Paraguay tiene cada 5 años elecciones, en donde se elige presidente, vicepresidente y todos los representantes del Poder Legislativo. Dato a tener en cuenta: no hay segunda vuelta. El voto estratégico/voto útil tiene un valor sumamente importante en estos comicios.
Con la Constitución de 1992, hoy el Ejecutivo nacional cuenta con menos poder que antes debido a que necesita de la colaboración y de la aprobación del Congreso para llevar a cabo gran parte de las políticas de Estado.
El país posee 7,5 millones de ciudadanos y 4,8 millones de personas que están en condiciones de ir a votar. La participación electoral, por lo general, oscila entre un 60 y el 69%, lo que determina que aproximadamente 3 millones de votantes podrán elegir a sus representantes este domingo. Otro dato: según diferentes encuestas, el próximo presidente podría ganar las elecciones con menos del 35% de los votos y es por esto que la batalla en el Congreso será dura para el partido que resulte triunfador.
En el aspecto económico, el país cuenta con un nivel importante de estabilidad, a través de la robustez del Banco Central. Hace 80 años que tiene la misma moneda, en ningún momento le sacaron un 0, pudiendo generar admiración en la Argentina y otros países de la región. Paraguay, pese a la estabilidad económica, tiene cifras de pobreza preocupantes y un tema central a resolver: la lucha contra el crimen organizado que penetró en todas las áreas del Estado.
Una de las características principales de la historia de Paraguay fue la presencia de los partidos políticos a la hora de organizar la vida política, pese a extensos períodos con regímenes autoritarios. En este sentido, el país vecino, cuenta con un sistema bipartidista entre el Partido Colorado (Santiago Peña, será el candidato presidencial) y el Partido Liberal (Efraín Alegre hará lo propio por la oposición).
El voto estratégico/voto útil tiene un valor sumamente importante en las elecciones paraguayas debido a que no hay segunda vuelta como señalé anteriormente.
Gianfranco Pasquino, en el libro “Sistemas políticos comparados”, define al voto estratégico “cuando el elector, en cambio, decida votar no por el candidato y/o el partido preferido,sino por otro candidato y/o partido, por ejemplo, porque le resultan menos perjudiciales, o bien por una suma de motivaciones que pueden combinar sin superponerse, porque persigue otro objetivo, por ejemplo, quiera votar por el candidato que ya considera ganador, apunta a garantizar un determinado partido representación en el parlamento, pretende expresar así su disenso, desee mantener viva una fuerza política de modo que pueda contar en la formulación de las políticas públicas, etcétera".
Existen dos factores que son centrales y que se relacionan con el impacto del voto estratégico: en primer lugar, el nivel de estructuración del sistema de partidos, es decir, si hay liderazgos nacionales estables, creíbles y capaces de ofrecer coordinación, confianza y previsibilidad a la hora de llevar adelante acuerdos en un escenario post electoral.
En segundo lugar, el factor psicológico que lleva a algunos electores a votar por un candidato menos perjudicial que el resto para no perder el voto o para intentar impedir la victoria de un candidato percibido como peligroso para la democracia. Un ejemplo de un candidato paraguayo peligroso para la democracia es Antonio Cubas, candidato del Partido Cruzada Nacional, es un confeso admirador del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y tiene una postura antisistema y nacionalista.
Por último, debemos entender y reflexionar sobre el sistema presidencialista que prima en nuestra región. A la hora de analizar los sistemas presidenciales de latinoamérica, Giovanni Sartori, investigador italiano de la Ciencia Política, sostuvo que hay grandes diferencias entre los presidencialismos latinoamericanos y el presidencialismo estadounidense, por dar un ejemplo. “Es fundamental prestar atención al contexto y a los sistemas de partidos. El presidente latinoamericano suele tener problemas para hacer cumplir sus promesas y traducirlas en políticas públicas y los presidencialismos de la región oscilan entre el abuso de poder y la debilidad política e institucional”.