financiamiento en dólares y las necesidades financieras en pesos, asumiendo que se compraran las Letras Intransferibles, llevaría al Tesoro a vender unos u$s 10.000 millones en 2018, más de los u$s 7.500 previstos en el acuerdo con el FMI, y u$s 25.000 millones en 2019. Si no se compraban las Letras Intransferibles, lo que complicaría la política monetaria, se reduciría sensiblemente el financiamiento que habría que salir a conseguir.

Evaluábamos como muy difícil que el gobierno poseyera la extensión financiera como para cubrir semejante agujero, y llevar adelante colocaciones de deuda para avanzar en el desarme de las Lebacs.

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

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