Un periodista indicaba: “pensé que estábamos siendo testigos del surgimiento de la izquierda que tanto necesita el Ecuador, una que se aleje de las prácticas mafiosas, que juegue en una cancha democrática y, sobre todo, que trabaje por las clases más vulnerables, teniendo como norte la promoción de los derechos civiles y la justicia social...”. Quedé estupefacto por el mensaje velado “del otro bando” (la derecha), pues entiendo que la tilda de prácticas mafiosas, antidemocráticas, que no trabaja por las clases vulnerables, ni promueve derechos civiles ni justicia social. Nuestro pueblo ha sido lentamente adoctrinado hacia una mentalidad de izquierda achacando a su oponente. En 42 años de gobiernos ‘democráticos’ apenas hemos tenido 10 gobiernos de derecha, pero todos los males del país los achacan a esta tendencia política. Hemos llegado al absurdo de decir “quiere ser presidente y es un empresario millonario” pero jamás decimos “quiere ser presidente y es un político millonario”; a no desear un gobierno de derecha, pero a dar la vida por vivir en el país más derechista del mundo (y una de las más grandes democracias del mundo); o a decir: “es un buen candidato, pero de derecha” y “es un corrupto, pero de izquierda”. Si nos enseñaran neutralmente la historia, si el ecuatoriano fuera más objetivo e investigara, se daría cuenta de que los extremos de ambas tendencias han ocasionado gran sufrimiento a la humanidad y quizá aprendería a identificar al demagogo, farsante, corrupto y degenerado para castigarlo en las urnas. Somos ciegos.
David Ernesto Ricaurte Vélez