Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XLVII)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte XLVII)

Durante el viaje de Macri y Dujovne, Largarde le habría pedido al presidente que despida a Luis Caputo. “…su presidencia de tres meses había cumplido su vida útil” (Infobae, 26 de septiembre, 2018). El nuevo programa económico del nuevo acuerdo con el FMI redoblaba la apuesta. Una extravagante progresión del préstamo y de los desembolsos, extendía el monto original hasta u$s 57.100 millones. Después de 13 años ausentes del pais, estaban dispuestos a prestarle al gobierno de Macri 2/3 de su cartera de créditos, aun cuando había incumplido en forma inmediata, todos los compromisos asumidos. Además, le adelantaban a 2018 y 2019 los desembolsos previstos para 2020 y 2021. Unos u$s 19.000 millones. En lo que restaba de 2018 (tres meses), en lugar de u$s 6.000 millones, ingresarían 13.400 millones; en 2019 en vez de u$s 11.400 millones, integrarían 22.800 millones. Era Disneylandia, un mágico mundo de colores.

Figurarse que el adelanto de desembolsos dejaba totalmente cubiertas las necesidades financieras del Tesoro hasta diciembre de 2019, aun suponiendo una baja tasa de renovación de los vencimientos de Letes. Un indulto para Macri y el mejor equipo de los últimos 50 años, el sueño de cualquier convicto.

Para sacarle las castañas del fuego a Macri y su equipo, la deuda pública trepó de 57% del PBI a alrededor de 90%, la clave del nuevo programa económico era alcanzar la puerta de salida en puntas de pie.

Nadie pensaba en el accesorio “cero de déficit primario” que implicaba un ajuste de 2.6% del PBI. El equipo y su tribuna de socios expresaba: “mejorarán las cuentas fiscales 2019”.

Se pasó de un esquema donde el BCRA fijaba la tasa de interés y la cantidad de dinero la determinaba el mercado, a un esquema donde se fijaba la cantidad de pesos y la tasa de interés la determina el mercado. El BCRA se comprometió a “cero por ciento” de crecimiento de base monetaria. Pero la base crecería 8% entre septiembre de 2018 y junio de 2019 y, 1% mensual de ahí en adelante hasta diciembre 2019, de acuerdo al consenso de ecoptimistas del establishment. El objetivo de la meta monetaria era frenar la aceleración inflacionaria y la creciente nominalidad de la economía. Aun logrando el objetivo, el problema de esa dura política monetaria provocaría daños colaterales de magnitud. A esa altura, no les importaba un rábano. El estrujón monetario y la escasez de pesos presionaba al alza la ya absurda tasa de interés y daba lugar a una violentísima caída del crédito, lo que llevó a una insufrible profundización de la recesión.

Libre flotación del tipo de cambio, el BCRA solo podría intervenir en el mercado cambiario en caso de fluctuaciones muy excesivas del tipo de cambio…para lo cual se establecieron zonas de no intervención del BCRA, donde el Tesoro vendería dólares del FMI con fines presupuestarios.

La zona de no intervención inicial estaba entre $ 34 y $ 44. Cuando el tipo de cambio superara el límite superior, el BCRA podría volver a regalar dólares hasta u$s 150 millones por día. Cuando el tipo de cambio: ¿cayera por debajo del piso? el BCRA podía comprar reservas emitiendo pesos que podían no ser absorbidos. La zona de no intervención se ajustaba diariamente a razón de 3% mensual hasta fin 2018.

Para alcanzar niveles de endeudamiento compatibles con una calificación del FMI de “deuda sostenible” para un país emergente-menor al 70% del PBI-en 2025, se requeriría un superávit primario de 1 o 2 puntos del PBI. En cambio, con supuestos más exigentes, menor crecimiento y devaluación profunda, se requeriría un superávit primario de 3.5% del PBI para hacer sostenible la ratio deuda / PBI.

Lo cierto es que el gobierno tenía las castañas afuera del horno hasta su alejamiento del poder. Pero estaban asfixiando al sector privado y profundizando la recesión, con el consecuente acrecentamiento de la conflictividad social. Un juego muy peligroso que procedió a disiparse cuando empezó a ser obvio que volvía a ganar el peronismo. La gente empezó a aguantar. Con recesión se hacía más difícil el cumplimiento de las metas acordadas con el FMI, la caída de la recaudación comprometía la meta de equilibrio primario, lo que ya le había pasado a Domingo Cavallo en 2001. Había dudas respecto de mantener la dura regla monetaria ante la profundización de la recesión y un posible helicóptero, que desvelaba a Macri.

Con una gestión pésima en resultados económicos, aumentaba la chance del populismo que la ciudadanía empezaba a revalorizar.

El austericidio fiscal y el estrujón monetario anunciaban una mayor caída del PBI. En ese contexto se había revisado a la baja la perspectiva de crecimiento 2018 y 2019. Para 2018 se proyectaba una caída del PBI de (-2.7%) y un retroceso entre puntas-cuarto trimestre 2018 contra cuarto trimestre 2017 de 7%-, lo que dejaría un arrastre estadístico negativo para 2019 del orden de (-3.5%). Una calamidad.

Para 2019 las consultoras en septiembre proyectaban una caída de (-1.7%) contra (-0.5%) anterior (corrigieron 1.2% = error de 4.800 millones de dólares) a este nuevo y erróneo pronostico (porque termino en -2.6%). Agregarle al error otro 1% más, proporcionaría otro traspié de 4.000 millones de dólares. Ya acumulaban u$s 8.400 millones de error los economistas que venden informes a las corporaciones y bancos. Raudos para corregir falsedades, la tasa de inflación de 2018 seria 47%, con una inflación en septiembre de 6% mensual y en octubre de 5%. Pero muere una mentira y comienza otra, así se proyectaba una reducción de la tasa de inflación para 2019, en el entorno de 26%, cuando en realidad terminaría en 54.7% (más del doble de lo que se pronosticó). Esos son los economistas que pontifican en “el Coloquio” donde a nadie se le cae ni una idea.

Con la profundización de la recesión y el aumento de la conflictividad social, el corto plazo se veía como inalcanzable. Los signos de agotamiento de la población eran evidentes. La revolución de la alegría, era una revolución de tristeza por doquier. El nuevo Acuerdo con el FMI nació destinado al incumplimiento. A nadie le importaba, se iban de sus cargos: “Los tres valientes camaradas, 1956”. Esta vez, protagonizada por Trump, Lagarde y Macri. Macri concluiría su gestión en vergüenza absoluta por sus resultados económicos, lo que elevaba la chance de reversión del rumbo pro mercado. Dejaría como legado unas deudas externa y social impagables, que impedirían proyectar una recuperación que devolviera el lugar donde comenzó.

Las crisis macroeconómicas tienen efectos negativos a corto plazo y producen daños permanentes que hipotecan el nivel de vida de las siguientes generaciones. Macri no acertó ni una y, su gestión terminaría con resultados económicos fatales, lo que aumentaba el riesgo de que después de su salida hubiera bajas posibilidades de reparar la intensiva ruina asegurada.

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

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