La inflación baja, pero el vértigo continúa; la Fed observa desde el palco

 La inflación baja, pero el vértigo continúa; la Fed observa desde el palco

La inflación aterriza suave. Quizás no tan rápido como la Fed pretende, pero no se encabrita como temían los mercados después que Estados Unidos creara 253.000 nuevos empleos en abril. De ahí el alivio tras conocerse la variación de 0,4% de los precios al consumidor de abril. La inflación interanual hizo tope en 9,1% en junio de 2022. Reculó ya a 4,9%. Es la novena merma consecutiva. Despliega consistencia, pero sabor a poco. Y no es la única objeción. La inflación núcleo, la de aquellos precios que no son energía ni alimentos, no cede. Desde diciembre, persiste en 0,4% y la lectura interanual solo menguó 2 décimas a 5,5%. ¿Estará la Fed satisfecha? ¿Qué hará en la reunión del 14 de junio? Los futuros de Chicago descuentan que se cruzará de brazos. ¿Con estos números? Sí. Las cartas ya sobre la mesa se pueden ponderar mejor.

La inflación asociada a la vivienda se mide con rezago mientras la data en tiempo real acusa una reducción considerable. La piedra en el zapato -la inflación núcleo de servicios ex vivienda- trepó 0,1% en abril, la cifra más modesta desde junio 2022, y la mitad de lo que promediaba en 2019, antes del covid. Si se excluye la vivienda y el precio de los vehículos usados -otra distorsión que introdujo la pandemia- la inflación “supernúcleo” dio 1,9% interanual, por debajo de la meta de 2%. No es para cantar victoria, no es la canasta que el banco central quiere estabilizar, pero justifica dejar las tasas quietas y tomarse un descanso exploratorio en junio.

La inflación se apacigua, se aleja del techo, aunque dista del piso que procura la Fed. Le llevará dos años volver a la jaula de 2%, dice John Williams, el titular de la Fed de Nueva York. Así, por primera vez desde que la inflación volvió a ser prioridad en 2022, el vértigo se mudó de frente. Hay otro techo que causa problemas. La deuda pública está en un tejado de zinc caliente (y la política no se calienta). Desde el 19 de enero que Janet Yellen -la secretaria del Tesoro- hace acrobacias en la azotea -aplicando “medidas especiales” de contención- pero la cuenta general de la Tesorería en la Fed agota sus fondos, el déficit se ensancha, y sin cambio de rumbo se divisa un accidente a principios de junio.

De la inflación se espera que baje; de la deuda pública, eso nunca. Washington tiene que correr el límite legal o el Gobierno se estrella. Vale todo: elevar el tope -de forma temporaria o permanente- o suspenderlo o redefinir la deuda sujeta a la restricción. Desde 1960 se ha hecho 78 veces para evitar el default de la deuda pública. ¿Qué hace pensar que la 79 será la vencida? Buy in May, dice Bill Gross, el ex zar de los fondos de bonos de Pimco. Compren las letras cortas del Tesoro y aprovechen los altos rendimientos impulsados por el temor. “La amenaza es real”, sostiene Moody’s. “Le asignamos un 10% de chances a una transgresión”. La terquedad de la puja actual entre demócratas y republicanos tiene pocos antecedentes, y alienta el ascenso vertical del costo de los CDS, los instrumentos que protegen frente a un incumplimiento. No hace falta que se llegue a tanto, bastaría un ataque de nervios para que produzcan, en la transición, una pingüe ganancia. Mientras, corre el reloj.

El encuentro del presidente Joe Biden con el titular de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, no condujo a nada. O sí, a una próxima reunión que ya fue postergada. Jamie Dimon, el CEO de JP Morgan, está convencido de que estallará el pánico antes que la incertidumbre se resuelva. Lo dice por la deuda pública pero quizá lo piensa también por el entuerto de los bancos regionales, que conoce al dedillo, y que se convirtió en un perro que se muerde la cola. Nunca hubo una fuga tan veloz de los depósitos como la que tumbó a los bancos SVB y Signature. Luego, el drenaje se estabilizó. Pero bastó un nuevo ataque a las cotizaciones bancarias para que los depositantes se espantasen otra vez. Así, PacWest perdió 9,5% de sus colocaciones y cuando se supo la noticia sufrió una merma de 23% el jueves en las pizarras. A los primeros en caer se les escapó la liebre. Y ahora que corren las tortugas, ¿vendrá una segunda tanda de condenados?

¿Qué hará la Fed en junio? Nada. Puede no estar conforme con la inflación. Y a la suba de tasas no la dio por terminada. Pero tampoco hay apuro. Aun en piloto automático, la política monetaria es restrictiva. ¿Y en la reunión de julio? Los mercados apuestan por el comienzo temprano de la poda de tasas. La Fed quizá quiera elevarlas. En el medio, Washington jugará con el default. Es un capricho, no por eso Jerome Powell va a mandar la ambulancia. A menos que la política se pegue el tiro en los pies y lo obligue a entrometerse.

Recomendar A Un Amigo
  • gplus
  • pinterest
Commentarios
No hay comentarios por el momento

Tu comentario