Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LIV)

 Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LIV)

Un terremoto había sacudido el comienzo de la campaña por la reelección. En enero de 2018 la Argentina había perdido el crédito internacional. Luego de las obscenidades de 2016 y 2017, presenciaríamos el espectáculo devastador. En base a los resultados, cada día se iban descubriendo las mentiras de Mauricio Macri y el mejor equipo de los últimos 50 años. La finalidad de las decisiones económicas, no habían sido, desde luego, auxiliar al país de un “aislamiento” o la supuesta “pesada herencia”, sino lisa y llanamente, engrosar un sinfín de cuentas equivocadas que no eran las del erario público. El mundo no confiaba en el gobierno de Macri, y con el FMI ya había fracasado el cumplimiento del primer acuerdo.

Pero tampoco la implementación del programa económico emergente del “segundo acuerdo, FMI II”, aflojaba la tensión macroeconómica. La caída del nivel de actividad se profundizaba, solo para descomprimir coyunturalmente el mercado cambiario y detener la espiralización inflacionaria que habían desatado. Trataban de alejar el fantasma del default. De todos modos, la bancarrota llegaría con Lacunza en agosto 2019, quien ejecutaría el “reperfilamiento de prepo” (default de la deuda en pesos) y generaría la célebre locución de Belocopitt: “se la chorearon toda”.

El “acuerdo FMI II” no permitió bajar el riesgo país de 700 basis points, por el espanto que generaba el equipo económico y las dudas que deparaba el financiamiento del sector público. Bajando el dólar de $ 41 a fines de septiembre a $ 37, los depósitos a plazos fijo mostraron un fuerte incremento de $ 171.600 millones, que los bancos volcaron a su vez a la compra de Leliq, en el marco del desmonte de las Lebac. Pero la exagerada restricción monetaria, profundizaba el cuadro recesivo.

En septiembre, la economía se contrajo (-5.8%) interanual, la industria se hundió (-11.5%) y (-6.8%) en octubre, mientras que los demás indicadores disponibles mostraban que octubre y noviembre habían sido pésimos para la actividad y el consumo masivo, en un contexto de fuerte caída del crédito, reducción del salario real (-13%) y destrucción de empleos. La economía despidió 52 mil trabajadores entre abril y septiembre 2018.

El consenso de los “economistas pulmotores privados” del equipo económico, militaba el relato de que la economía tocaba piso en el trimestre inmediato. Ese pronóstico alegre se basaba en el supuesto que el salario real dejaba de caer entre diciembre y febrero con la reapertura de las paritarias y la desaceleración de la inflación a un mínimo de 2.2% mensual en el primer trimestre 2019. Por otra parte, se estimaba una inflación descendiendo a 25% en 2019 (la real fue 54.7%) por la estricta restricción monetaria, las muy extravagantes tasas de interés y el derrumbe del crédito. Ayudaría al descenso de la inflación, por la dureza de la recesión. El programa transitaba un camino muy estrecho, con un gobierno colmado de incertidumbres. Para los colegas que atendemos la producción y el trabajo, estábamos descarrilando en cámara lenta.

Los riesgos eran demasiados. Era difícil sostener el tipo de cambio sereno, y si eso no sucedía, obligaría a utilizar los u$s 10.000 millones excedentes del FMI. Aun el extravagante programa monetario para desacelerar la inflación en un contexto de inercia inflacionaria, actualización salarial y ajuste tarifario, era infinitamente precario. El peligro de que una nueva apreciación del peso y una tasa de interés real muy alta, comprometían el mínimo escenario de recuperación cíclica. El conflicto si no cumplían la meta de “déficit cero” o el Tesoro no renovaba sus vencimientos de deuda a corto plazo, también conduciría a utilizar más intensivamente los desembolsos del FMI. Pero lo más comprometido era renovación de los vencimientos de la deuda en el mercado local y el ritmo de recuperación de la economía.

Aun si se llegaba a la elección sin turbulencias, la economía recesiva e inflacionaria, con desempleo creciente, no sería un factor positivo para el oficialismo en la elección presidencial 2019. Los próximos meses en materia económica, eran fundamentales para el resultado electoral y la determinación de quién sería el próximo presidente de los argentinos. Con la crisis, el agudo ajuste y el incierto panorama político lucia novelesco escuchar a quienes planteaban una agenda de reformas estructurales. Al final del mandato de Macri el ingreso por habitante sería 11% inferior al de 2015.

Los datos indicaban una profundización del retroceso económico, aunque se observaba una gran dispersión sectorial. El derrumbe del crédito y las altas tasas de interés estaban apaleando el consumo y la inversión. El consumo estaba siendo muy afectado por la fuerte caída del salario real, en una trama de desgaste de la confianza del consumidor. El consumo de bienes durables exhibía desplomes sorprendentes. La inversión se abatía por el menoscabo de las expectativas, el desmoronamiento de las ganancias corporativas y las perjudiciales condiciones financieras. Del lado de la oferta, el deterioro de las condiciones financieras obligaba a las empresas a rebajar inventarios, lo que sometía la tasa de utilización de capital y trabajo.

Mercado de cambios

En octubre se vaporizó el exceso de demanda privada por sobre la oferta de dólares y el BCRA no vendió divisas. Entre marzo y septiembre 2018, el exceso de demanda de dólares promedió los u$s 3.600 millones por mes, el BCRA y el Tesoro vendieron reservas por u$s 25.500 millones, con todo, el valor del dólar se duplicó, remontó de $20 a $40.

En octubre, el excedente de demanda de dólares se evaporó por la cruel política monetaria, la recesión y un tipo de cambio real bilateral 60% más alto que a mediados de 2017. Por la recesión, descendió enérgicamente la demanda de dólares para importaciones, turismo y atesoramiento. El balance cambiario caja-operaciones en dólares del sector privado y las del sector público-demostraba que no había “dólares genuinos” pese al fuerte ajuste de las cuentas externas.

En septiembre y octubre 2018, se redujo el déficit de la cuenta corriente, por la reversión del saldo comercial y el menor déficit en turismo. También descendió la formación de activos externos, aunque no alcanzó para compensar el fuerte deterioro de la cuenta capital, una reversión de casi u$s 12.000, millones: (- u$s 560 millones) contra (+11,100 millones septiembre y octubre 2017). Nadie nos prestaba, sin el desembolso del FMI de u$s 5.668 millones, la Argentina hubiera tenido que dilapidar otros u$s 4.000 millones de sus reservas para financiar el desequilibrio externo de septiembre y octubre pese al fuerte ajuste que se estaba haciendo.

El ajuste realizado era brutal, pero insuficiente para que la Argentina pudiera seguir pagando sus cuentas y regalando dólares, sin la subvención del FMI.

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza, Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

Recomendar A Un Amigo
  • gplus
  • pinterest
Commentarios
No hay comentarios por el momento

Tu comentario