El contexto del año de trabajo avisaba que estábamos a siete meses de las elecciones presidenciales, y la principal contradicción de Macri era querer vencer exhibiendo una economía de terror.
Aunque ya había logrado cierto ordenamiento en el conventillo Cambiemos, merced a los buenos oficios de Elisa Carrió, fracasó con la UCR, que cada tanto titubeaba. Decimos conventillo, porque es una construcción en mal estado, precaria como la coalición Cambiemos, donde cada habitación se convierte en vivienda de una familia diferente, y aunque las puertas dan al patio central, y el baño, al igual que el patio y los corredores, que son compartidos por todos los habitantes, las peleas son inevitables. La situación descripta ha inmortalizado el ordenamiento político de aquel periodo nefasto.
Marcos Peña concentraba cada vez más poder, Macri llego a decir que Marcos Peña era el mismo Macri. Por primera vez las opciones a instalar se ultra derechizaban con la campaña centrada en seguridad, sin embargo, no superaba la letanía hipnótica de “la corrupción K”. La prioridad Macrista se asentaba en mantener la polarización con Cristina Fernández de Kirchner, quien, según algunas encuestas, podía ser candidata y ganar las elecciones si impulsaba la unidad en los distritos de la provincia de Buenos Aires.
La estrategia que se repetiría indefinidamente, posteriormente del inicio del primer juicio contra Cristina quedaba para fines de mayo. Jugaba Lavagna, pero de los tres espacios era el que tenía menos posibilidades de llegar a la segunda vuelta, si llegaba podía ganar la elección decían los encuestadores.
Lavagna representaba el mejor aspirante para el tercer espacio, el interrogante era si podría organizar una estructura política para que lo apoyara a nivel nacional. Pichetto aún era un peronista ex kirchnerista por 12 años, que buscaba ser el vicepresidente de Lavagna, que incluía a Massa y Urtubey.
Los gobernadores tomarían posición nacional, una vez que se resolvieran sus elecciones provinciales. A la derecha de Macri estaban Espert y Olmedo (el de la eterna campera amarilla), y podía sumarse Gómez Centurión (famoso carapintada). Si bien no podían ganar, podían quitarle votos a Cambiemos, sobre todo en las PASO.
El presidente Macri trabajaba muy poco en verano, pero el Congreso directamente no se reunió durante las extraordinarias de enero y febrero 2019, cuando ya en 2018 (la oposición debió confrontar el regreso del FMI y el nombramiento de Luis Caputo en el BCRA) fue el año de menor actividad parlamentaria en 34 años de democracia.
El gobierno aspiraba el blanqueo laboral, el sindicalismo se encaminaba a un nuevo paro general entre marzo y abril 2019, había diálogo y reuniones entre dialoguistas, los duros y los combativos. Los docentes querían recuperar la pérdida de poder adquisitivo de 2018, ya que eran los que menos ganaban de la OCDE y en 2018 solo recibieron la mitad de la inflación. Era un gremio realmente odiado por la conducción del gobierno y el partido PRO.
Los Movimientos Sociales mantenían la protesta en relación con el sindicalismo por el aumento de los planes, la jubilación mínima y las pensiones no contributivas. Se exacerban todos los conflictos; como el de los productores de hortalizas que regalaban verdura en Plaza de Mayo, los feriantes de San Telmo que enfrentaban a la policía, y los piqueteros que iban a pedir comida a los barrios cerrados.
Los grandes contenedores de tragedias eran: la CGT, que se encaminaba a un nuevo paro general, pero sin plan de lucha, y los movimientos sociales que estarían en movilización permanente tratando de representar a los jubilados, mientras la crispación social crecía.
MONETARISMO AL MAXIMO
El gobierno estaba pensando en temas monetarios y fiscales. La horqueta del capital Piluso, una “V corta”. Los únicos temas que manejaban sus economistas y camaradas de la tribuna de socios. El esquema de metas de inflación previo y el control de la tasa de interés para el logro de dichas metas, había sido sustituido por un régimen de control de la base monetaria con una meta de emisión “casi cero”, donde el único instrumento con el que contaba el limitado BCRA para lograr ese objetivo era las subastas de Leliq.
Para mantener la base monetaria entumecida, el BCRA regulaba la liquidez por medio de las Leliqs. Estas letras solo podían ser adquiridas por los bancos, con lo cual el BCRA lograba hacer caer la balanza de la demanda mediante cambios en los encajes bancarios y mediante normativas que limitaban la adquisición para otros fines.
En febrero ya era difícil estimar la demanda de Leliqs de los bancos. Con un solo instrumento de regulación monetaria es muy difícil mantener estable la tasa de interés que esta con el alma en un hilo por la demanda de plazo fijos, y el valor del dólar. La alta volatilidad de las tasas de interés y del tipo de cambio constituían las evidencias empíricas.
El problema es que, si bien es factible en el corto plazo, el BCRA estaba intentando lo imposible; mantener simultáneamente una política monetaria de emisión casi cero, libertad en la movilidad de capitales y un tipo de cambio administrado. Pero esta trilogía es imposible (trilema).
Febrero 2019 arrancó con una base monetaria superior a la meta $ 1.440 billones contra $ 1.370 billones, el BCRA optó por absorber pesos a comienzos de mes ofertando un monto de Leliqs superior a los vencimientos, bajando las tasas de manera significativa. La demanda aumentó más que la oferta, debido a que los bancos vendieron u$s 1.800 millones de sus tenencias de dólares más líneas de crédito del exterior para adquirir Leliq.
La tasa se desplomó de 54.9% a 43.9% y el BCRA buscó limitar la compra de Leliq de los bancos a no más de 65% de sus depósitos. El BCRA buscó absorber el exceso de base monetaria lo que debería haber dado lugar a una suba de la tasa de las Leliq, pero en vez de ello la tasa se desplomó porque no supo estimar la demanda de Leliq.
Como febrero arrancó con una base monetaria superior a la meta $1.440 billones contra 1.370 billones, el BCRA eligió absorber pesos a comienzos de mes, ofreciendo más que los vencimientos, pero la tasa de las Leliq no subió, sino que bajó de manera significativa.
La demanda de Leliq aumentó más que la oferta, debido a que los bancos vendieron u$s 1.800 millones de sus tenencias, más líneas de crédito del exterior para adquirir Leliq, por eso la tasa se desplomó de 54.9% a 43.9% y, el BCRA buscó limitar la compra de Leliq de los bancos a no más de 65% de sus depósitos y la entrada de capitales para especular con Leliq.
Cuando la base monetaria llegó a alcanzar una cifra muy inferior a la meta anunciada el 18 de febrero, el BCRA optó por no maximizar el sobrecumplimiento de la meta de base y emitió $137,400 millones en cinco días. De este modo, la base monetaria cerró el mes promediando más de $1.3 billones tal como lo había anunciado el BCRA.
Al cierre de febrero, el BCRA se concentró en evitar un excesivo sobrecumplimiento de la meta de base monetaria con respecto a lo que anunció. Con un Banco Central que contaba sólo con un instrumento, y que durante febrero estuvo preocupado por el tipo de cambio, la tasa de interés y, en simultáneo, por el cumplimiento de la meta de base monetaria, la tasa de interés y el dólar mostraron alta volatilidad.
(*) Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros